Guerra en Gaza

"Queremos que el cuerpo de Ronen sea enterrado en Israel, que no esté en manos de los nazis de Hamás"

Karina y sus hijas fueron liberadas, pero el cadáver de su marido sigue en Gaza. La lucha de las familias secuestradas continúa

Diego Engelbert, en plaza de los secuestrados de Tel Aviv
Karina y su marido fallecido, RonenCedida

Karina Engelbert, de 51 años, vivía en el kibutz de Nir Oz junto a su marido Ronen y su hijas Mika, de 18 años, y Yuval, de 11. Como muchos de los vecinos de esta comunidad a 1,6 kilómetros de la Franja de Gaza, los cuatro fueron secuestrados por miembros de Hamás durante la matanza de aquel «sábado negro» de octubre.

«Karina y sus hijas se escondieron en el refugio de la casa. Al despertarme con las alarmas y las noticias les pregunté rápidamente cómo estaban: me cuenta que Ronen salió, ya que es paramédico voluntario», recuerda su hermano Diego. Después, a las 10:30 «me habló muy bajito, en silencio, nada típico en ella. Palabras que retumbaron en mi cabeza una y otra vez: ‘Entraron en casa’».

Después no volvió a tener noticias hasta la noche del 27 de noviembre, cuando ellas fueron liberadas. Ahora ha sabido que su hermana salió de la «habitación segura» con un cuchillo para intentar distraer a los tres «malditos» que allí había para intentar que sus hijas tuvieran una oportunidad o, al menos, no fueran vistas.

Mika y Yuval , secuestradas por hamas y ya liberadas
Mika y Yuval , secuestradas por hamas y ya liberadasCedida

A pesar de su resistencia, se la llevaron en una moto, maniatada entre dos milicianos de Hamás. Intentó caerse, los mordió... Y finalmente recibió una paliza. Pasaron 54 días en cautiverio y, lo peor, que no estuvieron juntos.

A sus hijas las hallaron y metieron en un jeep. «El vehículo chocó contra otro y volcó. Mika se rompió la pierna y a uno de estos diablos se le escapó un tiro dentro de la camioneta e hirió a Yuval en la pierna. Para que dejara de gritar la drogaron con ketamina». Las trasladaron al hospital (no saben a cuál) y operaron dos veces a Yuval. «Estuvo ingresada, sin sus padres, sin conocer el idioma, sin muestras de cariño... ¿Qué monstruos hacen esto a una niña de 11 años?». Ha perdido un dedo del pie y una parte de un hueso de la pierna.

En paralelo, los terroristas se llevaron a Karina a una casa de una familia gazatí. Allí estuvo encerrada 23 días en el sótano. Los oía hablar, regañar a los niños, comer, jugar. «Le trataron como a un perro, sin apenas darle de comer más que los tres primeros días un pan de pita. Ha perdido 11 kilos». Después dejaron de alimentarla. Pero ella solo quería dar con sus hijas y molestaba a sus carceleros con un sinfín de preguntas sobre ellas y su esposo.

«No tenía nada que perder», resume Diego, quien recuerda que su hermana acaba de superar un cáncer de mama.

Karina y su marido fallecido, Ronen
Karina y su marido fallecido, RonenLa Razón

«Un día la vistieron con el hiyab y un hombre se la llevó. La paseó por Gaza en su camioneta». Hasta que la metió en otro sótano: ahí reconoció a un vecino del kibutz junto a su hija. Y entonces las tres se reencontraron.

«Estuvieron encerradas junto a otras nueve personas. Solo se bañaron una vez (con botellas de agua) y se repartían una lata de atún entre todos». 31 días después, fueron liberadas. Aunque Diego lamenta que los hombres no corrieron la misma suerte.

«Cuando las vi tan flacas, sin color en la piel, parecían de otro mundo». Sus sobrinas estaban heridas. Todas ingresaron en un hospital de Tel Aviv donde reciben tratamiento y apoyo psicológico. A la pequeña todavía le quedan semanas de hospital hasta que se pueda recuperar totalmente.

«Está con antibióticos en vena, pues tiene una enorme infección y ya ha sido operada una vez». «Al principio no hablamos nada. Hasta que mi padre la abrazó y Karina se echó a llorar». A los cuatro días de su liberación, se enteraron de que «habían matado a Ronen y su cuerpo lo tiene Hamás». Las rompió. «Una vez más», los terroristas «apagan la luz de la vida».

Karina, secuestradas por Hamas y ya liberada y su marido Ronen que también fue secuestrado, pero a él lo mataron. Su cadáver sigue en gaza
Karina, secuestradas por Hamas y ya liberada y su marido Ronen que también fue secuestrado, pero a él lo mataron. Su cadáver sigue en gazaLa Razón

El hecho de que no tengan un lugar donde llorar a su marido, padre, cuñado... le indigna y conmueve. «Mi hermana no tiene dónde estar con él», lamenta.

Sobre los fallos en la seguridad de Israel, Diego prefiere de momento no hablar. «Ahora no es el tiempo de política chica, si no de seguir nuestra lucha para que todos los que siguen dentro vuelvan con nosotros. Todos. También el cuerpo de Ronen. Mi hermana merece que su marido esté en sus manos y enterrado en la tierra de Israel, no en manos de esos nazis».

A lo largo de la entrevista, Diego se muestra muy duro con "las organizaciones internacionales que tienen que ayudar y no lo hacen". "La Cruz Roja no hizo nada y mi hermana necesitaba tratamiento por el cáncer y mis sobrinas estuvieron heridas".

A pesar de que su hermana ha vuelto Diego acude cada día a la llamada Plaza de los Secuestrados de Tel Aviv pues aún quedan 137 israelíes capturados por Hamás. "Todos tienen que estar aquí".

Diego Engelbert, en plaza de los secuestrados de Tel Aviv
Diego Engelbert, en plaza de los secuestrados de Tel AvivCedida

Al acceder a la plaza, un enorme cronómetro recuerda los días, horas, minutos y minutos que estas familias pasan sin sus seres queridos. Una angustiosa ausencia que se mezcla con la esperanza al ver que algunos de los secuestrados han logrado salir con vida.

En ese sentido, Diego reconoce que "ahora es tiempo de abrazar y atender heridas de los heridos, ayudar a ser más fuerte espiritualmente, dar fuerza psicológica... No va a ser fácil. Harán falta años".

En el centro de la plaza, ubicada frente a edificios del ministerio de Defensa y Museo de Tel Aviv, un hombre enciende las velas de una larga mesa con 240 sillas vacías, el número inicial de secuestrados por Hamás el 7 de octubre. Es Janucá, la fiesta por excelencia de los judíos y los israelíes han llevado juguetes, pequeñas peonzas de madera a los lugares en los que se sientan los menores aún secuestrados.

«La lucha no puede parar», asevera Diego. "Yo no voy a parar".

“La gente los llama animales (a los terroristas de Hamás), y yo les digo que son peores, pues los animales sólo matan para comer, no matan por asesinar” y añade que asesinaron a los dos perros de Karina, a uno a tiros y a la otra con una granada.

Tras 54 días de secuestro, lo que más valoran ahora es el poder elegir, la libertad de tomar decisiones, tener opciones. "La pequeña, que está en un hospital y les atienden con todo, pidió ir a un supermercado para ver todo lo que había y seleccionar ella misma lo que quería. Fue muy bueno para ella escoger".