
Turquía
Más de mil detenidos en las masivas protestas contra el encarcelamiento del principal rival de Erdogan
La detención del alcalde de Estambul espolea a una multitud en la principal ciudad turca que reclama la dimisión del presidente y salvar la democracia
El encarcelamiento e inhabilitación del alcalde de Estambul y mayor rival de Recep Tayyip Erdogan por supuestos cargos de corrupción y lazos con el terrorismo kurdo ha vuelto, como otras veces en su historia reciente, a poner a Turquía ante su propio espejo. Turquía, potencia clave de la OTAN, líder regional, eterno aspirante al ingreso en la UE y economía emergente, es un país profundamente dividido entre quienes apoyan -y hasta adoran- al que ha sido su líder durante más de dos décadas merced a una mezcla de ambiciones nacionalistas, islamismo y populismo, y quienes lo detestan, convencidos desde muy pronto de que el objetivo del líder del AKP no es otro que el de coronarse en una suerte de sultán del siglo XXI y superar el régimen republicano secular y democrático fundado por Mustafa Kemal Ataturk en 1923.
Como ocurrió a raíz de las protestas por las obras en el Parque Gezi, en Estambul, que vuelve a ser caja de resonancia de todo un país, hace doce años, la principal ciudad de Turquía es hoy escenario del descontento y el miedo de una parte importante de la sociedad que, espoleada por el encarcelamiento e inhabilitación de Ekrem Imamoglu, reclama la salida del poder de Erdogan y lo acusa de estar gobernando como un autócrata.
Para uno de los analistas más populares de Turquía en el exterior, el historiador Soner Cagaptay, con la detención del que se postulaba como candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP) para las presidenciales de dentro de tres años, Turquía ha dejado de ser un régimen de “autocracia competitiva” -donde, a pesar del desprecio a la separación de poderes y los derechos y libertades, seguía imperando el pluralismo político- puede considerarse ya “una autocracia”.
En el otro lado de la multitudinaria protesta que tiene como epicentro la principal ciudad del país, la laica y secular, la culta y euroasiática, la bizantina y otomana, turca y kurda Estambul, se encuentra el Gobierno de Erdogan, el hombre del momento, pieza insustituible en la arquitectura de la OTAN en el segundo y definitivo mandato de Donald Trump y líder regional en un turbulento Oriente Medio, convencido como nunca de estar entrando en la fase culminante de su misión histórica. Para Erdogan y los suyos, que aún paladean la llamada
al desarme del histórico líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) Abdulá Ocalan hace apenas un mes y la caída del régimen de Bachar al Asad, el fin justifica los medios y no hay otra fórmula para aplacar la protesta callejera que la mano dura. El veterano mandatario, de 71 años, sabe que la receta le funcionó en 2013 en circunstancias distintas -el líder del AKP acumula más de dos décadas de poder personal- y está convencido de que volverá a hacerlo, y la mejor prueba de su seguridad es que la detención e inhabilitación de Imamoglu se ha producido en la semana en que, con todo el simbolismo que ello lleva aparejado, iba a ser elegido en un proceso abierto como candidato a las presidenciales.
Porque, está convencido Erdogan, medio país, como quedó de manifiesto en las elecciones presidenciales de mayo de 2023, confía en él, con sus tics autoritarios, su islamismo y su visión neootomana del mundo. “La democracia es un tranvía. Cuando llegas a tu parada, te bajas”, avisó hace casi una década el que fuera también alcalde de Estambul.
Sin demasiados tapujos, el ministro del Interior de Turquía, Ali Yerlikaya, confirmó ayer que al menos 1.100 personas han sido detenidas en el marco de las manifestaciones registradas en el país contra la detención e inhabilitación del alcalde y destacada figura del CHP. Son activistas, pero también hay entre ellos figuras políticas en ejercicio y periodistas. Para el titular turco de Interior, entre los detenidos hay miembros de hasta una docena de “organizaciones terroristas”, y muchos de ellos tienen antecedentes por delitos relacionados con drogas, por robo, fraude, acoso y explotación sexual y agresiones. Las fuerzas de seguridad, que suman más de 120 heridos en sus filas, se han incautado de palos, cócteles molotov, hachas y cuchillos.
“Desde aquí os advertimos claramente. Que nadie intente utilizar a nuestra juventud y a nuestro pueblo como escudo para sus propias ambiciones políticas", avisaba ayer el ministro para advertir de que las autoridades turcas están “de servicio” para garantizar “la paz y la seguridad”. “No se tolerará boja ningún concepto aterrorizar nuestras calles ni amenazar la paz y la seguridad de nuestra nación”, zanjó Yerlikaya. Entretanto, el Gobierno turco se emplea en otro frente para tratar de salvar la lira, afectada por las multitudinarias protestas de los últimos seis días. Ankara ha prohibido las ventas en corto en la Bolsa de Estambul después de la fuerte caída del mercado en los últimos días.
La elección primaria celebrada este domingo por el CHP para designar candidato a las presidenciales se convirtió, como era previsible, en una impugnación general -con el poder de llevarse a cifras contantes y sonantes- contra el presidente turco y el sistema político, económico y social forjado durante más de veinte años. Casi 15 millones de personas votaron por Ekrem Imamoglu como candidato de la formación para los comicios, a los que primero Erdogan amenazó sorpresivamente con no presentarse, pero cuyo camino a una nueva victoria empieza a quedar desbrozado y expedito a falta de tres años.
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