
Pensiones
Gonzalo Bernardos, economista, advierte: "Los salarios en España son más bajos que en Alemania… pero las pensiones son superiores”
El sistema de pensiones español es una extraña paradoja: paga mucho mejor que el alemán a pesar de sueldos más bajos, una generosidad que esconde un grave problema de financiación a largo plazo

Las cuentas no salen. La jubilación de un trabajador medio en España tiene una doble cara: por un lado, la promesa de una prestación digna; por otro, una realidad aritmética que la pone en jaque. Los cálculos son tozudos y revelan que las cotizaciones acumuladas durante toda una vida laboral apenas cubren la mitad de la prestación que ese mismo trabajador recibirá. La horquilla se mueve entre los 11 y los 13 años de cobertura, una cifra que choca frontalmente con la esperanza de vida actual.
"España es un país donde a los 65 años la esperanza de vida son 21 años. Según diversos estudios, lo que pagan los jubilados solo alcanza a sufragar entre 11 y 13 años", así resume Bernardos el principal problema del sistema. En otras palabras, las aportaciones de un trabajador medio no bastan para cubrir ni dos tercios del periodo en el que percibirá su pensión. El desfase, una vez más, se cubre con dinero público.
De hecho, el principal motor de este desajuste es un dato que, en realidad, es una magnífica noticia social: la longevidad. Al alcanzar los 65 años, la esperanza de vida en nuestro país se dispara hasta los 21 años adicionales. Esto se traduce en un desembolso durante más de dos décadas para cada jubilado, un horizonte temporal para el que el sistema no fue concebido originalmente y que tensiona sus cimientos financieros de forma creciente.
En consecuencia, el sistema de pensiones español se enfrenta a un desfase crónico entre lo que ingresa por las cotizaciones y lo que gasta en pagar las prestaciones. Para salvar este desequilibrio estructural, el Estado se ve obligado a recurrir a los Presupuestos Generales para tapar el agujero. Esta dependencia convierte el pago de las pensiones en un desafío estructural para las arcas públicas que se agrava con el paso del tiempo. Esta situación alimenta la incertidumbre entre los futuros pensionistas, generando un debate sobre si existirán las pensiones cuando llegue el momento de jubilarse tal y como las conocemos.
Una generosidad que desafía la aritmética
Y es que, a pesar de estas tensiones, nuestro modelo de pensiones destaca por su notable generosidad si se le compara con el de nuestros vecinos europeos. Un jubilado en España percibe, en términos netos, el 83 % de su último sueldo, una tasa de sustitución que garantiza un poder adquisitivo elevado tras el retiro laboral y que sitúa al país en el podio de la OCDE en esta materia.
Por otro lado, esta cifra sitúa a España en una posición casi única en el contexto europeo y explica en gran medida la paradoja del sistema. Mientras aquí se alcanza ese notable 83 %, en potencias económicas como Alemania o el Reino Unido, la pensión media apenas llega a una horquilla de entre el 50 % y el 60 % del último salario, dibujando un escenario con una tasa de sustitución muy elevada que, sin embargo, debe lidiar con la amenaza constante de la sostenibilidad demográfica y financiera.
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