Opinión

Meritocracia para llegar a la cima

El cierre de los centros educativos afecta a un millón y medio de alumnos
Facultad de Medicina de la Universidad ComplutenseBallesterosAgencia EFE

En 1947, Margaret Thatcher se licenciaba en Oxford. Era hija de un tendero de supermercado y siempre defendió con su ejemplo, como el de tantos otros, que la democracia liberal ofrece al individuo un sistema de oportunidades para llegar a lo más alto independientemente de sus orígenes. Lograrlo sólo depende de tu esfuerzo y méritos.

Frente a toda la historia de la humanidad, donde la clase, la familia o el dinero condicionaban estructuralmente a la persona, los sistemas democráticos del siglo XX refundaron el liberalismo sobre un nuevo pacto. Este sigue plenamente vigente hoy en día y entiende que el verdadero progreso se basa en la igualdad de oportunidades garantizada por las políticas públicas de educación.

El acceso a la educación iguala al hijo del obrero con el del directivo, es la educación la que ha mesocratizado nuestras sociedades en donde la permeabilidad social resulta una realidad innegable.

Sin embargo, la existencia de un sistema oportunidades materializado a través de la educación requiere de una voluntad decidida por parte de la persona para que logre aquello que está al alcance de su mano. Es por esto por lo que los padres y madres inculcan a los hijos la importancia de esforzarse para adquirir conocimientos y ser cada día mejores. Es por esto por lo que existen los exámenes como forma de evaluar dicho esfuerzo.

Por desgracia, la crisis de valores que vive Occidente y, de manera muy concreta, España, tiene a la meritocracia en jaque. Los constantes cambios de las leyes educativas no son algo de lo que sentirnos orgullosos, pero hasta la aprobación de la LOMLOE y sus decretos de desarrollo se había mantenido un consenso sobre la importancia de la exigencia y la evaluación del esfuerzo. Hoy todo ha cambiado.

El nuevo sistema educativo promovido por la izquierda pretende erróneamente que nadie se quede atrás impidiendo que nadie destaque. En Primaria se ha dejado de calificar; en ESO se permite aprobar con todas las asignaturas suspensas y hasta titular Bachillerato con materias troncales suspendidas. Es, en definitiva, un ataque directo al esfuerzo y la evaluación como forma de medirlo.

El problema no es solo la instauración de la cultura de la mediocridad, donde estudiar para sacar un 9 tiene la misma recompensa que no hacerlo para sacar un 2, lo más preocupante es el mensaje que con ello se inculca a una nueva generación: que habrá de competir en la realidad de un mundo global donde los del 9 lograrán el éxito y los del 2, sin duda alguna, quedarán atrás.

Pero como desde el Partido Popular de Madrid no nos resignamos a dar por perdida a esta generación, este fin de semana, en Torrejón, tendremos unas jornadas sobre educación y meritocracia donde se pondrá en valor lo que ha permitido las décadas de mayor progreso de nuestra historia.

Porque, como diría Thatcher en una entrevista hace justo hoy 40 años: “No importa cuál sea tu origen, creo en el mérito, yo pertenezco a la meritocracia donde independientemente de tu origen tienes la oportunidad de llegar a la cima”.