Cumbre de la OTAN

Juncker se tambalea al frente de la Comisión

En un momento de incertidumbre para la UE, arrecian los rumores sobre la salud del político

Jean-Claude Juncker, ayudado por Mark Rutte / Ap
Jean-Claude Juncker, ayudado por Mark Rutte / Aplarazon

En un momento de incertidumbre para la UE, arrecian los rumores sobre la salud del político.

Cualquier corresponsal que llega a la capital comunitaria suele bautizarse en los chascarrillos europeos con alguna maldad sobre la conocida afición de Jean Claude Juncker a una buena copa. En esta ocasión, los rumores alcanzan cotas más preocupantes después de difundirse ayer un vídeo en el que el presidente del ejecutivo comunitario aparece tambaleante en la cumbre de la OTAN celebrada en Bruselas. La prensa anglosajona y de los países del norte de la UE se cebaron en él, lo que obligó a los portavoces europeos a salir ayer al paso asegurando que se trataba de un ataque de ciática y niegan que Juncker tenga algún tipo de problema que le impida cumplir con su cargo.

Las imágenes datan del miércoles, en los prolegómenos de la cena que tuvo lugar en el parque del Cincuentenario en la capital comunitaria. En ella, se ve al político luxemburgués siendo auxiliado por los primeros ministros de Portugal, António Costa, y Macedonia, Zoran Zaev, para no perder el equilibrio. En otros momento, es el primer ministro holandés, Mark Rutte, el que el hace de bastón.

El portavoz del ejecutivo comunitario, Margaritis Schinas, llegó a calificar ayer de «mal gusto» las preguntas de los periodistas sobre un posible problema de alcoholismo y los «titulares insultantes explotando el dolor de Juncker». En un momento de máxima fragilidad del proyecto de integración europeo, cualquier insinuación sobre sus líderes se convierte en motivo de crisis política. Con una débil Angela Merkel atrapada en una difícil coalición y un presidente francés que no logra imponer su plan de reforma de la zona euro, Bruselas no puede permitirse más vacíos de poder. Los enemigos acechan: el Brexit, la rebelión del Este, los populistas italianos y un Donald Trump impredecible.

Juncker tiene fama por su carácter volcánico y su personalidad mucho más marcada que la de su predecesor a la hora de imponer su visión de las cosas. Cualidades que también le han granjeado enemigos entre las capitales europeas, al acecho de cualquier debilidad. Abandonará su cargo en otoño del año que viene, pero aunque se encuentra en la segunda parte de su mandato, los próximos meses –antes de la consumación del Brexit (29 de marzo) y de las elecciones europeas– resultan cruciales.

No es la primera vez que se ponen en entredicho las facultades del presidente de la Comisión. Desde que en 2014 sustituyese al portugués José Manuel Durao Barroso, varias veces se ha pedido su cabeza. La prensa alemana exigió su dimisión con una furibunda campaña y en febrero del año pasado, «Il Corriere de la Sera» incluso llegó a asegurar que su abandono era inminente. Su presunta frágil salud era uno de los motivos aducidos. Como llueve sobre mojado, ayer los representantes de Merkel se vieron obligados a precisar que su confianza en él es «muy alta».

El ex presidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem también llegó a insinuar en un programa los problemas de Juncker con el alcohol. El presidente de la Comisión negó las acusaciones en una entrevista con «Liberation», negó las acusaciones. «Se puede perdonar todo a un político, salvo el alcoholismo». En esa charla sacó a colación sus problemas con la ciática tras un accidente de coche en 1989 que le dejó en coma tres semanas y seis meses confinado en una silla de ruedas. A pesar del tono exculpatorio de la entrevista, el corresponsal contó que durante el encuentro Juncker ingirió cuatro copas de champán y sólo una ensalada.

Los rumores nunca han cesado. Fueron también muy comentadas las imágenes de Juncker en 2015 en una cumbre en Riga cuando, al dirigirse al primer ministro húngaro Viktor Orban (conocido por su autoritarismo) le llamó: «Hola dictador», con una desinhibición propia de quien ha tomado quizás alguna copa de más.

Con evidente malestar, el servicio de portavoces repitió ayer que Juncker toma medicación contra la ciática, aunque no dieron más detalles sobre qué tipo de pastillas y si esos analgésicos tienen efectos secundarios parecidos a los de una borrachera. También niegan que mezclara medicamentos con alcohol. A pesar de la acumulación de viajes los próximos días, incluido uno a España, no habrá modificaciones en la agenda porque no son necesarias. Su equipo dice que Juncker puede con todo.