Opinión
Rey o raza
Compareció Sanz Roldán a puerta cerrada esta semana pasada y dijo lo que todo el mundo sospechaba y esperaba que dijera. Los partidos políticos emitieron también las segregaciones propagandísticas habituales que se esperaban de cada uno de ellos. Daba la sensación de que todos tenían preparado el comunicado antes incluso de que la comparecencia se hubiera celebrado. Podemos, ERC y PDeCAT intentaron atacar a la institución de la monarquía parlamentaria solo porque ésta es aceptada como base por su partidos rivales: los constitucionales. Como su única posibilidad ya de captar algún voto nuevo pasa por convencer a la primera alma cándida que pase de que la Constitución fue una estafa, intentan agitar en la calle el espantajo de Urdangarín o los conflictos sentimentales del antiguo rey. Atacan la monarquía como si fuera un mecanismo por sí mismo corrupto, para descalificar así (con una simpleza de poco esfuerzo y muy general) a todos sus adversarios constitucionales. Pero el debate de verdad no es de monarquía o república, sino de democracia o autoritarismo. Repúblicas son China y sus matanzas en Tiananmen, Congo y sus limpiezas étnicas, Venezuela y su negación de la libertad de expresión. Monarquías parlamentarias son Inglaterra, Dinamarca, Suecia o España. El debate monarquía o república es falso. El debate es democracia parlamentaria libre y de calidad, o democracia orgánica populista sin leyes ni garantías.
La tarea cotidiana que vienen haciendo Trump, Torra, Maduro o Iglesias es la mejor fábrica de antirrepublicanos. Puede que ganen en alguna ocasión, pero la sensatez siempre los va a combatir a largo plazo. El populismo triunfa a veces, pero nunca consigue acabar del todo con la sensatez. Si el sentido común pervive, si no lo erradican del todo, a la larga, gana. La sensatez, por su parte, no aspira a la imposible desaparición de la idiotez (aspiración que, conociendo al género humano, sería bastante insensata) sino a reducirla. Toda esa termodinámica, gestionada con cierto pulso, perjudica al republicanismo. Porque, tarde o temprano, si le obligas a elegir, el ciudadano te hará saber perfectamente si prefiere a un rey demócrata o a un presidente de república racista.
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