Gastronomía
LaCharcuterie: Francia en un rinconcito de Madrid
Una tienda, sí. Pero también un obrador y un bistró discreto de culto
Madrid está lleno de pequeños milagros cotidianos que no hacen ruido, pero que poco a poco van dejando huella. Rincones que, a pesar de no estar en los rankings de moda, consiguen eso tan raro hoy en día: que se quede en la memoria de quien ya ha acudido o de quien está por acudir. No porque tengan el plato más innovador ni la decoración más instagrameable, sino porque tienen alma y te acogen. Y si uno camina con los ojos un poco más abiertos por el barrio de Salamanca –ese triángulo donde conviven la elegancia clásica y la vida cotidiana– puede que se tropiece con alguna rareza encantadora.
Son proyectos pequeños, muchas veces familiares, que no vienen a reinventar la rueda ni a conquistar titulares, sino a ofrecer algo auténtico. Y lo hacen desde el trabajo bien hecho, desde la constancia y el cariño por el detalle. LaCharcuterie es uno de esos ejemplos. Un rincón insólito en una ciudad que, a pesar de su bagaje gastronómico, no contaba hasta ahora con una charcutería francesa de verdad. Más bien es un espacio gastronómico inspirado en las tradicionales charcuteries de París, donde además de comprar, uno se puede sentar a comer o disfrutar de un brunch. Abrieron en junio, sin grandes alharacas, con la autenticidad por bandera, sin esa fanfarria que acompaña a los proyectos que llegan a Madrid con músculo financiero detrás. Una tienda, sí. Pero también un obrador, un bistró discreto, una especie de altar doméstico a la cocina gala.
Ubicado junto a la plaza de toros de Las Ventas, este pequeño local ha sabido hacerse un hueco en uno de los barrios más transitados de la capital sin perder su identidad. Desde la calle, su vitrina ya deja ver parte de lo que sucede dentro: recetas caseras, productos de pequeños productores franceses y españoles, y una selección de pâté en croûte, rillettes, quiches, flan parisien, milhojas, crème brûlée. Elaboraciones clásicas con la visión particular de Víctor Bergerot, el joven cocinero galo que está al frente de la cocina de LaCharcuterie. Formado en París, curtido en restaurantes de nivel, y con experiencia en algunas de las mejores casas madrileñas como Le Bistroman, Bergerot se ha aliado con su amigo y pastelero Julien Germain, para subirse al barco que puso en marcha su padre –creador de esta idea– en la capital.
Todo sale de su cocina. Cada día, unas treinta propuestas, dulces y saladas, que cambian con la temporada, el producto francés y nacional y el humor del chef. También preparan platos del día –siempre uno vegetal, uno de carne y otro de pescado– que se pueden disfrutar allí mismo o llevarse a casa. Y por menos de veinte euros, uno se monta un menú con postre y copa de vino que, si no es un chollo, se le parece bastante.
Pero LaCharcuterie no es solo cocina. Es también una tienda donde cada producto cuenta una historia. Vinos franceses y españoles, champagnes pequeños pero elegantes, conservas de autor, compotas, mostazas, mermeladas, embutidos de Salamanca –la raíz materna del chef–, y un catálogo que es casi una carta de amor a los pequeños productores. Cada etiqueta ha pasado el filtro del gusto y la cercanía. No hay marcas grandes ni nombres repetidos en cien tiendas. Hay artesanía, criterio, respeto por el origen. Y como buen rincón polivalente, también se transforma en escenario para eventos íntimos. Cenas privadas, celebraciones navideñas, reuniones discretas donde disfrutar de una tabla de patés y quesos franceses, que por si fuera poco preparan para llevar.
En tiempos de cocina ruidosa, de carta fotogénica y de locales donde todo parece estar diseñado para el feed de Instagram, LaCharcuterie es una anomalía deliciosa. Un rincón donde el sabor es su razón de ser. Un lugar que no busca revolucionar nada, solo reivindicar lo que siempre ha funcionado: la cocina bien hecha, el producto y el servicio cercano y acogedor.
Ya saben: no hace falta irse a París para sentir Francia. A veces basta con cruzar la Avenida de los Toreros, llegar a la Glorieta de Campanar y dejarse llevar por el aroma del pâté en croûte recién salido del horno. Vive la France... en el Barrio de Salamanca.