Sin rumbo
El PSOE-M, desolado y dividido por «la peor crisis»
La militancia madrileña, crítica y desconcertada, apoya mantener un Gobierno de izquierdas prescindiendo, si es necesario, de Pedro Sánchez
Lacrisis abierta en el seno del Partido Socialista a raíz del escándalo que salpica a Santos Cerdán ha desatado una tormenta interna sin precedentes en el PSOE de Madrid. Las aguas bajan turbias en Ferraz y también en las agrupaciones madrileñas, donde se acumulan la desolación, el desconcierto y, sobre todo, una creciente división entre quienes aún respaldan a Pedro Sánchez y quienes creen que ha llegado el momento de cerrar etapa.
Según diversas fuentes consultadas dentro del partido, los oficialistas, aquellos cuadros que actualmente ostentan cargos orgánicos o institucionales, siguen mostrando su respaldo público a Sánchez. Lo hacen por lealtad, pero también por una lectura pragmática: su permanencia en los puestos que ocupan depende, en muchos casos, del actual liderazgo. Sin embargo, en las bases, el relato es muy distinto.
La militancia se muestra cada vez más crítica. Muchos de sus miembros apoyan firmemente la necesidad de mantener un gobierno de izquierdas, pero están dispuestos incluso a prescindir de Pedro Sánchez si eso garantiza estabilidad y credibilidad para el proyecto socialista. Lo que se respira en muchas agrupaciones es una sensación de desgaste irreversible, de una fractura que no para de ensancharse. «Esto está removiendo al partido por dentro», reconocen en privado fuentes consulatadas por LA RAZÓN.
Las opiniones se polarizan: para algunos militantes, Sánchez es un mártir de la derecha mediática y judicial, víctima de una ofensiva sin precedentes. Para otros, es directamente responsable de haber llevado al partido a una situación insostenible, marcada por el deterioro institucional, la pérdida de credibilidad y una sucesión de escándalos que hacen temer lo peor.
La tensión en las agrupaciones es palpable. No se trata solo del caso Cerdán: hay miedo. Miedo a las noticias que puedan seguir saliendo, al alcance que podría tener la trama y a sus consecuencias políticas.
En ese contexto, cada vez cobra más fuerza la idea de que Sánchez debería dar un paso al lado. Ya no se trata solo de una cuestión de liderazgo, sino de supervivencia política. «La incertidumbre es total», lamentan algunos cuadros medios.
El caso de María Chivite, presidenta de Navarra, es sintomático: su nombre ha comenzado a sonar como posible baja inminente del tablero político socialista, reflejo de la erosión interna que se extiende más allá de Madrid. También se vuelve a mirar con otros ojos a figuras que parecían apartadas del primer plano, como Juan Lobato.
El exsecretario general del PSOE-M, que hasta hace unos meses se mantenía en un discreto segundo plano, ha reaparecido con fuerza.
En los últimos días, Lobato no ha dudado en criticar la permanencia del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, tras ser procesado por el Tribunal Supremo. «No ayuda nada a la institución», ha sentenciado. Su exigencia va más allá: quiere fuera a García Ortiz y reclama la convocatoria urgente de un Congreso extraordinario del partido como una vía de salida para la situación de crisis que vive el partido.
Para Lobato, ha llegado el momento de que el PSOE decida «cuál quiere que sea su futuro» en medio de lo que ha calificado como «la peor crisis en décadas».
En esta coyuntura, también resuenan los recuerdos de alianzas internas. Se menciona, por ejemplo, que en septiembre de 2020 fue el propio Cerdán quien ayudó a Noelia Posse, la exalcaldesa socialista de Móstoles, a sortear una posible dimisión por un escándalo de enchufes en el Ayuntamiento. Ahora, Posse pierde a uno de sus valedores más influyentes, lo que vuelve a dejar en evidencia las complejas redes de poder internas y los equilibrios que comienzan a resquebrajarse.
Etapa postsanchista
Todo apunta a que el PSOE madrileño entra, como muchos militantes ya denominan, en una etapa de postsanchismo, con un partido asolado por la incertidumbre, la desconfianza y la urgencia de redefinir su rumbo.
Mientras tanto, nombres como el de Juan Lobato calientan motores, a la espera de que el partido diga la última palabra. Pero nadie se atreve a predecir cómo, ni cuándo, acabará esta tormenta ni la reacción en cadena que pueda provocar.