Opinión

Pedro, el emocionado

Sabíamos que esta legislatura, que nació con la fragilidad de un cuatrimesino, iba a ser un infierno para el PP. La fragmentación del Congreso y el alud del lava surgido de la erupción del volcán de la corrupción han convertido la gobernabilidad del país en un cadáver petrificado que ahora Pedro Sánchez dice querer resucitar. El problema es que se ha lanzado a la aventura sin tener amarrados apoyos suficientes y se va a encontrar con que tiene que saltar al campo de batalla con un ejército de mercenarios numéricamente derrotado desde el principio.

La rapidez con la que Ana Pastor ha fijado fecha para que se celebre el debate, el empeño de Pedro en no negociar una celebración inmediata de elecciones con Cs creyendo que así los obliga a retratarse, la exigencia del PNV de que no convoque inmediatamente esas elecciones, el apoyo incondicional de Podemos por mucho que ahora el «respaldado» Pablo Iglesias anuncié que lo va a consultar con sus bases... Todo está en contra del secretario general del PSOE, famoso por ser el «tentetieso» de la política patria. Sánchez sabe que no suma y cree que, aunque pierda, su moción le ayudará a recuperar los votos que se le han ido a Cs, pero le pierde su ambición y el saber que en el caso de que se convoquen elecciones sus posibilidades de gobernar son ninguna. No le importa hacerse un Iglesias un año después del propio Iglesias. Si la estrategia de Rajoy ha sido dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, la de Sánchez se ha caracterizado por lanzarse al vacío sin medir la longitud de la cuerda que le sujeta. Y en ello sigue.