Primarias
Sanae Takaichi, la ‘Thatcher japonesa’ que pulveriza el techo de cristal sin bandera feminista .
La ex ministra de Seguridad será la primera mujer al frente del Gobierno japonés tras ganar las primarias del PLD
Japón abre una puerta desconocida en su laberinto político. Sanae Takaichi, de 64 años, ha dinamitado un techo de cristal histórico al convertirse en la líder del Partido Liberal Democrático (PLD), allanando el camino para ser, salvo un improbable traspié parlamentario, la primera mujer primera ministra del país del Sol Naciente. Pero, al parecer, no se espera una revolución progresista: esta política de verbo incendiario y raíces ultraconservadoras, discípula confesa de Margaret Thatcher, no llega para alzar la bandera de la igualdad, sino para pilotar una agenda de mano dura centrada en la seguridad nacional y la economía. En Tokio, los analistas advierten: su ascenso es más un retorno a la ortodoxia conservadora que un guiño al feminismo.
Takaichi se impuso el sábado en las elecciones internas del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), que domina la política nipona desde hace más de medio siglo. Su triunfo frente al carismático Shinjiro Koizumi —de 44 años, “surfista” y heredero político del ex primer ministro Junichiro Koizumi— y ante el experimentado, pero escasamente inspirador Yoshimasa Hayashi, confirma la preferencia de la militancia por una figura de autoridad más que por la renovación generacional.
«He hecho historia para el PLD», afirmó Takaichi, agradeciendo a quienes la apoyaron y votaron por ella. «En este momento, en lugar de saborear la alegría, me siento abrumada por lo que nos espera, una montaña de retos que tendré que afrontar con la ayuda de todos ustedes». «Debemos convertir nuestro partido en uno más enérgico y alegre para poder transformar las preocupaciones de la gente en esperanza», añadió Takaichi, pidiendo la cooperación de los parlamentarios del PLD. «De lo contrario, no podremos reconstruir nuestro Partido».
Una vez ratificada por el Parlamento, algo considerado prácticamente inevitable, Takaichi se convertirá en la quinta jefa del Ejecutivo en los últimos cinco años. Su ascenso coincide con la peor crisis de imagen del PLD desde hace décadas, arrastrado por la inflación, un escándalo de fondos irregulares y la fuga de votantes hacia fuerzas populistas como el partido ultranacionalista Sanseito, de discurso abiertamente antiinmigración.
Para recuperar a ese electorado descontento, Takaichi ha endurecido su discurso sobre un mayor gasto fiscal para el crecimiento, un ejército y una ciberseguridad más sólidos, así como regulaciones más estrictas sobre el aumento de turistas y trabajadores extranjeros. Fue criticada por citar informes no confirmados para criticar a los extranjeros por apalear ciervos en Nara, su ciudad natal, y por asegurar que numerosos infractores extranjeros escapaban de la acusación debido a la escasez de traductores.
Exministra de Seguridad Económica, ha sido una voz crítica con China y su creciente poder militar en el Pacífico. Su inclinación por visitar el santuario de Yasukuni —donde se honra tanto a los caídos de guerra como a criminales del periodo imperial japonés— la ha convertido en figura polémica dentro y fuera del país. Durante esta última campaña, sin embargo, suavizó su retórica: evitó prometer nuevas visitas oficiales a este lugar, un paso atrás respecto a su apuesta fallida del año pasado frente al saliente Shigeru Ishiba.
De rockera a heredera de la “Dama de Hierro”
De joven fue batería en una banda de heavy metal, pero sus inspiraciones políticas están mucho más cerca de Margaret Thatcher que de cualquier estrella de rock. “Iron Lady 2.0”, la llaman algunos medios conservadores. Como la británica, predica disciplina económica, autoridad moral y fortaleza nacional. Lo que no anuncia, al menos de momento, es una transformación en materia de género.
Que una mujer alcance el puesto más alto del país será, por supuesto, un avance simbólico en la representación femenina, pero Takaichi no parece tener intención de alterar las estructuras patriarcales que dominan el terreno política, según expertos. De hecho, su visión social se sitúa a la derecha de un partido ya de por sí profundamente conservador. Se opone a reformar la ley de finales del siglo XIX que obliga a los matrimonios a compartir apellido, una norma que, en la práctica, impone que la mayoría de las mujeres adopten el del marido.
Sin embargo, en su discurso de investidura prometió mejorar la representación femenina en su gabinete hasta niveles “nórdicos”. Japón ocupa el puesto 118 de 148 en el Índice de Brecha de Género del Foro Económico Mundial de 2025, principalmente por la escasa presencia de mujeres en la administración. Islandia, Finlandia y Noruega lideran esta clasificación, muy lejos del archipiélago asiático.
Continuidad “abenómica” y pulso exterior
Discípula política del fallecido Shinzo Abe, ha construido su carrera dentro de la corriente más nacionalista del PLD. A diferencia de otros dirigentes conservadores, no es partidaria del rigor fiscal: defiende mantener la política de fuertes estímulos y expansión monetaria conocida como “Abenomics”. Su regreso, advierten algunos analistas, podría sacudir los mercados.
Insiste en que su política económica será “responsable”, aunque favorable al gasto público y a mantener los tipos de interés bajos. Según la agencia Kyodo, ha pedido explícitamente al Banco de Japón que no eleve los costes de financiación, lo que podría devaluar el yen y estimular las exportaciones, pero también tensionar la deuda a largo plazo.
En el terreno diplomático, se estrenará con un desafío de altura. El presidente estadounidense Donald Trump prevé una gira por Asia en las próximas semanas y podría reunirse con la nueva dirigente. Tokio ha cerrado recientemente un acuerdo comercial con Washington que reduce los aranceles a los automóviles, pero la puesta en marcha de un fondo de inversión de 550.000 millones de dólares y las exigencias de un aumento del gasto en defensa aún podrían generar fricciones. Takaichi ya ha advertido que no dudará en renegociar los términos si considera que perjudican los intereses de su país.
Mientras tanto, su fidelidad a la memoria de Abe y su insistencia en visitar el santuario de Yasukuni amenazan con abrir una nueva brecha con China y Corea del Sur, que perciben ese gesto como una afrenta simbólica. En Tokio, sin embargo, su mensaje de recuperación del orgullo nacional encuentra eco entre un electorado veterano que teme la pérdida de influencia nipona frente a Pekín.
Un liderazgo en terreno minado
En el congreso del PLD, Takaichi obtuvo 185 votos frente a los 156 de Koizumi en la segunda vuelta, con un amplio respaldo de las bases. Después de su victoria, subió al estrado ante un grupo de legisladores que la aplaudían con visible entusiasmo. “Más que sentirme feliz, pienso en las dificultades que nos esperan. Hay una montaña de tareas por delante”, declaró. Entre risas, zanjó: “Voy a desterrar la expresión equilibrio entre la vida laboral y personal. Quiero que trabajéis como caballos”.
Su estilo directo y su discurso de sacrificio —más propio de los años del boom japonés que de la sociedad postpandemia— apuntan a un mandato de disciplina y restauración moral. Pero la nueva “dama de hierro japonesa” deberá enfrentarse a un partido fracturado, un electorado desconfiado y un bloque opositor fortalecido tras la pérdida de la mayoría parlamentaria del PLD. Romper el techo de cristal le bastará para hacer historia. Pero hacerlo sin descomponer demasiados esquemas promete ser, para Sanae Takaichi, una tarea más complicada.