Madrid tendrá cincuenta tanques de tormentas más en veinte años

El tanque de tormentas de Arroyofresno, el más grande del mundo, equivalente a cinco campos de fútbol, está en fase de vaciado. La última Dana provocó que se llenara de agua, algo que solo ha ocurrido diez veces en los últimos quince años. Ahora lleva días enviando agua a la depuradora, según confirma a LA RAZÓN Manuel Rodríguez Quesada, subdirector de Conservación de Infraestructuras del Canal de Isabel II. «El caudal de agua se lleva a la depuradora y se tardan varios días en realizar ese trabajo porque tratamos de hacerlo en horas valle. Después, viene toda la labor de limpieza para eliminar todo el fango que queda en el fondo».

A este tanque de tormentas va a parar el torrente de agua absorbido por las alcantarillas. Es el lugar donde se retiene el agua antes de que pase a ser depurado. Estos depósitos subterráneos están pensados para almacenar las primeras aguas de lluvia, que se consideran las más contaminantes. «Arrastran toda la suciedad acumulada en las calles y en el asfalto. Evitan que las depuradoras sobrepasen su caudal máximo y tengan que verter el excedente de tal manera que cuando ese agua llega a los ríos ya está depurada. Si estos tanques de tormentas no existieran, el agua contaminada que arrastra la lluvia acabaría en ríos como el Manzanares que, al ser un río pequeño, le afectaría muchísimo». Canal de Isabel II gestiona 65 tanques de tormentas que reservan el agua de las lluvias. Entre todos pueden almacenar 1,48 hectómetros cúbicos. Tres de los mayores del mundo se encuentran igualmente en Madrid.

Se trata de las instalaciones de Arroyofresno, Butarque y Abroñigales que «evitan inundaciones y vertidos contaminantes en los ríos». Pero Canal prevé que esta labor se amplíe. De hecho, según apunta Rodríguez Quesada, la idea es que en cinco años haya 30 tanques más y en diez años otros veinte, aunque de dimensiones más pequeñas, hasta alcanzar el medio centenar. «Hemos dado un paso muy importante en el reciclaje, pero es necesario dar un paso más y no arrojar productos de higiene personal. Es importante concienciarnos porque acaban en los ríos», añade Rodríguez.