Literatura

Chile

Gonzalo Maier: «El estilo siempre refuerza lo que dice el argumento»

El escritor chileno mezcla humor, reflexión y observación en ocho brillantes textos

El escritor chileno Gonzalo Maier
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El escritor chileno mezcla humor, reflexión y observación en ocho brillantes textos

El escritor chileno Gonzalo Maier acaba de publicar «Hay un mundo en otra parte» (Literatura Random House), una colección de cuentos donde encontramos el personal universo literario de este insólito autor.

–¿Cuál es la génesis de «Hay un mundo en otra parte»?

–Mi sistema es que voy escribiendo bastante y voy guardando el libro, que luego voy retomando, ya sea un año o dos años más tarde. Hay un mundo funcional dentro de esta dinámica: quería hacer libros con varios textos dentro. Tenía varios textos que tiraban en la línea del ensayo y el cuento mientras que otros bordean lo experimental. Viendo todos con distancia, noté que todos trataban al final de lo mismo, que, como dice Shakespeare, hay un mundo en otra parte. Es esa fantasía de que el jardín del vecino siempre es más verde, que todo es mejor en otra ciudad o en otro país. Creo que por eso el libro tiene ese tono medio melancólico, medio triste. Es ese tono de personaje desencantado. Así que la génesis viene de cuando escojo esos textos y me doy cuenta que hay cierta unidad conceptual, pese a que en una primera instancia parezca un conjunto de textos híbridos. Me gusta unir libros por conceptos y por ideas. Eso es lo que me interesa leer como lector.

–Habla de melancolía, pero también hay humor en su libro, como en el cuento protagonizado por un maoísta.

–Sí, tiene esa cosa del personaje que fue dejado. Creo que hay una aproximación irónica de la que me cuesta deshacerme. Supongo que tiene que ver con la generación y por el lugar del que viene uno. Se mezcla esa cosa irónica y medio neurótica que es woodyallenesca porque hablo de un tipo medio superado por las contingencias prácticas de la vida. En «Hay un mundo en otra parte» se mezcla con cierta sensación de una melancolía medio rara, como la de ese tipo que llega de Holanda a Chile y quiere llegar a una gran ciudad, pero se encuentra con gallinas. O el profesor que se enamora de una niña que desaparece.

–¿Se puede resumir en veinte líneas lo que necesita un escritor? Se lo pregunto por un capítulo formado por pequeños relatos de veinte líneas.

–Creo que puede estar, pero para ciertos escritores o cierta literatura. Hay ciertas cosas que se pueden decir en veinte líneas o ciertas cosas que no pueden decirse. Pero como procedimiento, no como ejercicio, es interesante. De alguna manera, es parecido a escribir sonetos solo en endecasílabos. Es asumir una frontera, poner más limitaciones de las que serían necesarias y aprender a trabajar y moverse. Es como una disciplina. Siempre me ha interesado mucho el estilo que creo que refuerza lo que dice el argumento. Me interesa mucho el estilo como posesión política frente a la literatura porque lo hace todo más entretenido, al menos para mí.

–Me da la sensación que en algunos de sus cuentos quiere que sea el lector quien los complete.

–Nunca había pensado en el punto de vista del lector. Soy muy egoísta o egocéntrico y me cuesta ponerme del lado del lector. Asumo que lo que a mi me interesa o me parece provocador puede atraer al lector, ya sea de Chile o de España. Son textos que suponen un lector no más activo, pero con ganas de entrar en el juego y aceptar el pacto de verosimilitud o no verosimilitud en estos textos. Es ese juego de ese personaje en primera persona que no se sabe si es o no el autor.

–¿Busca provocar al lector?

–No, no me interesa provocar a nadie. Me parecía que funcionaba bien, por ejemplo, el último cuento porque es una manera de cuestionar la originalidad, esa clásica idea hemingwayiana o cortaciana del cuento con el remate perfecto. Es como lo que le decía del estilo como una propuesta política.