Diplomacia

El poder blando del Papa Francisco: así medió en Cuba y fracasó en la "asquerosa" guerra de Ucrania

Sus críticas al capitalismo desenfrenado han generado tensión con sectores conservadores en países desarrollados

Papa Francisco y Raúl Castro
Papa Francisco y Raúl Castroondacero,es

Desde su designación como Papa en 2013, Francisco emergió como una figura clave en la diplomacia internacional, y usó su posición al frente de la Iglesia Católica para intervenir en conflictos y crisis globales, poniendo de relieve, una vez más, la fuerza diplomática que siempre ha tenido el Vaticano. Su papel como mediador, defensor de la paz y promotor del diálogo ha marcado un estilo distintivo en el Vaticano que desaparece con su muerte a los 88 años.

Jorge Mario Bergoglio rompió con muchas tradiciones vaticanas, pero quizás donde más destacó fue en su activismo internacional. A diferencia de sus predecesores, que enfocaban sus esfuerzos principalmente en asuntos teológicos y eclesiales, Francisco asumió un papel proactivo en la escena mundial. Una de sus últimas batallas ha sido la contundente crítica a los planes de la administración de Donald Trump para realizar deportaciones masivas de migrantes, advirtiendo de que la expulsión forzada de personas únicamente por su estatus ilegal las priva de su dignidad inherente y “terminará mal”. Francisco siempre recordó el mandato bíblico de “acoger al extranjero” al exigir que los países protejan, promuevan e integren a aquellos que huyen de conflictos, de la pobreza y de desastres climáticos.

Su trabajo en Cuba marcó un hito diplomático ya que medió lo indecible para el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, ayudando a terminar con décadas de hostilidad, y propiciando la visita del presidente Barack Obama a La Habana. En 2014, facilitó negociaciones secretas entre ambos países que culminaron con el restablecimiento de relaciones diplomáticas, un logro que muchos consideraban imposible.

En Colombia, sus esfuerzos por impulsar el proceso de paz entre el gobierno y las FARC representaron otra intervención significativa. Durante su visita en 2017, el Papa no solo bendijo los acuerdos sino que impulsó la reconciliación en un país dividido por décadas de conflicto armado. También intentó poner su grano de arena en Venezuela al pretender un acercamiento entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, promoviendo el diálogo en 2016 y 2017, pero las negociaciones fracasaron.

Bergoglio también intentó frenar la guerra de Ucrania en 2022, que calificó de "asquerosa", pero no pudo, lo que sin duda se convirtió en una de sus grandes desilusiones, como contó el periodista y escritor Juan Arias. Bergoglio se mostró incluso dispuesto a un encuentro con el presidente ruso, Vladímir Putin. Francisco quiso mediar mediante un acercamiento histórico con la Iglesia Ortodoxa Rusa, especialmente con el patriarca Kirill. Su estrategia incluía aprovechar la fe religiosa del presidente Putin para buscar una vía de diálogo, inspirado en su deseo de reconciliación entre las iglesias católica y ortodoxa, pero no salió adelante, lo que puso en evidencia las limitaciones de la diplomacia vaticana frente a intereses políticos y el cisma religioso aún vigente.

La crisis migratoria ha sido otra de sus preocupaciones centrales. Su viaje a Lampedusa en 2013, primera salida oficial como Papa, puso el foco en la tragedia de los migrantes que cruzan el Mediterráneo. "¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas?", cuestionó, en un llamamiento directo a la conciencia europea. También apoyó los esfuerzos de diálogo y en 2018 bendijo el encuentro histórico entre Kim Jong-un y Moon Jae-in.

Su atención al cambio climático, plasmada en la encíclica "Laudato Si'", transformó una cuestión científica en un imperativo moral global. Este documento, publicado estratégicamente antes de la conferencia climática de París en 2015, influyó significativamente en las negociaciones internacionales.

En Medio Oriente, sus múltiples llamamientos a la paz y sus visitas a zonas de conflicto tendieron puentes donde la diplomacia tradicional fracasó. Su histórico encuentro con el Gran Imán de Al-Azhar en 2019, firmando un documento sobre "Fraternidad Humana", representó un paso sin precedentes en el diálogo interreligioso. En África medió en conflictos como en la República Centroafricana, donde abrió la primera Puerta Santa fuera de Roma en 2015 como gesto de reconciliación.

La pandemia de la covid-19 reveló otra faceta de su diplomacia, abogando por una distribución equitativa de vacunas y criticando el "nacionalismo de vacunas" que profundizaba las desigualdades globales.

Como todo actor político de relevancia, sus intervenciones no han estado exentas de controversia. Sus críticas al capitalismo desenfrenado han generado tensión con sectores conservadores en países desarrollados. Sus posturas sobre temas como migración, medio ambiente y justicia social lo han posicionado como un líder progresista para algunos y como demasiado político para otros.

El estilo diplomático de Francisco combinó gestos simbólicos poderosos con negociaciones discretas. Sus viajes internacionales, cuidadosamente planificados, solían apuntar a regiones en conflicto o marginadas. Sus palabras, a veces directas y polémicas, otras veces medidas y conciliadoras, buscaban influir en la opinión pública mundial.

A medida que avanzaba su pontificado, Francisco consolidó al Vaticano como un actor diplomático único, capaz de intervenir donde otros estados no pueden. Sin ejércitos ni recursos económicos masivos, la diplomacia vaticana bajo su liderazgo ha demostrado que el poder blando y la autoridad moral siguen siendo herramientas efectivas en un mundo cada vez más polarizado.