Cultura
La papelería más antigua de Madrid dice adiós
El local de los Salazar, en el 7 de la calle Luchana y fundado en 1905, echa el cierre por la crisis y la revolución digital
Mientras hablamos con Ana, acaba de recibir una llamada: la del ex fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce. Tenía previsto pasarse por el número 7 de la calle Luchana en las próximas horas para dedicarles un libro. Al igual que Antonio Resines, cliente habitual. Años antes, personalidades del calibre de Antonio Fraguas «Forges» –«para nosotras era don Antonio», dice Ana– o Manuel Fraga Iribarne también acudían con frecuencia a la Papelería Salazar. Era «la» papelería de Madrid. Un comercio fundado en 1905, primero como estanco –«las papelerías entonces no existían», apunta Ana– y que desde los años 20 del pasado siglo, siempre con la familia Salazar al frente, seducía a los madrileños por sus plumas estilográficas, sus recortables... Y, sobre todo, por el cariño con el que las hermanas Ana y Fernanda, que recogieron el testigo de su bisabuela, Quintina, y de su madre, Elena, atienden a todos los que se acercan a este local emblemático de Chamberí. «No tenemos clientes, tenemos amigos», dice Ana.
Son más de 115 años de historia. Solo una papelería, en Sevilla, acumula más vivencias que la de los Salazar. «Teníamos pensado ’'jubilar’' el local, pero la pandemia lo ha acelerado. No tenemos deudas, no estamos en quiebra, y nos vamos a ir con la cabeza muy alta», explica Ana. Y es que, han visto pasar crisis de todos los tamaños. Por ejemplo, la de 2008. «Sin embargo, como ésta, ninguna. Ha superado a todo», añade.
Ha habido épocas en las que fácilmente podían dar trabajo a más de treinta personas. Sin embargo, «la revolución digital ha transformado el negocio. El comercio digital, el procedente de Asia...». Además, no tienen «relevo generacional», ya que los hijos de las dos hermanas se dedican a otros menesteres.
Hasta tal punto ha causado tristeza el cierre de la Papelería Salazar que, pese a que tenían pensado echar el cierre esta semana, al final van a tener que aplazar la jubilación unos días más. Y es que, entre los encargos pendientes y los que les han llegado ahora, desde muchos puntos de España, todos se resisten a decir adiós. «No nos dejan irnos», concluye Ana.
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