Historia

Cuando Madrid pudo ser sede olímpica... hace 50 años

A mediados de los años sesenta del siglo XX, el Gobierno de Franco presentó la candidatura para los Juegos de 1972. Madrid quedó segunda, después de Múnich

Logo oficial de la candidatura madrileña
Logo oficial de la candidatura madrileñaBlog La Fábrica de la Memoria

“Munich organizará la Olimpiada de 1972″. Con este titular, el diario deportivo Marca abría su edición del 27 de abril de 1966. En su antetítulo añadía: “La vacilación dio al traste con la candidatura de Madrid”. Se trata de un episodio muy olvidado, pero antes de las tentativas de 2012, 2016 y 2020, la capital ya intentó convertirse en sede olímpica... hace más de 50 años. Y, como sucedió en los anteriores intentos, se quedó a las puertas. En estos días en los que el Ayuntamiento debate sobre la conveniencia o no de aspirar a los Juegos de 2036, ¿qué lecciones nos dejó aquella primera candidatura?

Primero hay que situarse: mediados de los años sesenta del pasado siglo. Francisco Franco ostentaba el poder. Ahora bien, desde el régimen se había iniciado un proceso “aperturista”, tanto en lo económico como en lo social. El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Avery Brundage, deslizó al Gobierno franquista que nuestro país podía gozar de posibilidades. Y el escaparate internacional que suponían unos Juegos Olímpicos se veía con buenos ojos desde el régimen.

Lo cierto es que, si hoy contamos con información sobre este olvidado episodio, es gracias a las pesquisas de Fernando Arrechea, Doctor en Ciencias del Deporte y experto en Historia del Deporte y Olimpismo. Según explica en su blog Olimpismo2007, había dos candidatas sobre la mesa: Madrid y Barcelona. Y la primera era la favorita. De hecho, el Comité Olímpico Español (COE) convocó la reunión para elegir la aspirante un 24 de diciembre de 1965, de forma que muchos de los miembros catalanes de este organismo deportivo no pudieron defender a la Ciudad Condal. Ese encuentro se produjo apenas una semana antes de que concluyera el plazo. Lo cierto es que Barcelona llevaba ventaja: ya había aspirado en tres ocasiones a ser sede olímpica.

¿Cuál era el proyecto? La villa olímpica se situaría en Fuencarral y tendría capacidad para 15.000 deportistas. Cerca de una veintena de instalaciones, diez de ellas ya construidas, acogerían las pruebas. Entre ellas, por supuesto, los estadios Santiago Bernabéu y Vicente Calderón, así como la Ciudad Deportiva del Real Madrid y el Estadio de Vallehermoso. La Real Sociedad Hípica Española Club de Campo y el Hipódromo de la Zarzuela también iban a estar disponibles. Pero, ante todo, el recinto que más llamaba la atención era el de la Plaza de Toros de Las Ventas. La disciplina que se celebraría allí sigue siendo hoy un misterio. Por otro lado, Barcelona no se quedaba del todo con la manos de vacías: la ciudad acogería las pruebas de vela.

“La entusiasta oración de Jesús Suevos y el discurso sereno de Elola no lograron desvanecer los recelos”, decía el subtítulo de Marca cuando se confirmó la eliminación de Madrid. Suevos era el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, entonces presidido por Carlos Arias Navarro. Por su parte, Antonio Elola-Olaso era el máximo responsable del COE. Ambos fueron los encargados de defender la elección madrileña en aquella 64º edición del Comité Olímpico Internacional (COI), que tuvo lugar en Roma. Y fueron estas intervenciones los que ya denotaban una pérdida de interés por parte del régimen hacia la aventura olímpica: ni el alcalde Arias Navarro, hombre de confianza de Franco, ni el propio caudillo, acudieron a la capital italiana.

¿Los motivos del desinterés? Resulta difícil saberlo, teniendo en cuenta el hermetismo del régimen. Un artículo académico firmado por Juan Antonio Simón, investigador de la Universidad Europea de Madrid, apunta a los tira y afloja que existían en el seno del Gobierno franquista sobre la candidatura olímpica. Simón, un “amplio sector” de los llamados “ministros económicos”, y también nombres influyentes como Camilo Alonso Vega, el futuro presidente Luis Carrero Blanco y el ya citado Arias Navarro, se oponían a Madrid 1972. Consideraban el proyecto un “elemento de alto riesgo para la seguridad del país” y, por supuesto, obligaría al gobierno a realizar una inversión económica mucho mayor de la que se había estimado inicialmente. De ahí la improvisación de un proyecto en el que, en realidad, ni sus propios responsables tenían demasiada fe.

Madrid perdió y Múnich salió vencedora. La capital obtuvo la peor calificación técnica de las candidatas. Y, pese a eso, quedó en segunda posición, por delante de Montreal y Detroit. Pesó el hecho de que éstas dos no fueran ciudades europeas: los últimos Juegos celebrados en el viejo continente habían sido los de Roma en 1960, mientras que Tokio y México acogerían las siguientes dos ediciones. Alemania fue la elegida para celebrar unas Olimpiadas que pasarían tristemente a la posteridad, cuando once miembros del equipo olímpico israelí fueron secuestrados y asesinados por el grupo terrorista Septiembre Negro. Nadie podía figurarse que en la ciudad elegida se escribiría, apenas seis años después, la página más negras de la historia del deporte.