Las víctimas
La historia que aquí se cuenta es verídica, salvo los nombres de los protagonista, cuya identidad se quiere preservar dado que ya no están aquí para dar su aprobación a que figuren. Así que nuestros protagonistas van a ser Luis, militar del bando nacional, Rafael, médico de ideología republicana liberal, Ana, mujer de ambos, y Carmen, hija de los tres.
La experiencia de Luis en el frente empieza en 1920: toma parte en la Guerra del Rif y recibe la Medalla Militar de Marruecos con el pasador “Melilla” y la Cruz de 1ª Clase de Mérito Militar con distintivo rojo. De febrero de 1925 a febrero de 1926 forma parte del Grupo de Fuerzas Regulares de Larache nº 4 (Regulares Indígenas), estando al mando de la 1ª Compañía de 1º Tabor. Elegido para la Comisión Homenaje al Comandante Don Ramón Franco Bahamonde, con motivo del vuelo del Plus Ultra, el 25 de abril de 1931 hizo promesa de adhesión y fidelidad a la República. Su último destino antes del alzamiento es la Caja de Reclutas nº 56. Durante la guerra civil participa en la estabilización del frente astur-leonés, en la batalla de Teruel y en la campaña de Levante. Una de sus primeras acciones al estallar la guerra civil fue la toma del pueblo leonés de Cistierna, circunstancia que le permite ganarse el calificativo de “salvador de Cistierna” y conocer a Ana.
Si hay que algo que le gusta a Luis es escribir a Ana a diario desde el frente. En una carta de 1937 suenan ya campanas de boda y le dice a Ana lo siguiente: “Ya veo que tienes la obsesión del traje blanco. Comprendo que sería para ti casi una desgracia el no vestir así el día de nuestra boda y por ello no puedo hacer otra cosa que decirte que te hagas un traje blanco. No he conseguido hacerte ver que en estos momentos la sencillez es lo más bonito (…), en momentos en que tantos hombres mueren por que acaben ciertos lujos y en que, ¿por qué no decirlo?, no sabemos cual es la suerte de mis hermanos y debemos por tanto hacer que ese día pase inadvertido y como si fuese un día cualquiera de nuestra vida. Si crees que tengo razón y no obstante continúas encariñada con la idea de llevar traje blanco, podemos esperar a que esto termine, que no creo que tarde, y así podrás gozar de la felicidad de vestir de la forma que parece que te quita el sueño”.
Tras la boda, no de blanco, el 4 de abril de 1938 nace su hija Carmen. La carta del 9 de junio de 1938 dice así: “¡Esto va que chuta! Hoy la paliza va a ser de órdago. Mañana o pasado te escribiré desde un pico de una altura exorbitante a donde no llegan más que las águilas y los soldados españoles”. La carta del día 10 fue corta: “Mi querida Ana: Dos letras para que veas mi letra. No puedo ser nada extenso pues hay bastante trabajo. Estoy muy bien. Duermo bien. Trabajo bien. Muchos besos a la nena, a mamá y a todos. Te quiere infinitamente, tu Luis”. En el pico al que aludía un día antes, las alturas de Gaifas (Teruel), es abatido por un bombardeo de artillería ese día 10 al atardecer y mientras hacía labores de reconocimiento. Tenía 36 años.
Yo conocí a Luis a través de las cartas que escribió a Ana, primero novia y luego mujer, y a su hija Carmen, además de por algunos objetos personales, como su cartera. La lleva cerca del corazón, quizá por eso guarda en ella lo más preciado para él, empezando por una fotografía Ana. También hay espacio para recordar a un grupo de soldados, que le acompañan en otra fotografía y cuyos nombres están en el reverso. Profundamente católico, otros tres objetos hablan de su fe:
- Un Sagrado Corazón en tela.
- Un recorte con el siguiente texto de Menéndez y Pelayo: “Soy católico no nuevo ni viejo sino católico a machamartillo, como mis padres y abuelos, y como toda la España histórica, fértil en santos, héroes y sabios bastante más que la moderna... Niego esas supuestas persecuciones de la ciencia, esa anulación de la actividad intelectual y todas esas atrocidades que rutinariamente sin fundamento se repiten”.
- Unas promesas escritas a lápiz: “Comulgar una vez al mes toda mi vida, rosario diario; Comulgar un mes seguido; Tres comuniones seguidas; Ir a la Virgen del Camino con los que voluntariamente quieran acompañarme de la Compañía de Voluntarios; No fumar en un año”.
Tratándose de la cartera de un militar de carrera quizá lo que más me llamó la atención de su contenido son estas anotaciones suyas escritas a lápiz: “Para que la guerra sea legítima se requiere: Que sea declarada por la autoridad legítima; Que se dé causa (mayor si cabe para la guerra ofensiva que para la defensiva); Que sea el remedio único, ya suficientemente probado, sobre otros medios; Que se guarden los debidos modos, conforme a las prescripciones del derecho natural e internacional; Que haya probabilidad sólida y fundada de éxito”.
Todavía queda sitio en la cartera para una carta dirigida a su madre y para una ficha de recuperación, alta médica tras una convalecencia. No puede faltar el dinero, que suma en total 315 pesetas en billetes expedidos entre 1928 y 1937 por el Banco de España en Madrid, Gijón y Bilbao, incluidos dos certificados de plata de 1935, reflejo de la heterodoxa realidad monetaria que supuso la guerra.
Pero en la cartera que le entregaron a Ana tras la muerte de Luis había cosas que no puso él allí. Como una insignia en tela negra con el yugo y las flechas de la Falange y su nombre bordados en rojo por Ana, que iba cosida a la camisa. Luis fue uno de los primeros militantes de la Falange Española, un “camisa vieja” o afiliado antes de las elecciones del 16 de febrero de 1936. Además, estaba su certificado de defunción, una hoja del Hospital Militar de Teruel en la que figura en Diagnóstico “Ingreso Cadáver” y la tarjeta médica identificativa con su nombre, el cuerpo y la palabra “Muerto”.
¿Qué fue de Ana y Carmen? Con 19 años Ana se queda viuda, con una hija de 3 meses y viviendo en la casa de sus padres. Seis años después contrae matrimonio con un médico, Rafael, que había servido en el bando republicano en Madrid, que era donde se encontraba al iniciarse la guerra, atendiendo en algunas ocasiones en el palacio del Canto del Pico, a las afueras de Madrid, a los heridos que eran trasladados hasta allí. Rafael, conoce a Ana en el tren, en el que venía a Madrid acompañando a su padre. La personalidad y las ideas políticas de Rafael poco tienen que ver con las de Luis. Pero eso no es óbice para que se casen y formen una gran familia. Ana y Rafael, que llega a catedrático y académico, tienen 4 hijos: el primer hijo varón se llama como su padre y el segundo Luis, una elección que demuestra el gran amor y el respeto que Rafael sintió por Ana y Carmen.
Durante su infancia Carmen mantiene el contacto con su familia paterna, conservando hasta hoy una estrecha relación. La opinión de la abuela paterna en materia educativa fue determinante a la hora de elegir el colegio de Carmen en Madrid. Pero ni Ana ni la familia de Luis hicieron de él tema de conversación. Ya casada Carmen, Ana le dio las cartas de su padre, los documentos, las medallas, las insignias y demás recuerdos que conservaba de él. Carmen tiene hoy 82 años y cobra su pensión de orfandad extraordinaria por fallecimiento en acción de guerra de comandante de Infantería, pensión que cobró desde niña hasta su matrimonio, y que su tío y tutor y su nuevo padre Rafael custodiaron para cuando fuese mayor. Hoy Carmen se siente muy afortunada por los hombres que la han querido y por las familias con las que ha compartido y comparte su vida.
Historias como esta, que comenzó hace más de 80 años, seguro que se han repetido en ambos bandos. En los dos hubo “Luises”, “Anas”, “Rafaeles” y “Cármenes” que amaron, entregaron su vida por sus ideales o fueron capaces de mirar al futuro con comprensión y sin rencor. Fue el camino que se siguió en la Transición, que hizo que una vez más España y los españoles asombráramos al mundo, pero que hoy, lamentablemente, parece no valorarse suficientemente ni estar al alcance de todos.