Defensa
La nueva obsesión del Pentágono para doblegar a China: convertir su bombardero más letal en un 'arsenal volante'
Un 'avión arsenal' furtivo para dominar los cielos del Pacífico frente a China: esa es la nueva y ambiciosa apuesta del Pentágono, un ala volante cargada con decenas de misiles de largo alcance

El Pentágono parece tener una nueva obsesión que gira en torno a su bombardero más avanzado, el B-21 Raider. La Fuerza Aérea de Estados Unidos está estudiando seriamente la posibilidad de reconvertir esta formidable plataforma furtiva en algo más que un simple bombardero: en un auténtico arsenal volante. La idea es transformar su bodega de armas en un gigantesco cargador de misiles aire-aire, creando así una aeronave de apoyo sin precedentes en la historia de la aviación militar.
De hecho, la razón de ser de este proyecto tiene un nombre y un escenario muy concretos: China y el Indo-Pacífico. El gran quebradero de cabeza para los mandos norteamericanos es cómo mantener una capacidad de fuego abrumadora y sostenida en un teatro de operaciones tan vasto. Buscan lo que en la jerga militar se conoce como «profundidad de cargador», es decir, la capacidad de seguir combatiendo cuando los cazas de primera línea han agotado su munición. Este desafío logístico se agudiza ante el hecho de que China avanza a pasos agigantados para convertirse en la mayor potencia militar, obligando a Estados Unidos a innovar en sus doctrinas de combate.
En este sentido, el concepto táctico es claro. Mientras los cazas más avanzados, como el F-22 o el F-35, actúan como avanzadilla gracias a sus sensores para detectar y designar objetivos, este B-21 modificado permanecería a una distancia segura, listo para lanzar sus misiles cuando se le ordene y reabastecer a los cazas en primera línea. Es una idea que se debate internamente desde 2019, tal y como han publicado en The War Zone, y que podría operar con tripulación, de forma autónoma o en un modo híbrido. Esta flexibilidad táctica es crucial para contrarrestar los avances de Pekín, que ya opera aviones de combate muy modernos desde sus portaaviones con catapulta, aumentando su proyección de poder aéreo en la región.
Un bombardero reconvertido en pieza clave del dominio aéreo
Por otro lado, esta iniciativa se encuadra en una estrategia más amplia del Departamento de Defensa para conseguir lo que denominan «masa asequible», un eufemismo para aumentar el volumen de fuerzas sin que el presupuesto se dispare. Este avión-arsenal podría complementar a los futuros drones de combate colaborativo (CCA) o incluso reemplazarlos en ciertas misiones, ofreciendo una capacidad de armamento muy superior, incluyendo misiles de largo alcance como el AIM-260 o incluso armas de mayor envergadura. La discusión sobre si complementar o reemplazar los CCA se enmarca en un debate más amplio sobre el rol de los drones como el arma definitiva que podría decidir la próxima guerra, redefiniendo el campo de batalla aéreo.
No obstante, el proyecto se enfrenta a dos obstáculos de gran envergadura que amenazan con dejarlo en el tablero de diseño. El principal escollo no es tecnológico, sino económico: el elevado coste que supondría desarrollar y producir una versión especializada del B-21. A esto se suma la duda razonable sobre si el fabricante, Northrop Grumman, tendría la capacidad industrial suficiente para asumir esta nueva línea de producción sin afectar al ritmo de fabricación de los bombarderos convencionales.