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Adiós a los frigoríficos: los científicos inventaron una forma completamente nueva de refrigerar

La carrera por enfriar hogares, hospitales y centros de datos sin agravar el cambio climático se ha vuelto urgente. Con los viejos gases refrigerantes en retirada y la demanda de frío disparada, la ciencia explora rutas menos contaminantes y más eficientes

Adiós a los frigoríficos: los científicos inventaron una forma completamente nueva de refrigerar
Adiós a los frigoríficos: los científicos inventaron una forma completamente nueva de refrigerarUnsplash

En las últimas décadas, el sistema dominante -compresión de vapor- ha funcionado muy bien, pero a costa de usar refrigerantes con alto potencial de calentamiento si se fugan. De ahí los compromisos internacionales para recortarlos y el interés por tecnologías “calóricas” que enfrían activando cambios físicos en materiales (magnéticos, eléctricos, mecánicos) en lugar de recurrir a esos gases. El objetivo es triple: misma o mejor eficiencia, seguridad y coste razonable.

Por qué se busca otro modelo de frío

Adiós a los frigoríficos: los científicos inventaron una forma completamente nueva de refrigerar
Adiós a los frigoríficos: los científicos inventaron una forma completamente nueva de refrigerarUnsplash

La refrigeración es ya un pilar de salud pública, industria alimentaria, farmacéutica y del confort en ciudades cada vez más cálidas. Al mismo tiempo, el parque global de aparatos crece de forma explosiva: más equipos significan más consumo eléctrico y más riesgo de fugas de refrigerantes tradicionales. El desafío es claro: necesitamos frío fiable que no comprometa las metas climáticas y que pueda integrarse en equipos reales (domésticos y comerciales) sin elevar los costes.

La propuesta: un ciclo “ionocalórico” basado en sales y cambios de fase

Una línea de investigación reciente plantea un giro elegante: aprovechar el calor latente de fusión (la energía que absorbe un material al fundirse y libera al solidificarse) y desencadenar ese cambio de fase moviendo iones con un pequeño impulso eléctrico. En la práctica, se añade una sal a un medio y, al aplicar una baja tensión, los iones desplazan el punto de fusión: se fuerza que el medio pase de sólido a líquido (absorbiendo calor del entorno y enfriándolo) y después de líquido a sólido (expulsando el calor hacia un disipador). Todo ocurre en un circuito cerrado de líquidos y sólidos, sin gases de alto impacto climático.

En laboratorio ya se ha mostrado un salto térmico cercano a 25 °C aplicando menos de 1 V, utilizando combinaciones de sales comunes y un solvente presente incluso en baterías. Además de prescindir de HFC, la química elegida sugiere un impacto climático neto muy bajo e incluso potencialmente negativo si se usan insumos derivados de CO₂. Los siguientes pasos son los de cualquier tecnología prometedora: prototipos a escala, optimizar materiales (qué sales, qué medios), ampliar rango operativo, probar ciclos continuos y cerrar balances de coste y eficiencia frente a neveras y aires acondicionados actuales.

No es que mañana desaparezcan los frigoríficos, sino que podrían evolucionar hacia equipos que enfrían con sales y cambios de fase activados eléctricamente. Si esta vía se confirma a escala real, el frío del futuro sería más limpio, competitivo y alineado con las exigencias climáticas —sin revelar el “truco” en las primeras líneas, y con el contexto que merecía.