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La brecha salarial crece por provincias: las onubenses tienen los peores sueldos

La diferencia de ingresos entre hombres y mujeres se evidencia también en la comunidad, donde una trabajadora de Huelva cobra ocho mil euros menos de media que un sevillano

La presidenta, Susana Díaz (d), durante una visita a una fábrica fresera de Huelva
La presidenta, Susana Díaz (d), durante una visita a una fábrica fresera de Huelvalarazon

Diez mil euros al año es el sueldo medio que cobran las trabajadoras de Huelva. Es la cifra más baja de toda Andalucía. En la misma provincia, los hombres perciben cinco mil euros más. Es lo que se denomina «brecha salarial» y que en estos días ha saltado al debate nacional tras eludir el presidente, Mariano Rajoy, pronunciarse sobre el tema. «No nos metamos en eso», llegó a decir en una entrevista. Esa diferencia no se reduce solo a un abismo entre hombres y mujeres, si no que en Andalucía se recrudece respecto a los trabajadores del resto del país y entre las ocho provincias, con profundas diferencias.

Según los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA), lo que no cambia es que siempre son ellas las peor remuneradas, mientras que el sueldo masculino más bajo es prácticamente igual al más alto de una mujer –en Jaén ellos cobran 13.400 euros al año y las sevillanas y malagueñas que lideran alcanzan los 13.600–. En el caso del empleo masculino, sevillanos y gaditanos son los que más cobran, superando los 18.000 euros. La mayor brecha salarial se encuentra en Cádiz, donde las mujeres que trabajan cobran 5.300 euros menos que los hombres. Si se mira a España, ellas perciben un 85% menos por trabajos que requieren una cualificación similar. La media de ingresos masculina es de 25.993 euros y 20.051 para las trabajadoras. «Hace falta redefinir las categorías profesionales y que no tengan sesgos de género. Se deben evitar complementos salariales que priman cualidades masculinas como la presencia o la penosidad y eliminar esa cultura de la presencialidad de las empresas españolas, ¿por qué no se prima la productividad?», se pregunta Paula Rodríguez Modroño, profesora de Economía de la Universidad Pablo de Olavide (UPO).

«El trabajo de las mujeres siempre ha sido minusvalorado. A cualquier profesión feminizada se le atribuye un salario inferior, aunque se necesite la misma cualificación. Por eso la reivindicación feminista no es ‘a igual trabajo, igual salario’, sino ‘a trabajo de igual valor, igual salario’». «Además –prosigue– ocurre que dentro del mismo sector, la construcción de esas categorías profesionales las han hecho los hombres y han dividido las ocupaciones según sexo. Por ejemplo, en la industria agroalimentaria, un mozo de almacén cobra más que la mujer que está en la cadena de montaje empaquetando, cuando necesitan la misma cualificación: cero».

Como experta en cuestiones de género identifica otras causas que favorecen la desigualdad: «Por un lado, las mujeres tienen menos disponibilidad de tiempo, se dedican más a tareas de cuidado y familiares. Están sobrerrepresentadas en la jornada a tiempo parcial: un 27% y los hombres un 8%», y no siempre lo eligen de forma voluntaria. Rodríguez Modroño considera también que las políticas sociales impulsadas tanto por el Gobierno como por las empresas privadas favorecen que sean las mujeres las que se ausenten en mayor medida de su puesto, sea por permisos maternales o para cuidado de menores o personas dependientes. «Se debe mejorar la conciliación y adoptar más medidas públicas de cuidados», advierte. Justo el sentido contrario en el que avanzan las políticas sociales en los últimos años.

«El Estado tiene que hacer que los mercados funcionen bien y no lo están haciendo porque no se paga más al que es más productivo, si no a un hombre por el hecho de serlo», critica. Para revertir la situación señala a los sindicatos como un elemento clave. «Se echan en falta porque ellos mismos mantienen esas categorías masculinizadas y a las empresas les conviene porque están pagando menos a una gran parte de sus trabajadores». De momento, en Europa las primeras medidas adoptadas se apoyan en la mejora de la «transparencia retributiva». «Conocer lo que cobra un compañero en la misma empresa mejoraría tímidamente las diferencias –un 17% según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)–. El problema es que una mujer cobre menos que un hombre con la misma cualificación por trabajar en otro sector. Ésa es la gran brecha salarial», concluye.

Sobre las diferencias retributivas por provincias, la profesora de la UPO lo atribuye a la «segregación ocupacional». Esto se traduce en que las provincias más industrializadas, Cádiz y Sevilla, marquen los topes en cuanto a sueldos de sus trabajadores.

La principal medida para atajarla es, en su opinión, «fácil». «Reducir la brecha salarial significa subir sueldos. Las personas cotizarán más, pagarán más impuestos por la renta y se reducirían las prestaciones sociales porque habría menos hogares que las piden. Suben los ingresos del Estado y baja el gasto». Rodríguez Modroño tiene claro además que el «impulso» a las empresas para que se incrementen los salarios debe venir del Gobierno: «¿Si inspecciona los productos alimenticios que consumimos o nos quita puntos del carnet de conducir por qué no va a intervenir en eso?».