
Opinión
504.748 km2
España tiene 504.748 kilómetros cuadrados. Lo que tienen que entender algunos (que defienden la famosa independencia) es que España pueda gobernar en su territorio y que lo defienda. O que se pueda hablar español en el territorio español. No hay nada de anormal en que un Estado esté presente en su territorio y lo anormal es lo contrario. Cuando algún secesionista habla, creo que el argumento de la defensa de nuestro territorio es bastante contundente como respuesta. Los «temas políticos», por muy importantes que sean, son coyunturales (hasta los asuntos económicos lo son) pero la defensa del territorio es tema esencial e imperecedero. Esta reflexión, que parece obvia, parece que sin embargo algunos partidos políticos españoles no la tienen clara. Debería aquella tenerse en cuenta, antes de plantear posibles debates, no sea que por plantear ciertas discusiones o por tomar determinadas actitudes, al final el efecto pueda ser contrario a realidades elementales como esta que estamos comentando. Y, lo que no puede ser, es que se antepongan los intereses de partido al interés nacional. Lo que no puede ser es que un partido español sea votado aun cuando defiende la posibilidad de un referendum que nos puede provocar la pérdida de territorios. Yo preguntaría a uno de tales votantes, de Córdoba o de Zaragoza..., ¿realmente deseas que gobierne un partido que pueda desmembrar España?¿Eso es lo que votas? ¿Has pensado bien?
No vale, para justificar la necedad, decir que es populismo. Algo no funciona bien cuando, para sacar votos, da resultado inventar dichos como que en España no es una auténtica democracia y otros similares. Ni siquiera es lógico que la derecha termine siendo, para algunos partidos, un mayor enemigo a batir que los propios partidos nacionalistas extremistas antiespañoles. No puede incluso ser que se cargue más contra quienes defienden España que contra los que la quieren destruir. El tema no solo es antinatural sino tonto.
Lo que hay es ansia de poder a costa de cualquier cosa, odio al contrincante que puede ostentar el poder, sin valorar las consecuencias finales y anteponiendo el interés personal al general. Lo penoso es que haya votantes que parece que no se han percatado de todo ello. Yo propugno que gobierne el que sea, pero que jamás ponga en riesgo la unidad. Más allá, mientras haya separatismos, vivimos una situación de excepción que debería llevar a posponer ciertos debates que pueden ser, en tales circunstancias, muy inoportunos, como por ejemplo el de Monarquía o República, etc. Mientras haya separatismos, yo propondría que, antes de que algún partido político tenga alguna ocurrencia, examine si el efecto final puede llegar a ser o no el debilitamiento del Estado mismo, más allá del debilitamiento de quien gobierne en Madrid. Y si el efecto final puede ser alentar la causa independentista. Por mucho que se odie a la derecha, no perdamos el norte y terminemos por defender los intereses opuestos de nosotros mismos. Uno se pregunta qué ocurriría con España si no existieran partidos políticos (que representan aproximadamente algo más de la mitad de los votantes) que son los únicos que miran hacia adelante en torno a este asunto. ¿Por qué no colaboran los demás? ¿Por qué tenemos siempre que ser algunos, y no todos, los que defendamos las cosas de todos?
Llevamos décadas promocionando al «opuesto», a quien se le subvenciona y se le otorgan premios y prebendas. Así es como se enriquece hasta que, cuando se ha aprovechado lo suficiente y ya no puede recibir más, manda al resto a paseo, mientras lo deja empobrecido y despoblado. Si el dinero que hemos gastado en la normalización del catalán o en sus famosas embajadas, o en el pago de la enseñanza antiespañola o en colectivos de ese orden, lo hubiéramos invertido en el fomento de nuestros valores comunes, otro gallo cantaría, y los propios catalanes de bien (es decir, la mitad o incluso más) estarían más protegidos y reconfortados.
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