Palacios

El hogar del nuncio vaticano en la capital

El palacio albergó la Nunciatura Apostólica durante dos siglos y hoy es sede del Arzobispado Castrense

Antiguo palacio de la Nunciatura Apostólica @Gonzalo Pérez Mata
Antiguo palacio de la Nunciatura Apostólica @Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Enclavado en la calle del Nuncio, en una de las zonas más castizas de Madrid, encontramos el conocido como palacio de la Nunciatura Apostólica. Edificio levantado en la primera mitad del siglo XVIII sobre el solar donde estuvo una de las casas solariegas de los Vargas, una de las familias más antiguas afincada en Madrid desde el siglo XI y que perteneció a don Francisco de Vargas, consejero privado de los Reyes Católicos y Carlos V.

El edificio pasó más tarde a manos de Isabel de Vargas y Carbajal, que se casó con Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias y secretario de Cámara del duque de Lerma. De hecho, el mismo Felipe III le había concedido el título de conde de la Oliva de Plasencia. Fue acusado de intentar envenenar a la reina Margarita, motivo por el cual fue encarcelado, desposeído de sus bienes y más tarde, ejecutado en la Plaza Mayor en 1621.

Tras su muerte, la propiedad definitiva de sus casas fue traspasada a la Nunciatura Apostólica que, cuatro años más tarde, ocupaba ya todas esas casas. Sin embargo, el estado de los edificios no era bueno y, finalmente, el Nuncio Vicenzo Alamanni (1730-1735) decidió construir un edificio nuevo cuyas trazas fueron encargadas al arquitecto romano Ferdinando Reyff. Las obras del nuevo palacio (aunque según algunas fuentes lo que se hizo fue remodelar el antiguo) fueron dirigidas por Manuel de Moradillo, discípulo de Pedro de Ribera, entre 1731 y 1735.

Su estructura responde a las condiciones del terreno donde se asienta, lugar de gran tradición y enclave del Madrid árabe y cristiano de trazado medieval. De hecho, es dicho trazado sinuoso el que marcó la forma del palacio. Durante más de dos siglos el inmueble albergó al nuncio apostólico en Madrid (el representante y embajador del Vaticano en cada país y que ejerce como legado en ciertas funciones pontificias). Sin embargo, el Ministerio de Defensa lo compró a la Santa Sede Apostólica en 1958 e instaló allí el Vicariato General Castrense. Fue entonces cuando se remodelaron distintas partes del palacio, quizá la más importante fue la sustitución de la escalera principal antigua por una nueva de madera. Y aunque buena parte del antiguo mobiliario y obras de arte se trasladaron a la nueva sede, hoy se mantiene casi intacta la distribución de las plantas baja y principal con una decoración sencilla y sobria. El palacio actual es más pequeño que cuando se levantó porque la ampliación por la calle del Almendro fue derribada.

La planta del palacio actual está distribuida en torno a un patio rectangular de amplias proporciones con los lados menores paralelos a la fachada de la calle del Nuncio. Dicho patio tiene una galería abierta en planta baja cubierta con bóvedas de arista y la galería superior cerrada con dinteles en arcos de medio punto cegados. En la fachada principal se forma una pequeña plazoleta aprovechando el retranqueo obligado por la alineación del solar que da una mayor amplitud visual al conjunto. Precisamente es esta forma en ángulo lo que le otorga una doble entrada con portada almohadillada y tratamiento sencillo. Destacan la ornamentación de los balcones con emblemas eclesiásticos y el alero. Moradillo dio un tratamiento similar tanto a la entrada frente a la plazoleta de la calle del Almendro, como a la más alargada de la calle del Nuncio.

Pero la obra de Moradillo va más allá del concepto de palacio barroco distribuido entorno a un patio, porque en su concepción se tuvo en cuenta que, además de la zona de vivienda del nuncio, debía albergar dependencias como la Chancillería, el Tribunal de la Nunciatura y la Colectoría. Entre todas las obras realizadas a lo largo de su periodo como Nunciatura destaca el pasillo de la planta principal que rodea a todo el patio en donde se instaló la vidriera de San Marcos del taller Maumejean Hermanos, en 1914, el mismo cuyas obras decoran edificios tan emblemáticos como el Banco de España, el hotel Palace, la Casa de la Villa (antiguo Ayuntamiento de Madrid en la plaza de la Villa) o el CSIC.