Reino Unido

¿El ocaso del independentismo escocés?

La inesperada dimisión de Sturgeon deja al SNP huérfano y sin estrategia para un segundo referéndum de secesión

La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, tras anunciar su dimisión
La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, tras anunciar su dimisiónAndrew Milligan/PA Wire/dpaVía Europa Press

Nicola Sturgeon se había convertido en mucho más que la primera mujer en ponerse al frente del

La ley trans, el quebradero de cabeza para el SNP

Ejecutivo de Edimburgo. Llegó a lograr muchos hitos: la que más tiempo estuvo en el cargo, la mejor activista de su generación, la que llevó al Partido Nacionalista Escocés (SNP) a victorias nunca soñadas tanto en Holyrood como en el lejano Westminster. En definitiva, se trata de una política que ha marcado una era. La historia reciente de Escocia no puede concebirse sin ella. Por lo tanto, si pese a todo, no ha logrado su sueño independentista, ¿significa eso que el nacionalismo escocés ha muerto?

Tras más de treinta años de exitosa carrera, Sturgeon sorprendió a todos presentando el miércoles su dimisión. Desde hace tiempo se hablaba de una posible retirada. Pero nadie la esperaba antes de las próximas generales de 2024. La crisis desencadenada por su controvertida ley transgénero y la polémica respecto a una donación al partido que involucra a su marido han contribuido a su marcha abrupta. Aunque la razón principal es que Sturgeon estaba ya completamente exhausta y atascada en un callejón sin salida.

El SNP –intrínsecamente asociado a su figura– queda ahora huérfano y sin una estrategia clara para conseguir otra histórica consulta como la convocada en 2014. Pese a que en aquel momento el 55% del electorado abogó por seguir siendo en Reino Unido, la derrota dio más impulso que nunca al movimiento.

Sturgeon consiguió que el número de afiliado llegara a cuotas nunca vistas y en las elecciones generales del año siguiente el SNP consiguió lo impensable al hacerse con 56 de los 59 escaños reservados en Westminster a la nación. El Brexit –rechazado por el 62% de los escoceses– consiguió crear otro «momentum». El apoyo a la independencia logró situarse al 53%. Pero en los últimos meses, los escándalos que rodeaban a Sturgeon y el agotamiento mismo de un partido que lleva casi dos décadas en el poder han hecho que el apoyo se reduzca 47%.

El SNP sigue dominando las encuestas. Sin embargo, importantes figuras de la formación creen que la sorpresiva renuncia de Sturgeon podría retrasar ahora sus esfuerzos por convocar otra consulta al menos cinco años. O quizá diez.

Fuentes de alto nivel reconocen que con las próximas elecciones generales de 2024 y una elección de Holyrood en 2026, sería «poco realista» proponer la celebración de otro referéndum hasta después de que los nacionalistas hayan demostrado que siguen siendo la fuerza dominante en Escocia.

De momento, reina el caos. El anuncio para conocer al nuevo líder se ha fijado para el 27 de marzo. Pero no hay claros favoritos y los nombres que se barajan son desconocidos. Asimismo, la conferencia especial del 19 de marzo se ha pospuesto. La cita se había marcado para debatir una nueva estrategia independentista.

Hasta ahora, Sturgeon siempre había optado por una vía legal alejándose por completo del modelo catalán. Después de que a finales del año pasado los jueces del Tribunal Supremo de Londres decidieron, por unanimidad, que el Parlamento autónomo de Edimburgo no cuenta con la autoridad para organizar un nuevo plebiscito sin el consentimiento del Ejecutivo central, Sturgeon planteó que las próximas elecciones generales debían considerarse como un referéndum de facto. Pero un importante sector de sus filas no estaba de acuerdo con el plan, por lo que se da prácticamente por muerto.

En definitiva, la salida de Nicola supone una gran noticia para los unionistas. Sin embargo, no se puede decir que el nacionalismo escocés haya muerto. La investigación del «think tank» Onward sobre las actitudes escocesas sugiere que las identidades escocesa y británica son cada vez más incompatibles: aquellos que se identifican más fuertemente como escoceses son los más entusiastas de la independencia. El electorado escocés es estructuralmente más liberal y progresista que otras partes de Reino Unido. El Brexit ha acentuado las diferencias.

Asimismo, como en el resto del mundo anglófono, la edad es ahora la división definitoria en Escocia. Durante el mandato de Sturgeon, la gente más joven se ha inclinado enormemente hacia la independencia: es contracultural que cualquier persona menor de 45 años apoye el «no». Los jóvenes de 18 a 24 años tienen seis veces más probabilidades que los jubilados de ser votantes del Sí.

En cualquier caso, los unionistas necesitan entender que, para ganar el argumento a favor de Reino Unido, el electorado escocés no puede reducirse al simple binomio de a favor o en contra. Se trata de una región mucho más compleja, con muchas más tribus, para las que cuestiones como la sanidad pública o los problemas de vivienda también son clave. El legado que deja Sturgeon en cuestiones domésticas es más que cuestionable. Todo lo suplía con su personalidad. Pero la reina celta ya no está. Y va a ser más que complicado llenar su vacío.

Tras la dimisión de Nicola Sturgeon, el SNP no solo tiene que discutir ahora la nueva estrategia secesionista, sino que también tiene que debatir qué hacer con la ley transgénero aprobada en diciembre por el Parlamento de Edimburgo– entre gritos de manifestantes en las gradas como “qué vergüenza” y “este es el día más oscuro”-.

La normativa reduce la edad para poder cambiar de género a los 16 años, elimina la necesidad de un diagnóstico médico y acorta a tres meses el período en el que alguien tiene que vivir en su género antes de obtener un certificado. Era una de las promesas que Sturgeon había realizado seis años antes. Y aunque inicialmente se vendió como un triunfo personal, le supuso un gran enfrentamiento contra sus propias filas con la dimisión incluso de uno de los miembros de su propio Gabinete.

El Gobierno central de Londres la bloqueó a principios de este año argumentando que entraría en conflicto con la Ley de Igualdad de 2010. Pese al intento de Sturgeon de volver a mostrar a Westminster como el enemigo, la mitad de los escoceses dieron la razón a Downing Street. Por lo que se antoja complicado que el SNP acuda ahora al Alto Tribunal para intentar sacarla adelante.