Andalucía

Ana Julia y la violencia doméstica

La Razón
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Lo reciente del suceso nunca fue obstáculo para esos (y esas) miserables aficionados a politizar hasta la tragedia más horrible. ¿Y si Ángel Cruz hubiese asesinado, alrededor de los fastos del 8 de marzo, a un hijo de Ana Julia Quezada? Mujer, inmigrante, negra... el target ideal para su victimización y rentable apadrinamiento por parte de la pingüe industria de la igualdad. La muerte del pequeño Gabriel debería enseñar a esta sociedad idiotizada por la hemiplejia moral que la autoría de un crimen aberrante puede recaer sobre cualquier monstruo o monstrua, menstrúe o no menstrúe y sin distinción tampoco religiosa, social ni étnica. Este infanticidio posee además todos los ingredientes, según aseguran expertos en Psicología Criminal consultados por diversos medios, para situarlo en el marco del «conflicto de pareja» o «conflicto de género», es decir, los celos patológicos hacia el padre de la criatura serían el móvil de la presunta culpable. En otras palabras, la ley recientemente aprobada en Andalucía habría beneficiado a los deudos de Gabriel como «víctimas de la violencia machista» si hubiese muerto, en idénticas circunstancias, por mano de varón. Pero nuestro parlamento regional desconsideró por unanimidad, ay, la posibilidad de que una hembra maltratase a su pareja en la persona interpuesta de su prole; una práctica atroz que, por desgracia, es harto frecuente sin que necesariamente termine en drama irreversible. La sevicia en el ámbito doméstico se perpetra contra los más desprotegidos: la mujer, por supuesto, pero también el niño y el anciano, dos colectivos sin lobby que los arrope ni legislación que los ampare. De la derogación de la cadena-perpetua-que-no-es-perpetua hablaremos en siguientes entregas, no vaya a ser que se nos desmaye algún pensador blandiblú.