CIJ

Sudáfrica, Irán y Rusia, tres naciones unidas por el fantasma de Nelson Mandela

La demanda interpuesta por Sudáfrica contra Israel ante la CIJ responde a criterios morales pero también políticos y estratégicos

Hague (Netherlands), 12/01/2024.- (L-R) John Dugard, professor of International Law, lawyer Tembeka Ngcukaitobi and lawyer Adila Hassim, sit ahead of the hearing of the genocide case against Israel brought by South Africa, at the International Court of Justice (ICJ) in The Hague, The Netherlands, 12 January 2024. According to the South Africans, Israel is currently committing genocidal acts against Palestinians in the Gaza Strip, the allegations which has been denied by Israel. Thousands of I...
Abogados sudafricanos ante la Corte Internacional de Justicia.REMKO DE WAALAgencia EFE

Sudáfrica ha acusado a Israel de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia y se encuentra actualmente, según sus abogados, preparando sendas demandas contra Estados Unidos y Reino Unido por su complicidad ante los acontecimientos en Gaza. Las redes sociales no han tardado en vincular la demanda interpuesta contra Israel con el apartheid, Nelson Mandela y la lucha por los derechos humanos. Nelson Mandela falleció en 2013, la ONU indicó en 2022 que Sudáfrica se encuentra “al borde de una explosiva violencia xenófoba” y es hoy el cuarto país del mundo con más homicidios voluntarios al año. Pero, por alguna razón, donde cada nación del mundo y sin excepciones se desenvuelve persiguiendo sus propios intereses, Sudáfrica parece haberse convertido en el único país que se rige en exclusiva por sus criterios morales.

Haría falta, sin embargo, analizar la realidad de Sudáfrica más allá de la figura de Mandela para comprender la actualidad de la nación africana, sus intereses y aliados en el panorama internacional y, finalmente, el cúmulo de acontecimientos que han llevado a Sudáfrica a ser uno de los socios más poderosos de Rusia y de Irán en el continente africano.

Sudáfrica y Rusia

Este 2024 se cumplirán 30 años desde que Nelson Mandela fue nombrado presidente. Desde entonces, su partido político, el Congreso Nacional Africano (CNA) ha gobernado el país de forma ininterrumpida. Aunque el partido tuvo una versión primigenia fundada en 1912 bajo el título de Congreso Nacional Nativo de Sudáfrica, no sería hasta la década de 1950 que obtuvo un apoyo significativo de parte de la sociedad sudafricana. Los años previos consistieron en una adaptación de las ideas primitivas del CNA a la creciente corriente comunista que se extendió por el globo al término de la II Guerra Mundial, lo que vinculó al partido con los movimientos de independencia del continente africano pero también a la Unión Soviética. Prueba de ello fue la estancia de Oliver Tambo, cofundador del CNA, en el 165º Centro de Formación para Personal Militar Extranjero en Simferópol, Crimea. Por Crimea también desfilaron figuras como Agostino Neto, futuro presidente de Angola y líder del partido marxista MPLA, o Sam Nujoma, que fue un líder histórico de la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (Namibia) durante su etapa marxista-leninista.

Nada de esto excluye que Sudáfrica fuera la primera nación del mundo en reconocer a la Federación Rusa tras el colapso de la Unión Soviética, ni que la presidencia de Jacob Zuma (2009-2018) se resumiera como una etapa de acercamiento de vínculos con la Rusia de Putin. Durante esta época tuvo lugar la integración de Sudáfrica en los BRICS, gracias al apoyo de Rusia, mientras que el inquilino del Kremlin aprovechó sucesos de vital importancia en África (como la muerte de Gadafi) para iniciar una política de acercamiento al continente, donde encontró en Jacob Zuma, que fue miembro del Partido Comunista en su juventud, una posible puerta de acceso. Jacob Zuma, que respaldó públicamente en 2022 la invasión rusa de Ucrania.

Pese a la creciente proximidad entre Pretoria y Moscú, las relaciones entre Occidente (con especial mención a Estados Unidos) y Sudáfrica se han mantenido en la medida de lo posible. Desde una perspectiva económica, los niveles de comercio entre Rusia y Sudáfrica no alcanzan los que mantiene el país africano con Alemania o Reino Unido, mientras que la administración Obama consiguió una mejoría en las relaciones que se habían enfriado durante la presidencia de George Bush, y que nuevamente se enfriaron cuando Donald Trump criticó abiertamente la política interna y exterior de Sudáfrica. Igualmente, el recuerdo de Nelson Mandela como una figura libertadora ha arraigado en la sociedad occidental, generalmente informada a destiempo de la realidad africana, y con un arraigo especial entre la izquierda europea.

La guerra de Ucrania trajo cambios. Estados Unidos exigía a la comunidad internacional su condena a la invasión rusa mientras Sudáfrica decidió adoptar una postura neutral desde una primera instancia. Las tensiones crecieron cuando el embajador estadounidense, Reuben Brigety, acusó en mayo de 2023 a Sudáfrica de proveer a Rusia de armas y municiones, algo que nunca fue confirmado. Sudáfrica participó igualmente en una serie de ejercicios navales con la marina rusa en febrero de 2023 y su Gobierno afirmó tras la emisión de la orden de detención de la CPI que no procedería al arresto de Vladimir Putin, si el presidente ruso acudía en persona a la cumbre de los BRICS que se celebró el pasado verano en Johannesburgo. Finalmente fue Serguéi Lavrov quien acudió como líder de la representación rusa.

En la II Cumbre Rusia-África que tuvo lugar en julio de 2023, el presidente Cyril Ramaphosa hizo un llamamiento a la paz en Ucrania y expresó la preocupación de los gobiernos africanos en cuanto a las dificultades yacientes en el suministro de grano y de fertilizantes al continente, pero no quiso dejar de agradecer a Putin la donación de entre 25.000 y 50.000 toneladas de grano a la población sudafricana. Su discurso incluyó citas como “recordamos con profunda gratitud cómo el apoyo del pueblo y del gobierno de la entonces Unión Soviética sostuvo nuestra lucha por la liberación” y “acogemos con satisfacción el enfoque en una mayor cooperación entre Rusia y África para promover la inversión”.

Paralelo a la guerra de Ucrania, ha renacido en el continente africano un sentimiento popular que busca nuevas alianzas globales que escapen de Occidente y que buscan, tal y como expresó Ramaphosa en San Petersburgo este verano “una mayor participación de los países del Sur Global” en los acontecimientos actuales. Mali, Burkina Faso, Níger, República Democrática del Congo, Guinea Ecuatorial o la juventud senegalesa han mostrado su rechazo a Francia y a Europa mientras Rusia parece haberse posicionado como abanderada de una alternativa que incluye la cooperación con terceras naciones (entre las que se incluiría China, que posee una fuerte influencia en los medios de comunicación y económicos sudafricanos). El Congreso Nacional Africano, una formación política seriamente desgastada tras décadas en el poder y que en las últimas elecciones presidenciales apenas si obtuvo un 57% de los apoyos, a sabiendas de que en 2024 habrá elecciones de nuevo, se permite recordar su lucha contra el apartheid en el siglo pasado para colocarse nuevamente como un partido de referencia en las nuevas corrientes panafricanistas. Nuevas corrientes panafricanistas cuyos vínculos con Rusia son innegables desde 2022.

En marzo de 2022, Ramaphosa culpó a las políticas “expansionistas” de la OTAN de provocar en primer lugar la guerra en Ucrania; el 25 de junio espetó al presidente Macron que “los africanos no somos mendigos”; y recientemente interpuso una demanda contra Israel en la CPJ.

Sudáfrica e Irán

Teherán y Pretoria no siempre han conseguido combinar sus intereses. Tras la revolución iraní de 1979, el país asiático rompió sus relaciones con Sudáfrica e instigó un boicot comercial contra el gobierno del apartheid. Las relaciones que se retomaron en 1994, durante la presidencia de Nelson Mandela. Tampoco hay que olvidar que Mandela señaló la revolución iraní como un ejemplo de la liberación contra la opresión y que mantuvo una estrecha relación con los dirigentes iraníes durante su mandato. De hecho, una de las calles más populares de Teherán tiene el nombre de Nelson Mandela Boulevard.

Igual que los vínculos entre Rusia y Mandela se han prolongado más allá del famoso líder africano, algo similar ha ocurrido con sus relaciones con Irán. El pasado mes de agosto, por ejemplo, Teherán anunció haber alcanzado un acuerdo con Sudáfrica para “desarrollar y equipar” cinco refinerías en suelo sudafricano, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, y la ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación de Sudáfrica, Naledi Pandor, firmaron además un documento sobre cooperación económica.

Cuando se hizo público este verano que Irán podría ser uno de los nuevos países añadidos en los BRICS, desde Teherán se solicitó expresamente el apoyo de Sudáfrica para “acelerar” su integración en el bloque. En septiembre de 2023, los ministros de Exteriores de ambos países se reunieron al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas y Amir-Abdollahian agradeció a Sudáfrica su apoyo en cuanto a la inserción de Irán en los BRICS. Añadió que “las relaciones con Sudáfrica son una prioridad muy importante para nosotros y no tenemos restricciones para promover los vínculos con el país”.

Naledi Pandor es una pieza importante a considerar en el tablero. Poco después del 7 de octubre, Hamás emitió un comunicado donde agradecía a la ministra su apoyo en lo referente a los ataques armados de la organización palestina y que habría sido expresado durante una llamada telefónica. La oficina de Pandor negó en un primer momento que la llamada hubiera tenido lugar, algo que posteriormente se reconoció, aunque matizando que Pandor únicamente había ofrecido ayuda humanitaria y no militar al líder de Hamás, Ismail Haniyeh. Este incidente provocó nuevas reticencias entre varios parlamentarios estadounidenses, como el senador republicano Jim Risch, que tildó de “peligrosas” las relaciones de Estados Unidos con un país “no alineado” como es Sudáfrica. Y los caminos que unen Estados Unidos y Sudáfrica, sea por Rusia o por Irán, cada vez se distancian más. Pandor también se reunió con su homólogo iraní el 23 de octubre.

Rabbi Warren Goldstein, el principal rabino en Sudáfrica, ha pronunciado este mes de enero duras críticas contra su Gobierno por su reacción a los sucesos en Gaza. Hace menos de una semana indicó que “la comunidad judía del país, que suma alrededor de 70.000 personas, ha estado en una posición incómoda desde el ataque terrorista de Hamas”, mientras calificó a Sudáfrica como “un país que lidera la lucha internacional contra Israel” y, más allá, como “el tonto útil de Irán”. En su discurso llegó a decir que “permitir que las oficinas de Hamás operen libremente en Ciudad del Cabo no es sólo una traición a Israel y a la democracia, sino también una afrenta a los cristianos en África”.

Sudáfrica ya ha elegido bando. Ya es un país alineado, pero no con Occidente. Las demandas interpuestas contra Israel, Estados Unidos y Reino Unido, más allá de su condición moral en busca de la salvaguarda de los niños palestinos, se trata igualmente de una herramienta política con finalidades concretas y vínculos claros con los deseos geoestratégicos de Rusia y de Irán. El mundo nunca es de color rosa ni desinteresado, lamentablemente. Y la realidad siempre debe tenerse en cuenta.