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La contra

José Ignacio González-Aller: «En Filipinas los tifones son cada vez más frecuentes»

Entrevistamos al director general de la Fundación CODESPA

José Ignacio González Aller
José Ignacio González-AllerCODESPACODESPA

El joven José Ignacio González-Aller que se graduó como Ingeniero de Caminos jamás imaginó que la vida le conduciría a visitar países como Angola o a conocer a las mujeres de Waorani, etnia indígena de la Amazonía ecuatoriana. Fue su experiencia dirigiendo proyectos lo que le llevó, en 2005, a presidir una de las ONG de cooperación al desarrollo con más arraigo en nuestro país. Hoy no se imagina en otro lado que no sea la Fundación CODESPA. La organización, de raíces españolas, cumple más de 30 años dando oportunidades de trabajo a personas en situación de pobreza, como una herramienta para salir adelante y no volver atrás.

¿En qué se diferencia vuestra labor de la de otras ONG?

Verás, una persona en situación de pobreza en otros países vive en una realidad durísima, donde le falta de todo. Vivienda, medicina, trabajo, agua. No tiene con qué alimentar a sus hijos. No sabe qué va a pasar mañana. Las necesidades, como las soluciones, son innumerables. Nosotros nos centramos en esa falta de trabajo; trabajo como un medio de vida que les permita mejorar su situación, sacar adelante a sus familias y contribuir a la sociedad en la que viven.

El dicho «no le des un pez, enséñale a pescar», ¿se ajustaría al trabajo que realizáis?

Sí, pero no nos quedamos simplemente en darles la caña o enseñarles a pescar. Les convertimos en empresarios de la pesca, del textil, del turismo... Para eso, el camino que recorren es más largo que la enseñanza: se trata de ayudarles a comenzar una nueva vida.

¿Qué pasos recorren?

Primero les damos formación. Lo que sería aprender a pescar, a ser fontanero o a multiplicar las herramientas en la agricultura. Segundo, les enseñamos a gestionar un pequeño negocio. Porque no es lo mismo pescar, que tener una tienda de pesca. En este paso muchos necesitan servicios financieros, un préstamo que les buscará o facilitará CODESPA para comprar el material que necesitan: semillas, maquinaria, etc. Tercero, les acompañamos hasta que venden el producto. Porque si tú les das la caña y les enseñas a pescar, pero no a vender el pescado, no va a funcionar. Hay que organizarlos en cooperativas o asociaciones de productores. Todo eso hace sostenible su negocio. Al final del proyecto, la media de aumento de ingresos de cada persona que acompañamos no baja del 30%. A veces llegamos al 80 o al 100%. Pero el mínimo es ese: de ganar 3 dólares al día, pasan a 13, una diferencia que supone salir del hambre.

¿Cuántas personas sois?

150, en 12 sedes en países como Filipinas, Marruecos, Congo, Angola, Angola, Haití o Nicaragua. La cooperación es española Marca España.

¿Y cuántos proyectos lleváis?

Tenemos 60 proyectos vivos; en la historia, desde el 85, hemos desarrollado 1.310. El año pasado beneficiamos a 200.000 personas y, en total, hemos ayudado a 5,4 millones a pasar de la pobreza a la prosperidad... Ah, se me olvidaba. Lo más importante no es el aumento de los ingresos familiares, es el cambio en la mentalidad de las personas. Cuando ves a una madre hablar de su proyecto de emprendimiento, cómo se lo cuenta a sus hijos con orgullo, cómo se ha convertido en la dueña de su propia vida, cómo se empodera a ella y a su entorno... El cambio es brutal.

En vuestra web se puede leer: "Hemos encontrado la clave para acabar con la pobreza en el mundo, pero necesitamos ser más". ¿Cuál es la clave y qué necesitáis para lograr vuestro objetivo?

Nuestra clave es la confianza que tenemos en las personas. Nuestra forma de ayudar es no subsidiar, no sustituir a nadie en su responsabilidad. El éxito de un proyecto se siente cuando te vas de la zona y les dejas solos. ¿Qué necesitamos? Más apoyos. Gente que confíe en que este modelo es duradero, sostenible. Que es una solución a largo plazo, no poner una tirita. Es ir a la causa.

¿El cambio climático ha modificado el nivel de desafío con respecto al de hace años?

Sí, por supuesto. Sea por la causa que sea, estamos notando fenómenos climatológicos adversos que están impactando muy negativamente en nuestras comunidades. En Filipinas los tifones son cada vez más frecuentes. Allí trabajamos en el sector de las algas y asisten a unos 25 tifones al año. En el sur de Angola, están atravesando la sequía más larga de los últimos decenios y eso está cambiando los medios de vida de la gente. Trabajamos con comunidad que vivía fundamentalmente de la caza y de la recolección de frutos silvestres, pero han perdido su sustento porque la caza se ha muerto o se ha desplazado. Es por ello que estamos trabajando crear medios de vida alternativos para estas personas. Así que sí, el impacto es muy fuerte.

¿Podría hablarme de algún proyecto de reparación en concreto?

Angola, es un país que conozco bien. Allí, para ayudar a resistir a la larga sequía, hacemos intervenciones como, por ejemplo, introducir semillas más resistentes a la sequía. Allí tienen un problema muy grave, que es el legado de una guerra que dura 30 años y que les ha hecho perder toda la sabiduría agrícola transmitido de generación en generación. Muchas personas migraron a la ciudad y, tres décadas después han vuelto a sus comunidades rurales, pero han perdido ese conocimiento. Las semillas que tienen son malas y germinan muy mal. Se encuentran con que hay que comprar semillas nuevas. Nosotros les ayudamos a través de Escuelas de Campo (sillas alrededor de un árbol), donde se les enseñan técnicas agrícolas como la replicación de semillas. Además, les hemos organizado en una cooperativa que funciona como un banco de préstamo de semillas. A través de ella, la simiente de buena calidad se presta a los cooperativistas con la condición que devuelvan los mismos kilogramos más un interés. Los excedentes se venden en el mercado y, así, los cooperativistas se benefician. Incluso estamos exportando a otros países como Guatemala. Estos ingresos les permiten también sembrar cultivos alternativos, no solo maíz o soja, sino hortalizas, frutales... lo que aumenta no solo la resiliencia de sus sistema agroalimentario ante fenómenos climáticos adversos, sino también la calidad nutricional de la población.