Gastronomía

Robuchon, el chef de las estrellas

Famoso por ser el chef con más estrellas de la guía Michelin en el mundo, el francés murió hoy en Ginebra a los 73 años de edad como consecuencia de un cáncer, informó el servicio de prensa del cocinero

Fotografía de archivo (LE BRASSUS, SUIZA), 17/12/2013) del francés Joël Robuchon, famoso por ser el chef con más estrellas de la guía Michelin del mundo
Fotografía de archivo (LE BRASSUS, SUIZA), 17/12/2013) del francés Joël Robuchon, famoso por ser el chef con más estrellas de la guía Michelin del mundolarazon

Famoso por ser el chef con más estrellas de la guía Michelin en el mundo, el francés murió hoy en Ginebra a los 73 años de edad como consecuencia de un cáncer, informó el servicio de prensa del cocinero.

Joël Robuchon tiene el cielo ganado. No solo porque ayer sumara al firmamento las 32 estrellas que lo elevaron a la categoría de «cocinero del siglo», sino porque sus platos consiguieron un día amenizar la monótona rutina de las monjas que cocinaban en el seminario donde a los 12 años ingresó para ser cura. Las hermanas quedaron admiradas con las precoces dotes culinarias de aquel adolescente que pasaba más tiempo con ellas, entre fogones, que en las labores espirituales. Ellas más que nadie fueron las que lo animaron a probar suerte en el mundo de la cocina y a sus 15 años, con sus padres divorciados y libre ya de la tradición católica del seno familiar, emprendió un camino que en tiempo récord lo convirtió en el «genio de la gastronomía», como ayer titulaba el diario «Le Figaro» para confirmar su muerte a los 73 años. Un cáncer de páncreas que ha sobrellevado en la intimidad durante algo más de un año le ha impedido disfrutar de su último proyecto: un salón de té, pastelería y bar de sake, con diseño a cargo de una firma española y en una de las zonas más exclusivas de París. Un galimatías para cualquier hijo de vecino, pero perfecto compendio de lo que fue su carrera, marcada por el concepto de «atelier», con el que hermanó el tapeo español con el sushi japonés. Todo en su cocina tenía cabida: la trufa convivía con los langostinos y los raviolis, con la crema de coliflor. Aunque siendo conocido como el «democratizador» de la alta cocina tuvo que ser un sencillo puré de patatas el plato con el que conquistara no solo al gran público, sino a los jueces que le concedieron, en menos de 30 años y haciendo historia, más de una treintena de estrellas Michelin.

Pero la fama nunca se le subió a la cabeza y su campechanía con quienquiera que se le cruzara lo hacía más hispano que galo, porque como él mismo confesó en pleno «prime time» de Televisión Española, «creo que tengo algo de sangre de este país». Su espontaneidad no le impidió que, acto seguido, cayera rendido ante las manitas de cordero que una de las concursantes del «reality» culinario al que acudía como invitado estrella había cocinado. Y sus palabras eran hechos, por eso, detrás de las cámaras, no dudó en hacerle llegar una invitación a su chalé de Alicante.

Que el portavoz del Gobierno francés confirmase ayer su deceso demuestra lo que Robuchon significaba para una generación que, de no ser por el consejo de aquellas monjas visionarias, quizá se hubiera perdido a un genio.