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Semana de la Arquitectura

Juan Juárez, director de Arquid: «Los desarrollos urbanísticos tienen muy mala implementación»

El arquitecto madrileño analiza la situación del sector y de la vivienda en la Semana Internacional de la Arquitectura

Juan Juárez, director general de Arquid, el 25 de septiembre en las oficinas del estudio de arquitectura en Madrid. David JarPHOTOGRAPHERS

Alrededor de un ficus, que encontraron moribundo en una nave abandonada, se creó Arquid, un estudio de arquitectura que nació en el año 2003. Juan Juárez (Madrid, 1986) es el director general de este estudio con 32 arquitectos que en 2017 lo compró el grupo IPS. Por la Semana Internacional de la Arquitectura, abrieron sus puertas al público. Juárez explica la evolución de la profesión y los retos actuales a los que se enfrenta (la vivienda, sobre todo). Ahí encaja uno de sus últimos proyectos en Madrid: un pequeño residencial en la calle Melquiades Biencinto de diez viviendas en el que dice que han peleado contra la normativa para lograr un edificio diverso.

Ahora que forman del grupo IPS, ¿ha cambiado lo que hacen?

El mundo cambia: nada que ver cómo se hacían proyectos hace 50 años. Los clientes ahora son más técnicos; saben de qué hablas, y lo que les falta muchas veces es coordinación y gestión para llegar en plazo, en presupuesto y solventar su problema, con casuísticas cada vez más complejas. Antes había más obra nueva, «lienzo en blanco». Ahora nos enfrentamos a muchísima reforma en todos los sectores: desde una casa, más «joyita», a una reforma industrial donde cambia el proceso y hay que cambiar flujos, envolvente o “cascarón” en una preexistencia.

¿Qué proyectos se buscan ahora?

Ahora hay una fuerte demanda de proyectos que ayuden a cumplir con la Agenda 2030 y 2050 de Europa: reducir impacto climático y huella de carbono; si además los edificios pueden ser activos en generación de energía (que no sean una carga), mejor. Se demanda: otra cosa es que siempre se pueda ejecutar. En España y Madrid, el residencial es el «objeto caliente»: debería desarrollarse más y más rápido; es un problema en todas las capitales. También hay mucho hotelero —somos país de servicios—, sobre todo en costa e islas.

¿Les gustaría hacer más casas que hoteles, viendo la necesidad?

Nosotros queremos hacer proyectos con impacto positivo, que nos dejen la conciencia tranquila, sean residenciales u hoteleros. En España ahora falta residencial, pero el arquitecto llega hasta donde llega: el problema excede al arquitecto.España tiene inversión público-privada limitada, que podría ayudar. La administración, en vez de ir a mejor, va a peor: permisos de 18–24 meses; antes no era así.

«Haz las viviendas, pero con cabeza: que no acaben como esqueletos o productos que no llegan a quienes lo necesitan»

El sociólogo Jorge Galindo ha publicado un libro en el que dice que hacen falta tres millones de viviendas. ¿Cómo encaja con su visión del menos es más?

Este año hemos lanzado un ciclo de conferencias llamado Arcade, enfocado a sostenibilidad. Hay ideologías que promueven el «menos es más»: a veces es mejor no hacer que hacer. Es un camino, no el único. Si de verdad hacen falta 3 millones de viviendas, hazlas; pero la sostenibilidad implicaría que sean accesibles. Si son a 10.000 €/m², mucha gente no podrá llegar. Además de reducir huella de carbono y cumplir Agenda 2030, vayamos un paso más allá: que el edificio no sea carga ni «cero», sino que pueda generar beneficios para su entorno (energía limpia, impacto social). Hazlas, pero con cabeza: que no acaben como esqueletos o productos que no llegan a quienes lo necesitan.

¿Qué le parecen los desarrollos urbanísticos de vivienda en muchos municipios? ¿No parecen todos iguales?

Hay tendencias y es una pena porque la teoría urbanística es riquísima; lo estudiamos con grandes urbanistas. Las ideas y el trasfondo están ahí, pero tienen muy mala implementación. Hay desarrollos que funcionan (los menos) y otros repetitivos, como una fórmula que se repite porque la estandarización y la optimización aportan cosas —y yo estoy a favor—, pero no puedes hacerlo siempre ni en todo. Se pierden cosas por el camino. A veces las ideas de partida están mal y se aplican peor: puedes estar en Tres Cantos o en otro barrio y es lo mismo; no hay sentimiento de pertenencia. Antes sabías si estabas en Barrio de las Letras, Chamberí, Arturo Soria… Nos falla en gran medida la implementación.

¿Qué tan importante es el entorno? ¿Cree que se está perdiendo la belleza?

La belleza —salvo quizá las proporciones griegas— es subjetiva. Los proyectos que hacemos aquí parecen cada uno de su padre y de su madre, y esa es la intención: somos un laboratorio de ideas. Todos los chicos participan en el arranque de un proyecto para tener el bombardeo de todo el mundo: perspectivas, estéticas y soluciones distintas. En la diversidad está la riqueza. No quiero entrar tanto en belleza como en diversidad: cuanto más diverso es algo, más enriquece. En una oficina me tengo que sentir de una manera; en mi casa, de otra; paseando por la ciudad, de otra. Debemos hacer diversidad sostenible: eso enriquece el entorno.

¿Hace falta más colaboración entre lo privado y la administración pública?

Sí. Falta. Para mí es insuficiente y limitada, y además funciona a contracorriente, como si hubiera sospecha continua entre unos y otros, en lugar de establecer reglas del juego claras desde el principio y máxima transparencia. El mundo va rapidísimo y, en ciertos aspectos, nos movemos cada vez más lentos. No puede ser que un proyecto te lleve 10 años: cuando lo resuelves, las necesidades ya han cambiado.

¿Cómo ve la profesión hoy y a los jóvenes?

Veo cambio: una generación quizá más empática; el mundo cambia y reaccionamos, tanto los que salen ahora como nosotros. Muchos han entendido que la profesión no puede ser como antes. El arquitecto tiene que reinventarse: si te quedas en la oficina a simplemente diseñar, a algunos les funcionará, pero no a todos. Somos perfiles muy multidisciplinares —nos han educado así— y nos adaptamos bien. La arquitectura entendida como “redacto proyectos para quien me los pida y ya” se queda corta, y cada vez más. Una generación atrás no jugamos bien nuestras cartas y la profesión se devaluó un poco. Podemos ofrecer mucho más: aprendemos rápido, vemos necesidades y entendemos cómo establecer un plan de acción. La profesión va a cambiar. Sentarte en la oficina, diseñar y tratar con tu cliente para resolver solo su papeleta, a nosotros se nos queda corto por mil razones.

«No haremos a los que vienen detrás lo que nos han hecho a nosotros»

¿Y las condiciones laborales para los jóvenes? ¿Se dan condiciones para que estén cómodos con la profesión?

Creo que se darán. En un pasado cercano y ahora, la situación está más complicada y hay condiciones laborales que no deberían ocurrir. Muchos arquitectos han cambiado de rumbo en estos años. Si me preguntas por mi círculo cercano, desarrollando arquitectura en un estudio (clásico o evolucionado), te diría que son minoría: el resto ha volado a otras direcciones porque no compensaba. Creo que seguimos viviendo esa situación, pero quiero pensar —aunque no me considero especialmente positivo— que a medio plazo cambiará: no haremos a los que vienen detrás lo que nos han hecho a nosotros.