Angelina Jolie
No es país para viejos, pero sí para máquinas de escribir
Objeto de coleccionistas, nunca se pagó tanto por una de ellas como aquel comprador que adquirió por 254.000 dólares la original del escritor Cormac McCarthy.
Hubo un tiempo, no demasiado lejano, pero antes de antes de ayer por lo menos, en el que los alumnos de las facultades de Ciencias de la Información llevaban a clase un pesado compañero de viaje, además de la sempiterna carpeta llenita de apuntes, fotos de famosos y dedicatorias amorosas. Era una máquina de escribir, entelequia incomprensible para las nuevas generaciones, pero básica durante siglo y medio para cualquiera que quisiera juntar dos palabras con sentido.
Después de varios antecedentes, la primera de las máquinas de escribir que funcionó realmente a nivel comercial data de 1872. La última, sí, sí, porque ya no se fabrican, salió de una factoría galesa en un día triste, y seguro que gris, de noviembre de 2012. Nombres como Underwood, Olympia, Brother, Adler, Olivetti o Minolta han quedado para siempre en la memoria de escritores y coleccionistas que, en algunos casos, se pelean por conseguir algunas de aquellas joyas que hicieron felices a tantas generaciones y dieron de comer a otras tantas academias de mecanografía.
Uno de estos últimos ostenta el récord de mayor cantidad de dinero pagada por hacerse por uno de esos tesoros. Se le antojó la vieja Olivetti Lettera con la que el genial autor estadounidense Cormac McCarthy había escrito alguna de sus obras maestras como “En la carretera” o “No es país para viejos”. A él solo le había costado 50 dólares de nada, pero la consiguió vender por 254.000. Cuentan que cedió ese dinero a un centro de investigación de Santa Fe, donde reside en los últimos tiempos, pero que se reservó 50 dólares para comprarse una nueva.
Objeto de colección para actores
Es curioso recordar que hay actores perdidamente enamorados de las máquinas de escribir antiguas. Uno de los casos más populares es el de Angelina Jolie que, cuando aún estaba unida en matrimonio con Brad Pitt, pensó en una de ellas como idóneo regalo de boda hacia su pareja. Pero, claro, no era una máquina cualquiera, sino una que perteneció a Ernest Hemingway, una Underwood portátil, por la que llegó a ofrecer hasta 250.000 dólares. El vendedor no accedió y Jolie se tuvo que aguantar las ganas, igual que le había sucedido anteriormente con una en la que había escrito Tennessee Williams.
En este sentido, más suerte ha tenido Tom Hanks, otro loco de las máquinas de escribir más veteranas. Entre los ejemplares que el actor guarda en su hogar, destacan una Underwood de su padre, una Olympia Model SM8, Royal «Apollo 10», un LC Smith Corona que lleva a todas partes, un IBM Selectric I y el Hermes 3000. Casi nada.
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