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Rusia

Un Putin debilitado podría sufrir otro golpe de Estado

El presidente ruso sigue intentando reponerse del mayor desafío a su liderazgo en 23 años

Putin addresses the nation as Wagner Group's chief accused of mutiny SERGEI ILNITSKYEFE

El golpe de Estado de Wagner colocó a Vladimir Putin en una posición de debilidad de la que aún no ha conseguido salir. Yevgueni Prigozhin justificó su «marcha por la libertad» hacia Moscú como la única vía para forzar un cambio en la cúpula militar rusa, la solución para descabezar el Estado Mayor del Ejército de Valeri Guerásimov y el Ministerio de Defensa que dirige Serguéi Shoigú y recuperar la iniciativa de la denominada «operación militar especial» en Ucrania. Sin embargo, el motín armado era en realidad un desafío al poder centralizado de un Putin que, consciente de la amenaza, decidió abandonar el Kremlin.

El anuncio del Ministerio de Defensa que obligaba a los miembros de las compañías militares privadas, proscritas según la legislación rusa, a firmar contratos directamente con el Estado antes del 1 de julio precipitó una rebelión que comenzó en la mañana del pasado 23 de junio con la toma del cuartel general del Distrito Militar Ruso en Rostov del Don y que acabó unas horas después a las puertas de Moscú, sin apenas encontrar resistencia. Ni siquiera las Spetsnaz, las fuerzas especiales rusas, aparecieron para detener el avance de los mercenarios de Wagner. Pero los militares del Ejército regular tampoco cerraron filas con los hombres de Prigozhin, algo que este quizá esperaba por sus contactos en la capital o por su exceso de confianza.

Un mes después, siguen existiendo dudas sobre el alcance y las implicaciones del motín. Muchos no entienden que Prigozhin no consiguiera derrocar un régimen que consideran cada vez más debilitado, según las fuentes de The Insider, la revista de investigación con sede en Riga. El hostelero reconvertido en oligarca goza de un amplio apoyo entre las filas del FSB, del GRU y del Ministerio del Interior. Por eso, quizá, Putin se vio obligado a negociar una salida a la crisis, primero con la mediación del autócrata bielorruso Alexander Lukashenko y, días después, cara a cara con el oligarca y una treintena de combatientes de Wagner, según el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

Prigozhin podría haber irrumpido en Moscú si así lo hubiera deseado, recoge The Insider, que asegura que varias personas del círculo de confianza del oligarca se mantuvieron desafiantes con las autoridades después de que Prigozhin hubiera retirado a sus hombres. Este medio cuenta que, cuando el FSB allanó las oficinas de Concord, la empresa matriz con sede en San Petersburgo que posee el oligarca, su hijo Pavel estaba presente y dijo en tono amenazante a los agentes que se acordaría «personalmente» de ellos. Poco después, tanto él como los contables de la organización fueron puestos en libertad.

Desde entonces, Prigozhin se ha reunido al menos una vez con Putin en San Petersburgo, sigue entrando y saliendo de Rusia en su avión privado, lo que sugiere que ni siquiera le han confiscado el pasaporte, y esta misma semana ha decidido reaparecer en un vídeo grabado desde «su exilio» en Bielorrusia, en una zona habilitada por Minsk para los más de 2.000 combatientes de Wagner. «Puede que volvamos a la ‘operación militar especial’», comenta en la grabación, pero insiste en que antes deben ser respetados, en un nuevo dardo a la cúpula militar rusa.

Prigozhin no ha sido fusilado ni encarcelado, de momento. La persona que más cerca ha estado de poner fin al liderazgo de Putin apenas ha sufrido represalias, más allá del allanamiento en algunas de sus residencias de lujo y la publicación de imágenes del propio Prigozhin en las que posa con pelucas y atuendos extravagantes. Buscaron desacreditarle, pero apenas han conseguido dañar su reputación. El hecho de que el líder de Wagner siga intacto se hace incluso más latente tras la detención de perfiles como el de Igor Strelkov, un ferviente nacionalista ruso detenido por airear sus críticas por los errores en la invasión de Ucrania.

Las insistentes críticas de Prigozhin contra el alto mando han acabado calando en la sociedad rusa, que considera que la guerra no se está librando con la suficiente dureza o eficacia. En este sentido, las poco fiables encuestas sugieren que una parte de la población simpatizaba con la postura del líder de Wagner, aunque no aprobara sus acciones. Ahí radica principalmente la debilidad de un Putin que debe encontrar soluciones antes de que otro actor, o de nuevo el propio Prigozhin, saque rédito.

«Los riesgos para la estabilidad política y el régimen de Putin han aumentado, y es posible que se produzcan nuevos intentos de golpe de Estado, incluso a corto plazo», subraya un informe de la Unidad de Inteligencia de The Economist. En términos históricos, sin embargo, los golpes de Estado fallidos suelen ayudar a los gobernantes a consolidar su poder, por lo que, a pesar de las apariencias, Putin podría ser ahora más difícil de derrocar que nunca. Con todo, en caso de serlo, las estructuras del putinismo seguirían vigentes en los servicios de seguridad, los medios de comunicación y la economía. Tampoco hay pruebas de que ningún candidato a sucederle ponga fin a la invasión, menos aún Prigozhin.

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