
Poder naval
Vuelve a navegar el crucero nuclear de guerra ruso Almirante Nakhimov tras 30 años fuera de servicio
La combinación de propulsión nuclear, armamento hipersónico y defensas avanzadas lo convierten en una pieza central de la Flota del Norte

El Almirante Nakhimov, un crucero de batalla de la clase Kirov y el mayor buque de combate de superficie del mundo, ha vuelto a navegar tras casi tres décadas fuera de servicio. Su regreso al mar, en el marco de pruebas en el Mar Blanco, marca la culminación de un proceso de modernización que se prolongó durante más de una década y que ha convertido a este coloso de 28.000 toneladas en un emblema del renacer naval ruso.
Construido en la Unión Soviética y dado de baja en 1999, el Nakhimov parecía destinado a convertirse en otra víctima de la falta de recursos de la Rusia postsoviética. Sin embargo, en 2006 se tomó la decisión de recuperarlo y en 2014 arrancó oficialmente una modernización que, entre retrasos técnicos y presupuestarios, se prolongó hasta hoy. La reforma, considerada una de las más largas en la historia naval, incluyó la sustitución de prácticamente todos los sistemas a bordo: sensores, cableado, armamento y propulsión. Según fuentes oficiales rusas, se instalaron más de 5.000 nuevos equipos, 200 kilómetros de tuberías y 1.800 kilómetros de cables.
El Almirante Nakhimov no solo regresa a la superficie: lo hace transformado en un arsenal flotante. Sus antiguos misiles P-700 Granit, diseñados en la Guerra Fría, han sido reemplazados por 80 celdas de lanzamiento vertical capaces de albergar misiles de crucero de nueva generación. Entre ellos figura el hipersónico 3M22 Zircon, que Moscú presenta como un arma revolucionaria, capaz de superar velocidades Mach 8 y de perforar cualquier sistema de defensa antimisiles existente.
Además, el buque incorpora 96 celdas para misiles antiaéreos derivados del sistema S-400, equivalentes en poder de fuego a tres batallones completos en tierra. Esto convierte al Nakhimov en el buque de superficie con mayor capacidad antiaérea del planeta, diseñado para proteger no solo a sí mismo sino a toda una agrupación naval.
La combinación de propulsión nuclear, armamento hipersónico y defensas avanzadas lo convierten en una pieza central de la Flota del Norte, con capacidad para proyectar poder en el Ártico, el Atlántico Norte o incluso más allá. Según expertos militares, esta modernización coloca al crucero en una categoría única: no es un destructor ni un portaaviones, sino un “arsenal nuclear flotante” pensado para disuadir y amenazar a potencias rivales como la OTAN.
El regreso del Nakhimov se produce en un momento delicado para la Armada rusa. En 2022 perdió su buque insignia en el Mar Negro, el crucero Moskva, hundido por misiles ucranianos. A ello se suma el incierto destino del portaaviones Almirante Kuznetsov, que lleva años en reparación y cuya vuelta al servicio sigue siendo cuestionada.
En este contexto, Moscú ha apostado por la modernización de unidades heredadas de la era soviética. Rusia no ha construido ningún buque de gran tonelaje desde la caída de la URSS y, en su lugar, ha optado por fragatas, corbetas y submarinos más asequibles. El Nakhimov es, por tanto, tanto un símbolo político como militar: demuestra que, pese a las limitaciones económicas y tecnológicas, el Kremlin busca mantener su prestigio como potencia naval global.
El ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, subrayó recientemente que la United Shipbuilding Corporation trabaja en 62 buques y submarinos en distintas fases de construcción y reparación, un esfuerzo que refleja el intento ruso de revitalizar su flota. Sin embargo, el desafío es inmenso: mantener a flote a una armada de ambiciones globales con recursos limitados y en medio de sanciones internacionales que dificultan el acceso a tecnologías críticas.
Más allá de lo técnico, el regreso del Almirante Nakhimov es un mensaje estratégico. Rusia busca reforzar su presencia en el Ártico, donde el deshielo abre nuevas rutas comerciales y aumenta el interés por los recursos energéticos. En ese escenario, un buque de propulsión nuclear con alcance prácticamente ilimitado y armamento de última generación representa una carta de disuasión frente a la OTAN, Estados Unidos y China.
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