Opinión
Y Aznar mató a Rajoy
No ha sido la moción. La moción se ha limitado a ser el instrumento para poner de acuerdo a izquierdas, populistas y nacionalistas de derechas que estaban buscando el mínimo resquicio para echar a un PP al que siempre han considerado un okupa, un paréntesis incómodo que había que soportar mientras recuperaba el poder un «gobierno legítimo». Rajoy se va porque, esta vez sí, le han fallado los tiempos. Demasiada velocidad para quien hizo de la parsimonia una virtud política.
Creyó que acelerando el debate, Sánchez no tendría tiempo de negociar acuerdos, que pillaría a Torra con el pie cambiado y que el PNV, con el que había sido más que generoso en los Presupuestos, le sería leal. Craso error. En cuanto Sánchez presentó la moción, el PP debería haber sabido que los independentistas catalanes, para los que Rajoy era un monolito, iban a sumarse a cualquier iniciativa. Y en cuanto se sumaron los catalanes, debería haber sabido que el PNV, cuya auténtica pelea está en ese caladero de votos que comparte con Bildu en el País Vasco, nunca se iba a quedar solo defendiéndoles.
Aunque nadie lo preveía, Rajoy estaba sentenciado desde el minuto uno. O mejor dicho: desde el menos uno, porque quién tiene la mayor parte de la culpa de lo que ha pasado es el presidente bajo el que se gestaron todas las causas que hay abiertas contra populares. El mismo que dejó a su sucesor kilos de basura bajo la alfombra como herencia; el mismo del que solo nos hemos acordado cada vez que ha dado un titular poniendo a su delfín como hoja de perejil. No nos engañemos: Sánchez ha sido el brazo ejecutor, pero el que le ha prestado una ayuda impagable a la parca ha sido José María Aznar.
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