Verde

Los jardines botánicos se quedan sin espacio para "salvar" plantas en peligro de extinción

Un estudio de Cambridge con participación valenciana revela que las colecciones vivas de los jardines han alcanzado colectivamente su capacidad máxima, limitando su habilidad para conservar especies amenazadas

Jardín Botánico de la Universitat de València, invernadero trocipal.
El Jardín Botánico de la Universidad de Valencia cuenta con 45.000 m², alberga más de 3.500 especies y desde 1990 incrementa la flora autóctonaJardín Botánico

Los jardines botánicos no tienen espacio para crecer. Es la principal conclusión de un estudio reciente publicado en Nature Ecology & Evolution, que ha revelado que las colecciones mundiales de plantas vivas han alcanzado su capacidad máxima. A grandes rasgos esto significa que "no caben" más especies, lo que pone en peligro la conservación de las más amenazadas, que pueden extinguirse antes de que las conozcamos y preservemos.

Hay unos 3.500 jardines botánicos por todo el globo. Para este trabajo, los investigadores analizaron un siglo de registros en 50 de ellos, entre los que se encuentran algunos de los más importantes del mundo y se incluye el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia como único caso español. En conjunto, los espacios de la muestra cultivan medio millón de plantas. El objetivo del estudio era ver cómo han cambiado las colecciones de plantas vivas del mundo desde 1921, y el resultado no es nada halagüeño.

Ángela Cano, la autora principal del estudio y conservadora del Jardín Botánico de la Universidad de Cambridge, advierte a LA RAZÓN de que la capacidad de estos espacios para albergar colecciones de plantas vivas alcanzó su pico en el año 2009, limitando los esfuerzos para preservar la diversidad vegetal mundial desde entonces. "Los jardines botánicos están llenos. Nos estamos quedando sin espacio y sin recursos. Mientras, el ritmo al que las plantas aparecen en las listas de especies amenazadas aumenta mucho más rápidamente que el ritmo al que conseguimos responder (descubrirlas, estudiarlas y conservarlas). El riesgo de extinción se acelera y nuestra respuesta es muy lenta", señala.

El jardín de Cambridge alberga más de 8.000 especies, superando por sí mismo la diversidad de países como Vietnam. Sin embargo, la proporción de especies amenazadas en sus colecciones es muy baja, entre 200 y 300, lo que refleja una tendencia global. Pero el estudio no habla de "espacio" atendiendo únicamente a los metros cuadrados disponibles, "si no de los recursos que tienen los botánicos para conservar en sus colecciones especies raras", detalla Cano. "Teniendo en cuenta estos factores, llegamos a la conclusión de que nos encontramos en un estancamiento: no estamos creciendo en número de plantas ni en número de especies. Hemos llegado a un tope tanto en capacidad como en diversidad".

¿Y en España, también hemos tocado techo? Jaime Güemes, director y conservador de la colección de plantas del Botánico de Valencia desde 2018, ofrece una perspectiva ligeramente diferente. "Si hablamos de generalidades, el estudio tiene razón. Se ha llegado a un tope y se debe, más que al espacio, a que tenemos que generar los microhábitats adecuados para las especies. No se pueden poner ciertas flores bajo los árboles porque no les da el sol; cada espacio tiene sus propias características". Eso limita las posibilidades.

Lo bueno es que muchos de nuestros jardines se dedican sobre todo a la conservación de la flora autóctona, y eso facilita las cosas con respecto jardines como el de Cambridge o el de Kew (en Reino Unido), que tienen más especies exóticas. "Por ejemplo, el jardín botánico de Castilla-La Mancha (Albacete), se dedica a conservar especies manchegas y el de Sóller (Mallorca), nació para trabajar en la flora balear", señala. Este modelo localista es el que Güemes replicaría por todo el mundo para preservar la biodiversidad de la Tierra.

El motivo principal es que existe un desequilibrio claro: "La mayoría de botánicos se sitúan en países del Norte global por motivos históricos, así que es fundamental la creación de más jardines botánicos en el Sur, donde se encuentra la mayor cantidad de biodiversidad; mucha aún por descubrir". Sin embargo, Güemes también señala que "no se pueden conservar las especies en los jardines botánicos solamente; hay mucho trabajo para hacer de protección de hábitats y las expediciones han caído".

"No conocemos ni el 20% de todas las especies que existen en el mundo; hace falta trabajo de campo. Así que, más que aumentar la superficie de los jardines, que también puede ser interesante, tenemos que dirigir las estrategias de conservación a la exploración y al conocimiento; destinar más recursos a recoger más plantas en Asia, África y América Latina, y trabajar en observatorios en los que hay millones de muestras por estudiar".

Un Convenio que no conviene

Para Cano, el principal agravante para la falta de espacio dedicado a la conservación en los botánicos son las restricciones internacionales, que "obstaculizan el intercambio de material vegetal entre jardines botánicos de distintos países". El mayor escollo lo encuentra en el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica de 1993, que nació para poner fin al colonialismo vegetal de los países occidentales y que dio la soberanía sobre la biodiversidad a los propios gobiernos nacionales donde se encuentra.

Según el estudio, desde la introducción del Convenio, el número de plantas recolectadas en la naturaleza por los jardines botánicos se ha reducido a la mitad. "Las fronteras políticas no nos ayudan a administrar colectivamente la biodiversidad más amenazada del mundo", apunta la autora. El Brexit es un ejemplo de este problema, haciendo que el intercambio de material vegetal entre jardines europeos sea más costoso. Para ella, el libre intercambio de especímenes, semillas y datos entre instituciones es esencial para la conservación, especialmente de especies amenazadas.

Los jardines botánicos no solo son espacios de conservación, sino también centros de investigación y educación. Sin embargo, como señala Cano, "aunque los jardines botánicos están colectivamente al máximo de su capacidad, probablemente sólo dedicamos entre el 5 y el 10% de esa capacidad a esta cuestión de la conservación". La investigadora advierte que el cambio climático también amenaza las colecciones vivas, obligando a los jardines a priorizar plantas que sobrevivan a las nuevas condiciones climáticas.

Por eso apuesta por "reglamentar el acceso a ese tipo de plantas de tal manera que sí se protejan de las intenciones comerciales, pero que la burocracia se facilite para intenciones de conservación". Su estudio, dice, "es un llamado a la acción para que gobiernos, instituciones y ciudadanos tomen conciencia de la importancia de la biodiversidad vegetal y trabajen juntos para su conservación".

En ese sentido, Güemes propone una mayor colaboración entre jardines botánicos, creando una "metacolección" donde especímenes individuales de especies amenazadas se cultiven en múltiples instituciones y que exista una base de datos que permita mejorar la comunicación para que "no todos los jardines botánicos se dediquen a conservar las mismas especies".

Al hilo, la investigadora de Cambridge también señala que es necesario un esfuerzo coordinado a nivel mundial, comparable a los proyectos del genoma humano o la estación espacial, para proteger la riqueza vegetal del planeta. "En los botánicos se colecciona el 40% de la flora conocida. Podríamos llegar al 100% pero para eso nos tenemos que poner de acuerdo".