España

Contaminación y factura eléctrica

“¿Alguien ha percibido una notable bajada en la cuantía de su factura una vez que ha sustituido todas las lámparas por las leds?”

La incertidumbre sobre la transición hacia una economía más limpia o baja en emisiones de CO2 depende de factores como la lluvia, el viento o el sol / Foto: La Razón
La incertidumbre sobre la transición hacia una economía más limpia o baja en emisiones de CO2 depende de factores como la lluvia, el viento o el sol / Foto: La Razónlarazon

“¿Alguien ha percibido una notable bajada en la cuantía de su factura una vez que ha sustituido todas las lámparas por las leds?”

En España parece que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) logran disminuir incluso cuando el crecimiento económico es positivo. Esta es una noticia esperanzadora aunque puede ser coyuntural ya que está referida al año 2018 que fue hidrológicamente rico. En 2018 nuestra Nación tuvo un incremento del PIB del +2,6% mientras que las emisiones de GEI disminuyeron en un 2,2% hasta sumar 332,8 millones de toneladas de CO2-equivalente. Esta unidad de medida de los gases contaminantes permite homogeneizar el valor de las emisiones de metano, del óxido de nitrógeno, de los hidrofluorocarburos, de los perfluorocarburos y de las emisiones de hexafluoruro de azufre como si fuesen todas emisiones de CO2. Para ello se multiplican las emisiones específicas por lo que los expertos denominan Poder de Calentamiento Global de cada uno de los gases. Los economistas llamamos desacoplamiento fuerte a una situación en la que la actividad económica aumenta y, al mismo tiempo, la emisión de contaminantes del tipo GEI disminuye. Alcanzar este estatus no es nada fácil. Lo habitual en el mejor de los casos es llegar a una situación de desacoplamiento suave en la que tanto la actividad económica crece como también la emisión de los contaminantes pero la primera a un ritmo mayor que los segundos. La incertidumbre que se cierne todavía sobre esta posible transición energética española hacia una economía más limpia o baja en emisiones de CO2 es si depende de factores climáticos como la lluvia, el viento o las horas de sol. Todos estos factores que están fuera del control humano determinan la aportación de tres fuentes energéticas limpias (no emisoras de CO2), la hidráulica, la eólica y la fotovoltáica. El año 2018 fue un año hidrológicamente húmedo (un 25% por encima del valor medio anual del periodo de referencia 1981-2010). Esto permitió según el Ministerio para la Transición Ecológica un fuerte aumento en la generación hidráulica (+84,9% respecto a 2017). A esto hay que unir que la aportación de la energía eólica aumentó en un 3,5%. Ambas realidades hicieron menos necesario el recurso a la quema de combustibles fósiles para producir electricidad. Hasta tal punto fue así que el documento «Avance de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero correspondientes al año 2018» del citado Ministerio reconoce que la reducción de emisiones de GEI fue posible gracias al descenso del 15,7% en las emisiones debidas a la generación eléctrica. Así las cosas, habiendo sido 2019 un año hidrológicamente menos generoso, es razonable no esperar un resultado tan bueno para el año que encara su recta final en términos de reducción de emisiones. El Ministerio también advierte de algo preocupante. Si bien aquello que escapa del control humano (lluvia, viento y sol) ayudó a reducir las emisiones, lo que sí depende de nuestras decisiones actuó en sentido absolutamente contrario. Por ejemplo y para citar el sector económico más contaminante, el del transporte, sus emisiones en 2018 aumentaron un 2,7%. Hay que tener en cuenta que este sector es responsable del 27% del total de las emisiones españolas. Tampoco tuvieron un buen comportamiento las emisiones debidas a la industria (+2%), al consumo de combustibles en los sectores Residencial, Comercial, Institucional (+1,9%) y al consumo de combustibles en maquinaria agrícola, forestal y pesquera (+4,1%). La subida del precio de la tonelada de CO2 en el mercado europeo de derechos de emisión (el denominado ETS) contribuyó a que disminuyeran un 6,6% las emisiones de las empresas incluidas en el ETS. El precio promedio de la tonelada en 2018 alcanzó los 15,88 euros y el promedio en lo que va de 2019 ya está en los 24,81 euros. Es un buen resultado si se tiene en cuenta que las industrias obligadas a participar en este mercado representan el 38,2% del total de emisiones en España. Con todo y a pesar de la mayor aportación de las energías cuyo combustible tiene un precio próximo a cero (lluvia, viento o sol), los consumidores siguen sin percibir un descenso considerable en su factura eléctrica. Por ejemplo, ¿alguien ha percibido una notable bajada en la cuantía de su factura una vez que ha sustituido todas sus lámparas por leds? ¿Y por haber comprado electrodomésticos energéticamente eficientes? El precio –no nos equivoquemos– es la señal más fuerte para motivar las decisiones de los consumidores y, de momento, la reducción global en las emisiones de gases contaminantes no ha rebajado la factura eléctrica de millones de consumidores españoles.

*Catedrático de la Universidad de Sevilla y profesor de la Universidad Autónoma de Chile