Víctor Pradera

Víctor Pradera, el asesinato de un vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales

Fue ingeniero de caminos, ideólogo del carlismo y autor de un libro que sirvió de base para fundación del Estado nacional del general Franco

Víctor Pradera fue uno de los principales ideólogos del carlismo, convirtiéndose en el más importante intelectual de esta ideología durante la II república, al asumir la presidencia del Consejo de Cultura Tradicionalista en 1934. Su mayor logro fue la sistematización en un sistema político de un indefinido abanico de ideas, a las que consiguió dar forma y concretar en una forma de Estado corporativo, pero acorde con la personalidad histórica de la nación. Su última obra “El Estado Nuevo” fue su libro cumbre y el que le dio más fama. La importancia de la obra fue de tal calibre, que Pradera tuvo que reunir los artículos en un libro que editó a finales de 1935, y que sirvió de base para la erección del posterior Estado nacional del general Franco.

Nacido en Pamplona en 1872, fue ingeniero de caminos, canales y puertos, aunque la preparatoria para ingresar en la Escuela de Ingenieros de Madrid la realizó en la recién fundada universidad de Deusto. En 1899 y 1901 fue diputado carlista por Tolosa, volviendo a las cortes en 1918 como representante de Pamplona. En su recorrido político, siguió a Juan Vázquez de Mella en su escisión, y fue responsable de adaptar el carlismo al catolicismo social en boga en ese momento. La proclamación de la II República favorecerá la reunión de las diferentes facciones en un solo organismo político carlista. Durante el convulso periodo republicano, se convirtió en uno de sus principales oradores e intelectuales, y logró ser vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, encargado de velar por la constitución, al ser respaldado por más de un 80 % de los concejales de Navarra, de las quince plazas que debía cubrirse por ese procedimiento en 1933.

Víctor Pradera colaboró en la revista Acción Española y fue Amigo de Ramiro de Maeztu y del político José Calvo Sotelo. El estallido de la Guerra Civil le encontró en San Sebastián, donde no quiso pasar a Francia, para no dejar a una hija embarazada a punto de dar a luz. Se trasladó con su familia a una fonda, el hostal Ursula, al encontrarse su casa particular en línea de frente. La dueña de la fonda puso al corriente a la Junta de defensa formada por representantes del PNV y de los partidos que formaban parte del Frente Popular, de quien era su inesperado huésped. El 2 de agosto un grupo de milicianos anarquistas de la CNT y nacionalistas de ELA-STV le detuvieron por orden del consejero de orden público de la junta, Telesforo de Monzón. La detención era ilegal, al ser expedida por una junta que había secuestrado la competencias del gobierno civil y realizarse sobre una persona que gozaba de inmunidad en su condición de miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales.

Un comité revolucionario lo condenó a muerte por monárquico y escritor contrario a la causa republicana. El 26 de agosto la cárcel fue asaltada por milicianos que querían sacar a los presos para asesinarlos. Sin embargo, la rápida actuación del consejero de guerra, el comunista Jesús Larrañaga, evitó la catástrofe. Entretanto, un hijo de Víctor Pradera, Javier Pradera aprovechó a visitar al nuevo consejero de orden público, el nacionalista Juan Antonio Careaga, antiguo compañero de clase en la universidad de Deusto. No obstante, fue detenido en calidad de rehén, haciéndose responsable de su custodia. Javier Pradera ya había sido detenido por la CNT, pero había sido liberado al no encontrar nada contra él. La detención en este caso por los nacionalistas no sentó nada bien a los anarquistas.

En aquel momento, los nacionalistas vascos controlaban la consejería de orden público de la junta de defensa, mientras que las cárceles y checas estaban bajo control revolucionario. La del Kursaal era del PCE, la situada en la calle Larramendi era de la CNT y la cárcel de Ondarreta estaba bajo control de las JSU (Juventudes socialistas Unificadas). El 30 de agosto, 56 presos de la cárcel de Ondarreta fueron fusilados ante las victorias de las fuerzas navarras que llegaban a la ciudad donostiarra. El 6 de septiembre otro numeroso grupo fue sacado, entre los cuales se encontraban Víctor Pradera, que fue pasado por las armas junto a su compañero de aula en Deusto, José María Urquijo, fundador del periódico católico La Gaceta del norte, en el cementerio de Polloe. Entre las tropas nacionales que entraron en San Sebastián, se encontraba su hijo Juan José Pradera, quien se hizo cargo de los cadáveres de su padre y hermano, quien también había sido pasado por las armas. El resto de los presos fueron trasladados a Bilbao, bajo la custodia del consejero de orden público del gobierno vasco, Telesforo de Monzón.