Apicultura
En algún lugar recóndito a las faldas de Gredos, el color amarillo intenso de la retama da sus últimos coletazos antes de marchitarse en una calurosa bienvenida al tiempo estival. Y allí donde las flores empiezan a apagarse bajo la luz del sol, el zumbido de las abejas se aviva anunciando para quienes saben escucharlo su partida: es hora de coger rumbo norte. «Estos días moveré de sitio las colmenas, pero aún no sé a dónde; es en este momento cuando uno tiene la oportunidad de demostrar su pericia, pues hay que estudiar el clima y valorar todas las posibilidades antes de elegir la mejor localización», explica Iván del Río sin desvelar la ubicación exacta de su apiario, uno de los 410 que hay en toda la Comunidad de Madrid. Esto es, un total de 13.682 colmenas repartidas por hasta 114 municipios, dando como resultado una producción anual de 220 toneladas de miel con carácter propio.
«Aunque fuera piensen que Madrid es todo asfalto y rascacielos, esta región cuenta con una biodiversidad inmensa en una extensión pequeña y, por eso, solo aquí podemos tener a la vez mieles de cantueso, tomillo o romero al sur y de roble, brezo o castaño al norte», sigue exponiendo el propietario de Madrid Miel, una marca que extrae de sus colmenas trashumantes hasta 30 toneladas de oro líquido al año, más del 40% con certificación ecológica.
Cuando el tatarabuelo de Iván empezó a criar abejas, la apicultura no era un medio de vida. De la misma manera que en todas las casas había viñas para que el vino no faltara en la mesa, entonces era habitual tener una colmena, casi una tradición en las tierras salmantinas de las que viene este madrileño de adopción. «Me muevo entre abejas desde que tengo uso de razón, supongo que mi padre quería que les perdiera el miedo desde muy pequeño; a los 12 años empecé a ayudar en la empresa y a los 16 decidí no seguir estudiando para dedicarme a esto, hasta hoy, que tengo ya 40», narra su historia Iván, a quien el amor acabó empujando hasta Madrid, eso sí, cargando a las espaldas con un negocio familiar cuya historia se remonta a 1860 y del que él es ya la quinta generación.
Pudiendo presumir de contar con tecnología de última generación en sus instalaciones de Leganés o de exportar su miel artesanal a nueve países, Iván del Río reconoce, no obstante, que queda camino por recorrer: «Mi padre fue el primero de la familia en ganarse el pan con esto en los años 70, época en la apicultura comenzó a expandirse y, sin embargo, en Madrid no podemos decir a día de hoy que este sector esté completamente profesionalizado; por suerte, la Comunidad está apostando por ello».
Los datos avalan la afirmación del apicultor, pues se estima que el 50% de la producción de miel en Madrid es para autoconsumo y que, de la otra mitad, un 15% es para venta local y, por lo tanto, solo un 35% se vende al por mayor. Un telón de fondo sobre el que, a través de la Dirección General de Agricultura, Paloma Martín, consejera de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid, ha anunciado la concesión de importantes ayudas en apoyo a la actividad apícola en la región.
En total, a lo largo de 2021 se invertirán hasta 385.000 euros repartidos de la siguiente manera: en primer lugar, como parte del Programa de Desarrollo Rural para la Comunidad de Madrid, se concederán hasta 100.000 euros con el objetivo de mejorar la biodiversidadlocal potenciando la polinización de los campos; en segundo lugar, por un importe de 200.000 euros y con el apoyo el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, se motivará la adopción y el mantenimiento de prácticas y métodos de apicultura ecológica; por último, Madrid concederá también cerca de 85.000 euros en el marco del Plan Apícola Nacional.
Javier Garrido recibe con ánimo la noticia: «Se puede vivir muy bien de la apicultura, pero, aunque la gente tiene una idea muy romántica de la profesión, este es un trabajo duro que exige mucho espacio y mucha estructura». Fue hace algo más de siete años cuando este músico madrileño decidió dar un cambio radical tras dejarse seducir por un mundo que, pese a no ser fácil, reconoce mucho más apasionante que el que había conocido hasta entonces. En su último destino como profesor, se cruzó en su camino un criador de abejas que le descubrió su futuro y, tras muchos fines de semana enganchado a su nueva afición, tomó la determinación de formarse y dar el paso definitivo.
A sus 58 años, hoy Javier es uno de los cuatro apicultores que conforman la Sociedad Agraria de Trasformación El Jabardo y explica cómo estas ayudas económicas podrían suponer un verdadero impulso para el sector: «Muchos apicultores no son capaces de sacar rendimiento a su miel porque se ven obligados a malvenderla a cooperativas a precios muy bajos, lo que se solucionaría con algo tan simple como una página web, pero para eso se necesitan medios y preparación en informática».
Un reclamo turístico
El Jabardo produce al año en torno a 3.000 kilos de miel madrileña popularizada por el boca a boca de quienes la prueban e, incluso, se manchan las manos extrayéndola de los paneles. Y es que, algo de docente debió de quedarle a Javier Garrido, que cuando no está mimando a sus abejas, está enseñando a curiosos y a aprendices el arte de la apicultura: «Desde hace años, organizamos actividades para el público general y tienen una buenísima acogida; por lo desconocido e interesante que resulta a la vez, la apicultura es hoy un reclamo turístico», presenta él mismo su iniciativa.
Unas jornadas que, entre los meses de septiembre y junio, convierten el colmenar de El Jabardo en una aula abierta en plena Sierra Norte de Madrid, tal y como explica Javier: «Estos pequeños cursos se dividen en una parte teórica, con la que introducimos a las familias en este universo enseñándoles cómo son y cómo trabajan las abejas; una práctica, que es la más excitante, en la que nos vestimos y acudimos a las colmenas, sacamos los cuadros y vemos todo lo aprendido; y, por último, realizamos un taller de extracción de miel».
Y así es como, poco a poco, las abejas recuperan el lugar que les corresponde en Madrid en un momento en el que ya nadie duda del valor medioambiental que tienen estos insectos a los que debemos el 70% de las frutas y verduras de nuestra cesta de la compra. ¿El siguiente paso? Iván del Río lo tiene claro: «Reconocer una Indicación Geográfica Protegida para nuestra miel».