Opinión
El marasmo económico ensombrece la victoria de Erdogan
A menos que el Gobierno cambie de rumbo, Turquía podría enfrentarse a un nuevo colapso económico este mismo año
Erdogan está debilitado porque es la primera vez que no resulta elegido en la primera vuelta, pero lo ha hecho mejor de lo esperado. La primera vuelta de las elecciones presidenciales turcas se celebró el 14 de mayo. La elección enfrentó al actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, con dos oponentes. El primero, Kemal Kiliçdaroglu, es el candidato del Partido Republicano del Pueblo (socialdemócrata) a la cabeza de una coalición de seis partidos. El segundo, Sinan Ogan, representa a una alianza de cuatro movimientos nacionalistas cuyo resultado electoral ilustra el auge del voto conservador.
El ultranacionalista Ogan anunció su apoyo al actual presidente en la segunda vuelta de las presidenciales, tras un acuerdo sobre la lucha contra el terrorismo, un programa de deportación de refugiados y el refuerzo de las instituciones del Estado turco. Queda por ver qué candidato se ha hecho con los 2,8 millones de votos emitidos por Ogan, ya que parte de su electorado quería dar la espalda a Erdogan.
El debilitamiento del hombre fuerte de Turquía también parece reflejarse en su partido, dividido en el frente económico de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. De hecho, el actual Gobierno de Erdogan está plagado de desacuerdos e incertidumbres sobre si mantener un programa económico insostenible o abandonarlo. Un grupo informal de miembros del partido gobernante se ha reunido en las últimas semanas para debatir cómo podría adoptar una nueva política de subidas graduales de los tipos de interés y un programa de préstamos selectivos. Por otra parte, otros quieren mantener el programa actual de estímulo de las exportaciones y el crecimiento económico mediante recortes de tipos y una gestión estricta de los mercados de divisas, crédito y deuda. Dado que Erdogan asumió el poder tras la votación inicial, hay mucho en juego para esta gran economía de mercado emergente, sumida en una crisis del coste de la vida y una serie de desplomes monetarios.
A menos que el Gobierno cambie de rumbo, Turquía podría enfrentarse a un nuevo colapso económico este mismo año, que volvería a disparar la inflación y causaría estragos en su balanza de pagos. Erdogan, que prolongará su mandato hasta una tercera década, afirmó durante la campaña que los tipos de interés bajarían mientras él estuviera en el poder y que se controlaría la inflación. Dentro del partido hay dos opiniones diferentes, aunque cualquier decisión tendría como objetivo preservar la estabilidad económica hasta la próxima prueba electoral crítica, las elecciones municipales de marzo de 2024.
La lira turca ha perdido casi el 80% de su valor frente al dólar en cinco años, en gran parte debido a las políticas económicas de Erdogan. Ha alcanzado nuevos mínimos desde la votación inicial, mientras que las medidas de riesgo de inversión se han disparado. Las perspectivas económicas de Turquía son muy sombrías. El país ya sufrió un desplome histórico de su moneda a finales de 2021 y una inflación superior al 85% el año pasado. Antes de las elecciones, Erdogan había insinuado un posible cambio al decir que el exministro de Finanzas Mehmet Simsek, conocido por los inversores internacionales, podría volver al Gobierno para ayudar a dar forma a la política.
Asimismo, los resultados preliminares de las elecciones parlamentarias muestran una mayoría parlamentaria para la actual alianza gobernante. El Parlamento turco se ha convertido en una mera cámara de registro, como la Duma de Vladímir Putin, desde la reforma constitucional aprobada por referéndum en 2017, que hizo pasar al país de un sistema parlamentario a un sistema hiperpresidencial, sin ningún contrapoder. El presidente, que también es primer ministro, es todopoderoso y gobierna por decreto.
Sorprende también que la catastrófica gestión del terremoto por el presidente Erdogan no se haya dejado sentir en las urnas, sobre todo en las regiones afectadas, donde los habitantes dijeron que no darían su voto a Erdogan. Cabe sospechar fraude, ya que no se sabe cómo pudo celebrarse la votación con normalidad en esta región tan afectada. Las promesas de generosidad de Erdogan (reconstrucción rápida, realojamiento de las víctimas de la catástrofe, aumento de las ayudas sociales) también pueden haber influido. Se pidió a la población, durante el periodo entre las dos elecciones, que mostrara coherencia para evitar una especie de cohabitación a la turca. La oposición pareció realmente lanzar todas sus fuerzas a la batalla para ganar en la primera vuelta. Pero fracasaron, y la idea de que, si no ganaban en la primera vuelta, no ganarían en absoluto, acabó insinuándose en la mente de los turcos.
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