Diplomacia

Omán, la Suiza del Golfo Pérsico que quiere mediar en el conflicto entre Israel y Hamás

Mascate no reconocerá a Israel hasta que no exista un Estado palestino independiente. Pero ha recibido a tres primeros ministros israelíes desde 1994

Haitham bin Tariq Al Said
Haitham bin Tariq Al SaidLa Razón

La visita sorpresa del primer ministro Benjamín Netanyahu al Sultanato de Omán en octubre de 2018 despertó gran interés en la comunidad internacional. Aún no se habían firmado los Acuerdos de Abraham, pero Israel daba los primeros pasos para intentar normalizar sus relaciones diplomáticas con el bloque árabe.

Situado a la entrada del estrecho de Ormuz, punto clave estratégico para el comercio de petróleo y gas natural, a este pequeño estado de apenas cinco millones de habitantes –la mitad de ellos extranjeros– se le conoce como la «Suiza del Golfo Pérsico». Su diplomacia discreta está afianzando su liderazgo internacional en el ámbito de la pacificación. El Sultanato se presenta como «el país amigo de todos» y más que «mediador» prefiere la palabra «facilitador».

Se ha convertido en interlocutor entre Irán y el resto del mundo en varias ocasiones, desde la guerra con Irak en los ochenta hasta la liberación de tres excursionistas estadounidenses encarcelados en 2011 o la negociación del pacto nuclear con Estados Unidos de 2015. Y es uno de los mediadores clave en la guerra civil de Yemen. Por lo tanto, el viaje de Netanyahu a Mascate (capital del Sultanato) cobraba especial protagonismo ante la posibilidad de establecerse un canal secundario para la comunicación de Israel con algunos de sus grandes enemigos en la región.

Los acontecimientos del pasado 7 de octubre, sin embargo, lo han cambiado todo. Las tensiones en un entorno político y religioso ya de por sí más que complicado no dejan de crecer por lo que el conflicto se podría extender más allá de la Franja de Gaza. Pero en medio de la masacre, Omán sigue manteniéndose como una extraña burbuja de paz y estabilidad en la región. ¿Se puede ser neutral en el Oriente Medio?

Lo cierto es que la «neutralidad» en el Sultanato no se entiende como quedarse al margen de lo que ocurre a su alrededor. Ante la actual situación en Gaza, Omán se implica de lleno con la causa árabe y reitera la necesidad estratégica de encontrar una solución «justa, integral y duradera a la causa palestina» sobre la base de la solución de dos Estados y el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino para establecer su Estado independiente con Jerusalén Este como su capital.

Así lo explicó el ministro de Exteriores Sayyid Badr bin Hamad Albusaidi durante un encuentro en Mascate con medios europeos entre los que se encontraba LA RAZÓN. El responsable de la diplomacia omaní recalcó la importancia de que, por primera vez, la Liga Árabe haya condenado el asesinato de civiles en Israel. No obstante, se negó a definir a Hamás como grupo terrorista. «No hay ninguna resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que los llame así», recalca. En su lugar, lo califica como «un movimiento nacional de resistencia contra la ocupación israelí». «En primer lugar hay que preguntarse: ¿por qué existe Hamás?», plantea Bin Hamad añadiendo que la crisis empezó «hace 70 años y no el pasado 7 de octubre».

En este sentido, aboga por sentar ahora a Hamás en «la mesa de negociaciones» para conseguir la paz, nombrando como referencia a Irlanda del Norte, donde después de tres décadas sangrientas se logró cerrar en 1998 el Acuerdo del Viernes Santo con la participación del Sinn Fein, brazo político del IRA.

La relación del Sultanato con Israel en los últimos años ha sido singular. No lo reconocerá oficialmente hasta que no exista un Estado palestino miembro de Naciones Unidas. En la imponente entrada del Ministerio de Exteriores hay banderas de todos los países del mundo a excepción de la azul y blanca.

Pero al mismo tiempo, tres primeros ministros israelíes (además de Netanyahu en 2018, Itzhak Rabin estuvo en 1994 y Simon Peres en 1996) han sido recibidos en los últimos años en Mascate y se han mantenido discretas conexiones comerciales. El Sultanato ha sido sede del Centro de investigación de desalación de Oriente Medio, iniciativa que surgió de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991, único entorno en el que –antes del actual conflicto– se reunían periódica y directamente israelíes y palestinos y organizaban actividades conjuntas sobre el terreno.

Ibrahim Jalal, investigador experto en defensa en el think tank The Middle East Institute asegura que «una de las cualidades más importantes que tiene Omán es la paciencia estratégica en tiempos de crisis» donde no se ha alineado con las posiciones dominantes y ha mantenido abiertos los canales de comunicación con los protagonistas. Así lo hizo, con Egipto después de los Acuerdos de Camp David; con Siria después de la Primavera Árabe y la guerra; o con Qatar tras el asedio de Doha por parte del Cuarteto.

La armonía no solo se aplica a las relaciones diplomáticas, sino que también se respira en la calle. Los árabes constituyen la gran mayoría de la población, pero también hay comunidades baluchíes de Irán y Pakistán y africanos de habla sawahili. Tal y como recalca Natalia Torregrosa, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), «frente a esta variedad poblacional y religiosa, la escuela ibadí [rama islamista mayoritaria en el Sultanato], alejada de cualquier rigorismo, ofrece una cohesión social capaz de generar un fuerte sentido identitario y de contener otros movimientos más activos como el islam político, el intolerante e intransigente wahabismo saudí o el chiismo».

Eso sí, se evita hablar de cualquier tema controvertido. La libertad de expresión y prensa están garantizadas por la Constitución, pero el código penal las limita severamente. Cualquier contenido considerado «insultante» a la familia real, al gobierno, al Islam, a la economía del país o, simplemente, a la tradición, da lugar a la condena que pasa por multa o pena de prisión.

Con todo, no se respira un ambiente de represión y el papel de la mujer –que sólo está obligada a llevar hiyab en las mezquitas– está totalmente integrado tanto en el sector público (actualmente hay tres mujeres ministras) como en el privado.

La identidad de Omán está estrechamente vinculada, si no inextricablemente, con la persona del sultán Qaboos bin Said Al Said, quien falleció el 10 de enero de 2020 después de casi 50 años en el poder en los que transformó completamente al país. En los años 70, no había carreteras, teléfonos ni escuelas. La única infraestructura disponible eran los canales subterráneos de distribución de agua construidos por los persas hace entre 1.000 y 2.500 años. Pero tras el golpe de Estado de Qaboos contra su padre en 1970, el sultán llevó a cabo una gran revolución. Omán es hoy país moderno, con hoteles de lujo, una población dinámica y educada y una gran oferta cultural.

El nuevo sultán, el primo hermano de Qaboos (que no tuvo hijos) Haitham bin Tariq, ha prometido mantener el rumbo en las relaciones exteriores de Omán, siguiendo una política de «coexistencia pacífica, buenas relaciones de vecindad y cooperación con todos», toda una excepcionalidad en Oriente Medio.