Opinión
La carabela portuguesa
Por supuesto que tienen derecho a comprarse la casa que quieran, donde quieran y financiándola como mejor les parezca o puedan. En este país todavía existe la propiedad privada y el derecho a adquirirla. Lo que se critica a Irene y a Pablo es que se hayan convertido en el paradigma del «consejos vendo que para mí no tengo». Y es que no se han cortado un pelo: chalé con «de todo» en municipio regido por el PP y ubicado en la zona noroeste que desde siempre ha tenido un gran atractivo para los políticos de la casta.
En teoría, el descuadre total para todos esos votantes que simpatizan con un Podemos que se supone que es otra cosa. La casa de Pablo e Irene se sale por mucho de la estética ideológica de la formación morada y por eso se antoja en el imaginario colectivo, más que como una vivienda unifamiliar, como el castillo de Rocadragón desde el que la pareja iniciará la conquista de una vida en común con esos tintes burgueses que ellos mismos prometieron combatir. Tampoco tiene un pase la carta de excusatio non petita publicada en Facebook en la que, entre otros detalles bastante chuscos, se encomiendan a la herencia que recibirá el líder en el futuro para justificar la pasta que han invertido. Yo soy el señor Iglesias senior y me cojo la mundial, que es la que se han cogido el Kichi o Pablo Hasel... o muchos otros que creyeron que Irene y Pablo creían en lo que decían creer. Por supuesto que tienen derecho a comprarse la casa que quieran, donde quieran y como quieran, pero las críticas son inevitables y ellos, sabiéndolo, han tirado p´alante, así que ahora no se pueden extrañar de que el chalé de marras se haya convertido en la carabela portuguesa que amenaza con diezmar de bañistas la playa de Podemos.
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