El Salvador
Todo el poder para el «rey» Bukele
Su aplastante victoria desata la euforia entre los suyos y el temor de los que le acusan de saltarse la ley
«Este día El Salvador ha roto todos los récords de todas las democracias, en toda la historia del mundo», proclamó Nayib Armando Bukele Ortez ante una multitud abarrotada frente al Palacio Nacional, al saberse reelegido con casi el 85% de los votos cuando aún no había resultados oficiales (finalmente se quedó en un 83%). Los suyos eran 1.600.000 votos frente a un puñado de 139.000 votos de su competidor más próximo, Manuel Flores, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FLMN, por sus siglas), el humillado expartido de Bukele que fue en otros tiempos su trampolín político para que pudiera ser dos veces alcalde pero que no lo respaldó cuando quiso ser candidato presidencial.
Bukele ya tenía el poder absoluto. Y no se trata de su primer récord. Es el presidente más popular de América Latina, según la encuesta regional de Latinobarómetro en 2023. En El Salvador tiene una popularidad del 90%, a pesar de las críticas sobre violaciones a los derechos humanos en sus masivas detenciones, la acumulación de poderes absolutos y el atropello a la Constitución de su país para poder reelegirse. Bukele tiene varios registros históricos. Fue elegido el presidente más joven de El Salvador a los 37 años y consiguió en 200 días de régimen de excepción lo que nadie había logrado en 30 años: la detención de 75.000 presuntos pandilleros de las maras que tenían a los barrios aterrorizados. Alcanzó entonces la tasa de encarcelamiento más alta del mundo: dos de cada cien salvadoreños adultos están en la cárcel. Y como no había lugar para poner a tantos reclusos, también en el tiempo récord de seis meses mandó construir una cárcel de máxima seguridad, «la más grande del mundo».
El presidente «millenial», como le bautizaron los medios, o el «dictador más cool», como se autodenomina, celebró que 2023 fue el año más seguro de la historia de El Salvador, con una tasa de 2,25 homicidios por cada 100.000 habitantes, la más baja de las Américas. En 2015 El Salvador llegó a ser el país con mayor número de homicidios per cápita en todo el mundo. Ahora Bukele se da el lujo de darle la mano a Lionel Messi en su país, de ser el anfitrión del certamen Miss Universo, de contar con la biblioteca más grande del continente que funciona las 24 horas al día todo el año y de que su país sea el primero en legalizar el bitcoin como divisa.
Muchos países de Latinoamérica empiezan a mirar el modelo de El Salvador. «Bukele no se alinea con corrientes tradicionales como la izquierda, la derecha, el socialismo, comunismo o capitalismo; él toma una línea práctica de sentido común y rompe con el patrón con el que se venía gobernando. A la gente no le interesó si era de derecha o de izquierda, lo que quería era que le resolviera sus problemas y él así lo entendió», dice Luis Alberto López, periodista de El Salvador con más de 30 años de experiencia y que ha visto la evolución del presidente.
«Es cierto que su punto débil es que se salta la ley para resolver los problemas. Le pueden cuestionar el método, pero no los resultados», dice López y enumera que los puntos fuertes del presidente que todos quieren imitar podrían ser: «La determinación, el valor, la independencia y la voluntad política. No dejarse presionar ni de otros países ni de organismos internacionales. Él dice siempre que va a ser su propia receta».
Hay quienes llaman dictador al hombre que tiene a dos hermanos y algunos amigos de escuela como núcleo de confianza. Entre otros, el medio digital El Faro, que ha tenido que mudar su sede a otro país por acoso político. «Esta dictadura en ciernes no se ha construido de un día para otro. No es resultado de un golpe armado e intempestivo. Ha sido un proceso metódico de casi cinco años que ha contado con la complicidad de políticos y funcionarios corruptos, y un empresariado mayoritariamente cobarde u oportunista; con la debilidad de una oposición desacreditada, dividida o perseguida; y, ante todo, con el liderazgo de un clan familiar obsesionado con una misión: todo el poder», señaló en un editorial.
Y, en el plano internacional, varios organismos han cuestionado las violaciones a los derechos humanos en las detenciones masivas, así como las condiciones infrahumanas de las cárceles.
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