Sevilla

La herejía de «Pedrillo»

La Razón
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A Julianillo Hernández le sirvieron la corta estatura y su condición de jorobado para pasar desapercibido como arriero por los caminos de Andalucía. Su cometido no era fácil. En las alforjas de Julianillo, entre ovillos de cuero, la pella de tocino y la hogaza de pan pétreo, viajaban camuflados tomos de la Biblia en castellano que, a mediados del siglo XVI, no eran un género del agrado del Santo Oficio, defensor del latín y el griego como lenguas con las que hablarle a Dios. Igual que Julianillo Hernández menudeaba entonces en Sevilla con escrituras de inclinación protestante, «Pedrillo» Sánchez protesta ahora con un reglamento y un catón de nuevo cuño que pretende difundir por todas las federaciones, incluida la andaluza. El secretario general del PSOE, a quien no le cabe presumir de joroba ni de cortedades, ha anunciado que tomará el camino hasta San Telmo para celebrar el Día de Andalucía y, de paso, el de su buena nueva. Y lo ha decidido sin previa invitación, que tiene sus bemoles. «Hay tres clases de invitados en una fiesta», le confió Picasso a un tratante de arte, «los que hablan, los que comen y los que no han sido invitados». En cambio, al bajito y jorobado Julianillo Hernández lo esperaban en el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, en Santiponce, como el huésped más deseado. El foco luterano sevillano era entonces el más activo en España, un germen de rebeldía que no ha pervivido a los siglos, al menos a los últimos 40 años. Pedro Sánchez está empeñado en ser el reformista Pedro Sánchez. La táctica está diseñada. Distinto es que en esta santa tierra mariana se confíe en heterodoxias. Las alforjas de «Pedrillo», tal eran las de Julianillo, transportan contenidos heréticos. Distinto es que Sánchez se sienta ya inmune a la hoguera.