
Relaciones Internacionales
El orden mundial creado tras la Segunda Guerra Mundial que Trump podría desmontar
Los primeros 100 días de su gobierno han marcado un cambio de paradigma sobre las relaciones internacionales establecidas

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tomó posesión del cargo hace poco más de tres meses bajo la promesa de “hacer a EE. UU. grande nuevamente”. Esa frase, más que un lema de campaña, ha sido la base fundacional de un movimiento con tintes nacionalistas que hoy domina una agenda internacional de proteccionismo en lo económico, político y social. En esa línea, los primeros 100 días de su gobierno han marcado una suerte de cambio de paradigma – o como lo llaman los más pesimistas, un desmantelamiento- sobre el orden mundial concedido tras la Segunda Guerra Mundial cuando Washington se alzó como la voz líder de una comunidad internacional fortalecida tras la derrota del nazismo alemán.
Tras los años que siguieron al conflicto bélico más sangriento en la historia de la humanidad, fue en 1947 cuando el entonces presidente estadounidense Harry Truman presidió la creación de instituciones globales que han definido el orden internacional durante los últimos 80 años.
En ese momento, Truman expuso su doctrina ante el Congreso asegurando que “debe ser la política de los Estados Unidos apoyar a los pueblos libres que resisten la subyugación por parte de minorías armadas o por presiones externas”.
En pocos años, Estados Unidos ayudó a establecer y liderar las Naciones Unidas, la OTAN, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. También contribuyó a la reconstrucción de Europa con ayuda canalizada a través del Plan Marshall y financió la reconstrucción de Japón, país al que había lanzado una bomba atómica.
El consenso en las calles estadounidenses era claro. Presidentes demócratas y republicanos respaldaron estas instituciones durante generaciones. A veces se quejaban del costo, pero creían que estas instituciones fortalecían a Estados Unidos como la principal superpotencia mundial.
Sin embargo, el mundo que conocemos hoy parece estar fatigado de las respuestas que ese sistema global supuso a pesar de los desarrollos y la capacidad de prevenir conflictos de la misma magnitud, con un grupo cada vez mayor que los considera insuficientes. La principal figura de este movimiento es precisamente Donald Trump, quien en este segundo mandato está avanzando agresivamente en reducir el papel de Estados Unidos en el mundo, con base en su agenda de “Estados Unidos Primero”.
El republicano ha dicho que ve esta red de alianzas, tratados y poder blando como reliquias caras y obsoletas que limitan la capacidad de acción independiente del país.
“No estoy alineado con nadie. Estoy alineado con Estados Unidos de América y por el bien del mundo”, dijo el mandatario en febrero.
Trump afirma que EE. UU. no debe ser el policía del mundo ni garantizar la seguridad de sus aliados. Por el contrario, ha atacado a muchos de ellos y ha amenazado con tomar control de territorios que van desde Groenlandia hasta Canadá, el Canal de Panamá y la Franja de Gaza.
En una estrategia que parece buscar extraer más privilegios del orden internacional asumiendo menos responsabilidades para sostenerlo, el presidente dio pistas durante su primer mandato de querer reducir esos compromisos globales, aunque esta vez ha ido mucho más lejos.
El republicano quiere aplicar esto en todos los frentes: militar, diplomático y económico. En lo militar, quiere poner fin a las guerras indefinidas, como el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Hasta ahora, su momento más significativo fue una reunión en la Casa Blanca hace dos meses, donde Trump y el vicepresidente Vance reprendieron a Volodymyr Zelenskyy, diciendo que el presidente ucraniano no había mostrado suficiente gratitud por la ayuda estadounidense y que estaba sobreestimando las capacidades militares de Ucrania.
“No estás en una buena posición. No tienes las cartas ahora”, le dijo Trump, visiblemente molesto, a Zelenskyy. “Estás apostando con la vida de millones de personas. Estás apostando con la Tercera Guerra Mundial”.
Trump se opone a brindar más asistencia militar a Ucrania y quiere un alto al fuego permanente. Sin embargo, esto ha sido difícil de lograr, ya que los combates continúan, y el líder ruso Vladimir Putin ha lanzado algunos de los ataques aéreos más grandes de la guerra en las últimas semanas.
Expertos creen que un alto al fuego le daría a Trump cierta cobertura para retirarse de Ucrania, donde EE. UU. no tiene tropas, aunque ha liderado el esfuerzo internacional de apoyo desde la invasión rusa a gran escala en 2022.
Pero si la guerra continúa y Rusia gana más territorio, Trump podría parecer débil, incapaz de enfrentar a Rusia. Esto generaría aún más dudas sobre el futuro de la OTAN y la disposición de EE. UU. para defender Europa.
En el frente diplomático, por su parte, Trump está impulsando varios acuerdos de alto riesgo. Aunque aún es temprano en su segundo mandato, hasta ahora no ha tenido grandes éxitos. Quizá lo más representativo fue el alto al fuego entre Israel y Hamas, alcanzado cuando Trump asumió el cargo en enero, pero que ya se ha derrumbado.
Mientras tanto, las negociaciones con Irán sobre un acuerdo nuclear continúan en medio de una Casa Blanca dirigida al ritmo del humor del presidente quien, según expertos en diplomacia, cree que estas negociaciones complejas pueden resolverse rápidamente y con poca o ninguna participación de los aliados.
Este enfoque unilateral también se refleja en la política comercial de Trump. Sus aranceles, reales o amenazados, contra prácticamente todos los países han desestabilizado la economía global. Muchos economistas dicen que esto también ha tenido un impacto importante en casa, donde la economía estadounidense se contrajo un 0,3% en los primeros tres meses del año.
Trump cree que el poder económico de EE. UU. le dará ventaja para conseguir mejores condiciones en acuerdos bilaterales. Su principal objetivo es China, pero su enfoque unilateral lo ha llevado a antagonizar a países aliados que podrían haber ayudado en un esfuerzo colectivo para aislarla.
Ochenta años después de que EE. UU. estableciera el orden global moderno, analistas de política exterior debaten constantemente cómo debería actualizarse. El debate a menudo gira en torno a si EE. UU. todavía está dispuesto y es capaz de asumir la carga que ha llevado desde la Segunda Guerra Mundial, algo que Trump parece no tener miedo de averiguar.
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