Opinión
Esclerosis ideológica
Ya sabíamos que Torra es un señor al que conviene enseñar poco. Su esclerosis ideológica hace mucho que degeneró en obsesión y por eso cada vez que abre la boca, ya sea en un discurso institucional, en el de la inauguración de unos juegos florales o leyendo en voz alta las instrucciones de una olla exprés, le sale el pensamiento único y escayolado en el que vive inmerso como nonato en placenta. El numerito del Smithsonian Folklife comparando la situación de los catalanes con el sufrimiento del pueblo armenio, hablando de represión y de presos políticos y abandonando después el acto con la nariz levantada cuando el embajador Morenés le puso las peras al cuarto, no es más que otra demostración –una más– del famoso refrán que reza eso de que «otros vendrán que buenos nos harán».
A Torra no le cabe ni un gramo más de resentimiento en el cuerpo y lo triste es que ni siquiera hay espacio en su interior para conservar ni el mínimo sentido del ridículo ni la valentía para aguantar que le canten las verdades del barquero. Morenés, que lo único que hizo fue responder al president como está obligado a hacerlo por su cargo de representante de España, estuvo impecable. Torra, impresentable. Y lo que no parece de recibo es que el presidente Sánchez se limite a decir que sigue inquebrantable su voluntad de diálogo con quien tiene por costumbre insultar y coger el portante en cuanto se le responde con educación pero con firmeza. Morenés se comportó como lo que es: un embajador y un caballero, y tres cuartos de lo mismo se puede decir de don Quim, que actuó como un fanático y un maleducado. Lástima que el presidente no haya estado a la altura o que no haya tenido a mano al ministro Borrell para que se la explicase.
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