
Sahel
Rusia y las juntas militares del Sahel estrechan su alianza: "Ucrania es un Estado terrorista"
Los ministros de Exteriores de Mali, Níger y Burkina Faso viajan a Moscú para reunirse con su homólogo ruso

La presencia Rusia en el Sahel se refuerza sin pausa ante la mirada consternada de sus contrincantes. Es una dinámica que no se detiene, sino que crece robusta, cada vez más ordenada, cultivada a partes iguales por las juntas militares que gobiernan Mali, Níger y Burkina Faso. La última muestra de esta cercanía está teniendo lugar en Moscú. Entre el jueves y el viernes de esta semana, los ministros de Exteriores de las tres naciones que conforman la Alianza de Estados del Sahel (AES), iniciaron una ronda de consultas con miembros del gobierno ruso y lideradas por el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, con el fin de estrechar los lazos entre las naciones implicadas.
Uno de los temas principales a tratar, como es de suponer, consistió en reforzar el partenariado de seguridad que sostiene Moscú con los tres países citados. Lavrov hizo hincapié en “la disposición de Moscú a ayudar a ampliar el potencial de las fuerzas armadas unidas del Sahel, fortalecer la capacidad de combate de los ejércitos de los tres países y entrenar a sus tropas y personal encargado de hacer cumplir la ley", en un contexto donde los tres países africanos se encuentran en una situación crítica en su guerra contra el yihadismo armado. Aunque la alianza con Rusia en materia de seguridad no está trayendo los resultados esperados en el campo de batalla, nada de esto quita que las juntas militares sigan dispuestas a cooperar con los rusos, después de expulsar a la totalidad de las tropas occidentales desplegadas en sus respectivos territorios.
En los últimos años, Rusia ha sido el mayor socio de la Alianza de Estados del Sahel en cuestiones de seguridad. El grupo Wagner pronto hará cuatro años desde que empezó a operar en Mali, mientras que se ha registrado en el último año una creciente presencia de operativos de Africa Corps. Habría que añadirle la provisión de armas (vehículos blindados, drones, armamento e incluso sistemas antiaéreos) y los programas de instrucción y de entrenamiento dirigidos a las fuerzas armadas de los países involucrados. Nada de esto quita que los ministros sahelianos definiesen las actuales conversaciones en Moscú como “un paso crucial” que estrechará aún más las opciones de cooperación.
Debe entenderse que existen dos diferencias fundamentales entre la cooperación militar rusa y la cooperación militar francesa a ojos de los sahelianos, pese a que ambas hayan traído resultados insuficientes. Primero, que Rusia no mantiene el pasado colonial que existe entre Francia y el Sahel. Esto facilita el apoyo popular a las misiones rusas, que son vistas como una muestra de cooperación entre Estados, antes que como una forma de neocolonialismo acompañado de la presencia militar de una ex metrópoli. Por otro lado, la alta participación de tropas rusas en misiones de combate (que quedó reflejada tras la muerte en julio de 2024 de alrededor de 80 operativos Wagner en Tinzaouaten) contrasta con el modus operandi de las tropas francesas en el marco de la Operación Barkhane, donde la presencia de los galos en la primera línea de batalla era menos habitual, por no decir mínima. Este detalle, aunque indiferente a la hora de mirar los resultados totales, muestra a la población local un compromiso por su seguridad que es recibido de forma positiva.
Sin embargo, los abusos contra la población civil por parte de las autoridades, aunque ya existentes antes de la llegada de los rusos, se han multiplicado en forma de masacres de civiles y de ejecuciones sumarias, lo que ha llevado a múltiples denuncias de distintos organismos por el peligro que supondrá a la hora de alcanzar una reconciliación social. Operativos Wagner y soldados malienses incluso atacaron en ocasiones el lado mauritano de la frontera, procediendo a secuestros, ejecuciones y robos de vehículos tras la justificación de que Mauritania sirve como refugio para miembros del JNIM (grupo terrorista afiliado a Al Qaeda) y del movimiento independentista de Azawad. Pese a que es cierto que miembros de los grupos insurgentes se refugian en ocasiones en territorio mauritano, estos ataques intermitentes han provocado en el pasado reciente graves tensiones diplomáticas entre Mauritania y Mali.
Las juntas militares del Sahel buscan constantemente responsables externos a sus propios fracasos. Francia es acusada asiduamente de promocionar el terrorismo en la región. Mauritania y Argelia son acusadas de acoger en sus territorios a terroristas, independentistas o familiares de estos. Y Ucrania también ha sido acusada en ocasiones de promocionar el terrorismo en la región (hace meses que los países de la AES cortaron sus relaciones diplomáticas con Kiev), después de que se supiese que los ucranianos habían asesorado y colaborado con los independentistas de Azawad antes de la batalla de Tinzaouaten. Los independentistas de Azawad, pese a reunirse en la facción armada conocida como Frente de Liberación de Azawad (FLA), no deberían considerarse terroristas por definición; pero sí que lo son para las juntas militares, que se han referido a ellos con estos términos en distintas ocasiones.
Es por ello que Lavrov supo leer la sala durante su reunión de ayer con el resto de los ministros y determinó que “compartimos puntos de vista comunes sobre la lucha contra la inseguridad y el terrorismo en nuestra región, que cuenta con el apoyo de patrocinadores extranjeros y actores regionales […]. Esto incluye a Ucrania, que está aquí mismo, a la que consideramos simplemente un Estado terrorista”. Abdoulaye Diop, ministro de Exteriores maliense, concordó con el ruso al indicar que Ucrania “es un Estado terrorista”.
La alianza entre Rusia, Mali, Níger y Burkina Faso tiene enormes repercusiones a nivel global. No se trata sólo de que los tres países africanos cuentan con importantes reservas de oro, petróleo y uranio, tres materias primas de gran importancia económica. Ni que sean tres países que están librando una cruenta guerra contra el yihadismo armado, cuyo fin último es la destrucción de los valores tradicionales europeos y africanos. Ni siquiera se trata de que el concepto de frontera avanzada exige que Europa presente atención a los acontecimientos en el Sahel, llevando a que se considere como “el flanco sur de la OTAN”. Tampoco se debe a que la nacionalidad mayoritaria que arribó a Canarias desde África en 2024 era la maliense, igual que se tienen informes recientes de la apertura de una base rusa en Agadez (Níger), que se considera una de las encrucijadas más importantes para la inmigración del África Subsahariana. Ni que Francia haya sido expulsada de estos países por una mezcla de su propia soberbia y del empujoncito ruso, arrastrando a Europa con ella.
Es todo a la vez. Rusia lo sabe. Los africanos lo saben. Los europeos lo saben. El panafricanismo que promulgan los Estados del Sahel trasciende a su región y se sumerge en un tablero geopolítico complejo, marcado por las alianzas internacionales y las luchas económicas que determinarán una victoria.
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