Sudán
El terror en Sudán: 90.000 civiles han desaparecido tras la última ofensiva de las RSF
Testigos presenciales aseguraron a trabajadores de Naciones Unidas que los civiles que huyeron fueron tiroteados en las salidas de El Fasher
La caída de El Fasher, capital de Darfur Norte, el pasado 26 de octubre, ha desencadenado uno de los episodios más oscuros de la guerra civil sudanesa. Durante días, combatientes de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés), el grupo paramilitar que arrebató la ciudad de las manos del ejército regular de Sudán, compartieron en redes sociales vídeos donde se veía como cazaban a civiles, niños, ancianos, mujeres; y otros donde alfombras de cadáveres servían como escenario de la barbarie. De nada sirvió el clamor internacional porque las RSF siguen recibiendo armas y asesinando a quienes se resisten a su avance.
Según ha informado la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), hasta 100.000 personas huyeron de El Fasher durante los días inmediatos a su toma. Y, sin embargo, apenas 10.000 personas han sido registradas en los puntos de llegada. El resto de los fugitivos permanecen en algún punto intermedio entre la ciudad y la seguridad relativa de los campos de refugiados. Unos siguen atrapados en zonas de combate, otros escogieron desplazarse por rutas que escapan al radar de Naciones Unidas. Se espera además que un elevado número hayan sido asesinados durante su huida, aunque el número exacto nunca saldrá a la luz.
Este lamentable fenómeno en donde miles desaparecen del mapa no es nuevo en los conflictos africanos, pero sí que se considera excepcional por su magnitud y por el horror que lo envuelve.
El Fasher tenía en 2023 una población aproximada de 260.000 habitantes y llevaba más de año y medio sitiada por las Fuerzas de Apoyo Rápido. La ofensiva final que llevó a la caída de la ciudad fue rápida, de apenas unas horas, pero venía precedida por meses donde fueron constantes los cortes de suministros, ataques a instalaciones sanitarias, la escasez de alimentos y un cerco que hacía prácticamente imposible escapar.
Cuando las RSF entraron en la ciudad y comenzó la carnicería (al menos 2.000 civiles ejecutados en las primeras 24 horas), fueron miles los que emprendieron la huida, empujados precisamente por el miedo a las represalias y por el carácter genocida de las RSF, cuyas antecesoras, las milicias janjaweed, fueron las perpetradoras del genocidio de Darfur en 2003.
Una ayuda humanitaria estancada y desbordada
El primer destino de muchas familias fue la localidad de Tawila, a unos 70 kilómetros al suroeste de El Fasher. Sabían de la existencia de algunos centros de recepción y atención humanitaria en este pueblo. Y el camino se convirtió en una trampa. Una cacería. Un crimen de guerra (más) que se diluye sin consecuencias. Testigos presenciarles aseguraron a trabajadores de Naciones Unidas que los convoyes de civiles fueron tiroteados en las salidas de la ciudad, y que varios drones dispararon contra los grupos que avanzaban a pie.
Que muchas personas se vieron obligadas a esconderse durante días sin agua ni comida, esperando el momento de continuar, y que esas personas se quedaron atrás y no se volvió a saber de ellas. Algunos grupos optaron por desplazarse hacia el norte y atravesar una serie de zonas desérticas en un viaje que, en el mejor de los casos, puede durar días.
Las agencias humanitarias describen un escenario que escapa a cualquier capacidad de respuesta. Los campos en Tawila ya estaban saturados antes de la caída de El Fasher. En cuestión de horas, se convirtieron en una aglomeración de necesidades imposibles de manejar. En lo que respecta a los niños, las organizaciones internacionales alertan de niveles "alarmantes" de desnutrición aguda y de cuerpos demasiado débiles para que los tratamientos surtan efecto.
Mientras tanto, las RSF consolidan su control sobre El Fasher. Sin un atisbo de conciencia. Distintos informes indican que se han producido en la ciudad y de forma sistemática ejecuciones, desapariciones y violencia sexual. Porque la suerte de los civiles de la capital de Darfur Norte, una vez capturada por los paramilitares, era esta: o morir ejecutados sin remedio en el patio de sus casas, o probar a sobrevivir las cacerías que estaban dándose a las afueras de la ciudad.
La noción de "personas desaparecidas" (esas 90.000 personas esfumadas) se vuelve aquí difusa. Hace falta resaltar que ACNUR no habla necesariamente de gente que ha sido secuestrada o ejecutada, sino de algo igualmente desolador. Se refiere a una suerte de vacío estadístico que impide saber quién sigue vivo, quién necesita ayuda y quién está en peligro inmediato. El caos.
En conflictos como el de Sudán, donde el acceso humanitario es casi inexistente en amplias zonas de un país inmenso, este vacío significa en esencia que miles de personas permanecerán durante semanas (o meses) en una especie de limbo, desplazándose de un poblado a otro, evitando carreteras principales y sobreviviendo con lo mínimo. Los que lo consigan. Pero también debe empezar a considerarse que los desaparecidos lo estén como resultado de crímenes masivos que todavía no han salido a la luz.
Las RSF permitirán un acceso humanitario.
La reacción internacional ha sido intensa en las declaraciones de pésame y de escándalo, pero muy limitada en cuanto a su impacto real. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha celebrado una sesión extraordinaria sobre Darfur, la Corte Penal Internacional ha abierto nuevas líneas de investigación y múltiples organizaciones presionan para establecer corredores humanitarios hacia la ciudad. Y sobre el terreno pesa la realidad, que ninguna de estas iniciativas ha logrado evitar la catástrofe en curso. Las RSF no tienen intención de permitir un acceso humanitario.
La guerra en Sudán, que comenzó en abril de 2023, se ha convertido en la peor crisis actual, aunque eclipsada por conflictos más visibles en los medios. Más de doce millones de personas se han visto desplazadas dentro y fuera del país. La hambruna avanza hasta afectar a 24 millones de personas. Las epidemias, como el cólera, se multiplican. El sistema sanitario sudanés ha colapsado. La cifra que habla de "decenas de miles de desaparecidos" resume con su cruda incertidumbre la incapacidad internacional para evitar que el conflicto derive en una catástrofe humanitaria de proporciones históricas.
La pregunta fundamental en esta situación no es cuántos civiles están desaparecidos, y no muertos, sino comprender qué significa desaparecer en un territorio donde la vida humana se ha vuelto opcional. Y todo lo que queda aún.