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Indo-China
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Desde que en marzo de 2023 India sobrepasó a China en población, 1.450 millones, los comentarios en pro de su rápido crecimiento económico se han hecho más que frecuentes. Casi viéndose ya por algunos observadores al subcontinente en primera fila de expansión, al final dela década de los 70 del siglo XXI, o poco más allá.
Sin embargo, el promotor de la tesis de la tan debatida trama de Tucídides, Graham Allison, ajeno a cualquiera de los eufemismos –propios del patrioterismo expansivo -, ha suscitado algunas verdades, a contraponer a tan halagüeñas previsiones. Para empezar, en 2022, China tenía cinco veces el PIB de India: 17,7 billones de dólares frente a 3,2.
Otra de las verdades de Allison al tema, se refiere a la tecnología en la que, con prácticamente la misma población, China tuvo en 2022 el doble de graduados técnicos universitarios que la India. Dependiendo de Pekín cuatro de las mayores empresas tecnológicas del mundo; en tanto que todavía no hay ninguna india en tan alto nivel. Con el resultado de que, por el momento, sólo China puede compararse a EE UU en términos de economía digital, inteligencia artificial, mecánica cuántica, etc.
Por otro lado, India no ha podido celebrar oficialmente el milagro del final de su pobreza. De modo que si en China, oficialmente, ya no hay pobres, en la India más del 10 por 100 de su población, unos 140 millones de personas, están por debajo del ingreso de 2,15 dólares p/c y día: la marca que el Banco Mundial señala para esa penosa frontera social.
En fin de cuentas, como en 2014 explicaba Lee Kuan Yew, padre fundador del moderno Singapur, hay demasiados obstáculos para el progreso real en India, en buena medida por sus problemas étnicos y religiosos, y especialmente su régimen de castas. Con todas esas cargas sociales –dicen los menos optimistas—, India podría seguir siendo pobre sine die, y se mantendría aún un tiempo como persistente país del futuro. Así son las cosas…
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