Opinión

La clase

Antes, existía un malestar llamado «resentimiento de clase». Una inquietud del alma, un reconcomio triste que erosionaba el ánimo, un dolor producido por una sensación de injusticia insoportable, que solía sentirse hacia la clase social que el resentido consideraba culpable de su mala situación «de clase». Así, en la Inglaterra victoriana, un obrero podía abrigar resentimiento por el burgués que ostentaba los medios de producción, y al que achacaba su miseria (bajo salario, deteriorada situación familiar...). Algunos personajes de Dickens podrían ilustrar esta idea. Pero no solo el obrero fabril victoriano era capaz de sentir esta fatal pasión: la señora Sparsit, de «Tiempos difíciles», estaba convencida de que todos los obreros eran viciosos y malvados... Es evidente que el resentimiento de clase opera en todos los estratos de la escala social. Nietzsche hablaba de la rebelión de los esclavos en la moral como una forma de animadversión que terminaba siendo fuente de valores. Decía que la moral cristiana había logrado invertir la furia del resentimiento hasta convertirla en un germen de compasión, de manera que el resentido conseguía experimentar lástima por aquellas personas que, en verdad, hubiesen sido merecedoras de su rivalidad, aborrecimiento y deseos de venganza. Menos usual era que el resentimiento de clase operase «dentro» de la misma clase social del resentido. Esto es: que la persona sintiese animosidad, aversión y manía por personas con su mismo estatus socio económico. Aunque esto es precisamente lo que está ocurriendo hoy, a menudo. Verbigracia, sucede con personas de extracción social modesta en origen que logran relevancia social en el mundo del espectáculo (donde incluyo los mass-media): quienes son como ellos no se ven reconfortados y representados por los «triunfadores», sino que se consideran ultrajados por su mera existencia. Quizás porque les recuerdan su fracaso, o creen que el éxito obtenido les correspondería a ellos. Se puede detectar un odio hacia la propia clase social que, tal vez, es un desprecio hacia uno mismo. Si bien, el concepto de clase social está desfasado en un mundo donde, aún existiendo abismales diferencias clasistas, se ha estratificado la sociedad de clases mediante zonas borrosas, permeables para unos pocos individuos, convenientes o necesarios, que marcan las nuevas fronteras de clase... Menos flexibles de lo que aparentan.