Opinión

Trampas

Un fenómeno paradójico actual es llegar a la conclusión de que es mejor no criticar. Si bien la crítica es un motor del progreso social de las ideas, hoy hay que tener cuidado con las críticas. Siempre hay un Puigdemont que entonces se beneficia. A diferencia de cualquier tiempo pasado, la crítica hoy día favorece a un tercero interesado. ¡Ya no se puede ni criticar! Jünger (en La emboscadura) creo expresó algo parecido, haciendo ver que a uno ya no le permiten decir que «no», o no votar, porque si dices «no», o no votas, estás situándote en el lugar de las ideas siniestras. El otro día, por mi parte, en una conferencia sobre la Ley de Contratos de la Administración, me daba cuenta de que al final las críticas parecían servir de aliento a todos esos que buscan fundamentar que todo lo que hace el gobierno está mal. Para mí este descubrimiento fue revolucionario... no poder criticar, un crítico como yo. Me entristece la politización, el manejo de las cosas, las trampas. ¡Ya no se puede ser ácrata, desde luego! Un país que tenía este encanto, una profesión (de profesor) que tenía ese atractivo. En fin, otro desconsuelo más. ¿Pérdida de libertad? Trampas.

Así pues, desaconsejo firmemente criticar, ya no se puede. Si críticas severamente las instituciones, estarás dando aliento a algún Puigdemont o similar. Y es que, en cuanto al fondo, ¡qué barbaridad afirmar que en España no hay garantías! ¡Qué infamia, la verdad! ¿No tendrían que pagar daños y perjuicios los que difaman con semejante grosería? Tengo que decir que el nivel de garantías contra el poder público se mide precisamente por el Derecho administrativo. Y yo, que doy clases de Derecho administrativo, me pregunto: si no hay garantías ¿qué hago yo, explicando esto? Y, si dicho Derecho es el que sirve para medir las garantías frente al poder, puedo decir que el Derecho español está a la altura de cualquiera de los Derechos más avanzados. Incluso cuando se habla, con ese desprecio acostumbrado, sobre el período de los años 39 a 75, lo cierto es que en esa época se dictaron las leyes más progresistas en materia de garantías de los ciudadanos contra el poder (la ley jurisdicción contencioso-administrativa de 1956, y en esos mismos años la de procedimiento administrativo, la de Expropiación forzosa, la de Contratos del Estado cuando casi ningún país tenía leyes de contratos). Que yo sepa, estuvieron vigentes y se aplicaron a diario. ¡Ya es hora de que se diga esto, que es un dato científico irrefutable! Y eso otro, de que es España una joven democracia... tampoco es así, si se compara el siglo XIX de nuestro país con el del resto de Europa. Trampas por doquier. Los separatistas alegan (sobre todo en las redes) que ellos no están en contra de España, sino del Gobierno. Es preciso estar alerta contra esta otra trampa, porque a poco que uno profundice se dará cuenta de que sí están en contra de España y de su unidad. Incluso en la izquierda no extrema... un día habla Alfonso Guerra y uno se queda tranquilo; pero al día siguiente habla otro y vuelve el desconsuelo.

En suma, que gobierne el PSOE o Cs o quien sea, pero tras convertirse aquel en un partido español. Si lo español no es atributo de la derecha, ¿por qué no da muestras de normalidad española la izquierda? Es curioso cómo Estados Unidos conservó el modelo tradicional (que había en tantos países en el siglo XIX, esencialmente hablando) de dos partidos que hoy definiríamos como de derechas (conservadores y liberales) y este puede ser el futuro. En fin, ya que todo son trampas políticas, al menos que haya alternancia política sin sobresaltos. Creo que vamos en esa dirección, desde el momento en que Pablo Iglesias tiene ya chalet con jacuzzi e hidromasajes de primera, dejando a Podemos sin discurso. Eso sí, todo esto está muy bien, pero yo querría un día poder volver a ser crítico, y hasta un poquito ácrata.