Tesoros en los Museos

Una habitación para caminar por el techo

El túnel del vórtice es el plato estrella del Museo de las Ilusiones, templo de curiosos e «instagramers»

Jacquelin Mendes es una de las responsables del Museo de las Ilusiones desde su apertura en 2020
Jacquelin Mendes es una de las responsables del Museo de las Ilusiones desde su apertura en 2020Jesús G. FeriaLa Razon

Desde su nacimiento en Croacia hace ya siete años el fenómeno de las ilusiones ópticas ha despertado tal interés que ahora se puede encontrar este nuevo concepto de museo en más de una veintena de ciudades repartidas por todo el mundo. Fueron unos jóvenes los que decidieron ponerlo en marcha y tras el éxito cosechado y preguntarse cómo llevar esa misma idea a otras ciudades, surgió la franquicia. A Madrid llegó solo cinco años después, con fecha de apertura para el 20 de marzo, pero que tuvo que aplazarse por la pandemia de la Covid-19. Y fue con el comienzo de la desescalada cuando decidieron correr el riesgo de abrir con una acogida sorprendentemente buena. Desde entonces, el número 8 de la calle Doctor Cortezo, acoge más de 60 ilusiones ópticas y fotográficas en este museo en el que a diferencia de otros, se pueden tomar fotografías, reír, divertirse o tocar. Y en el que la participación de sus visitantes y el teléfono móvil son fundamentales y nada es lo que puede parecer a simple vista.

Un cuarto invertido en el que al sacarte una fotografía y girarla después pareces estar en el techo de la habitación, la silla de Beuchet en la que al sentarse sobre ella te ves en tamaño en miniatura, la cabeza en el plato que consigue hacer desaparecer el resto de su cuerpo, el cuarto de color, el favorito de los más jóvenes porque las sombras que se generan son muy «instagrameables» o el túnel del vórtice, el más celebrado por la sensación que genera de movimiento cuando en realidad sabes que estás completamente quieto. «Es esa sensación de miedo que genera por la rapidez con la que se mueve, ese mareo que hace que nuestros visitantes no dejen de querer entrar», confiesa Jacquelin Mendes, responsable de marketing y ventas del museo.

Entrevista en el Museo de las Ilusiones.
Entrevista en el Museo de las Ilusiones.Jesús G. FeriaLa Razon

La franquicia es la encargada de desarrollar todas las ilusiones, lo que hace que cada sede en cualquier otra ciudad del mundo sea diferente al resto y sólo compartan algunas de ellas. En el caso de la capital aún no han renovado ninguna de las suyas, pues aún no han alcanzado un porcentaje demasiado alto de visitantes. Pese a que solo en 2021 hubo 220.000 personas que lo visitaron. Pero sí cuentan con habitaciones temáticas que van cambiando según la temporada y que, por ejemplo ahora, una de ellas se encuentra en modo primaveral. «Es el conocido como cuarto de colores, dónde las paredes suelen ser blancas para que el efecto que generan las sombras se pueda ver perfectamente y que vamos ambientando según la época del año», apunta Mendes. Por ejemplo, las navidades pasadas invitaron a un mago o ilusionista que se encargó de divertir a los usuarios de forma adicional a lo que ya ofrecen y sin ningún coste adicional.

Para niños y grandes

Esto hace que el target del museo sea muy variado pese a que en ocasiones, las ilusiones ópticas puedan relacionarse con el público más infantil. «La realidad es que a diario vemos cómo disfrutan y se divierten tanto adultos como pequeños. Es el plan ideal para hacer en familia, con amigos, en pareja e incluso solo», añade la responsable. Cómo imaginarán, el perfil del público del museo ha ido evolucionando según han ido pasando los meses desde su apertura: en el comienzo de la desescalada comenzó con muchos madrileños con muchas ganas de divertirse después del confinamiento, continuó con gente de otros puntos de España hasta que en mayo de 2021, con la apertura del turismo extranjero, que fue cuando empezaron a recibir a un turismo más internacional. Su excelente ubicación, en pleno centro de la ciudad, hace que muchos de estos lo descubran de forma espontánea cuando se encuentran paseando por la ciudad.

Otra de las zonas con las que cuenta el museo y que despierta un gran interés entre todos sus visitantes es la mesa de juego con diferentes puzles. «Son bastante complicados por lo que la gente suele pasar bastante tiempo en ellos porque hacen lo posible por intentar resolverlos, pero a veces una hora no es suficiente», relata entre risas Mendes. Por esto, aquellos que no lo consigan tienen la posibilidad de comprarlos a la salida en la tienda con la cuentan para poder terminarlo en sus casas. La visita tiene una duración de una hora y sus 600 metros de capacidad divididos en dos plantas permiten que con turnos cada veinte minutos puedan llegar a superar las 1.200 personas al día. Siempre recordamos la importancia de hacer una reserva previa a través de nuestra página web, para escoger el día y la hora a la que quieran venir, porque los fines de semana estamos siempre sold out», asegura. El Museo está abierto los 365 días del año desde las 11:00 de la mañana hasta las 21:00 de la noche y la visita es completamente libre, no necesita guía, pues cada ilusión está acompañada de su explicación: qué tienen que hacer lograr verla, por qué ocurre… por ende, es un museo muy educativo además de divertido.

Según Mendes trabajar en un museo hace que cada día inevitablemente esté lleno de ilusiones. «Es realmente divertido y me encanta trabajar la parte de marketing para pensar en las campañas que vamos a hacer aunque promocionarlo resulta muy sencillo, porque la gente que nos visita prácticamente nos hace el trabajo», confiesa. Las redes sociales y el boca a boca son la principal fuente de publicidad de este museo en el que la diversión y el disfrute de las otras personas se vuelve enriquecedor para uno mismo. Ilusionados y contentos por la cantidad de gente que aún falta por descubrir el mundo de las ilusiones, ya tienen puesto el foco en otras grandes ciudades de España para continuar su expansión.