Opinión
De místicos
Tengo que confesar que uno de los mayores deleites o satisfacciones que he tenido en esta vida ha sido lo que podría llamar «descubrimientos culturales». Te sumerges en la historia o en el arte, indagando individualmente, y de pronto topas con un nuevo filón: un compositor que desconocías hasta el momento o una nueva corriente de pensamiento... Animo a «vivir culturalmente» de esta manera que, para muchos, será igualmente habitual, pero que para otros no lo será tanto. Como digo, a mí me ha proporcionado ricas sensaciones descubrir y vivir con intensidad mundos culturales nuevos. Recientemente descubro así los «místicos alemanes». Creo que no son muy conocidos en España, quizás porque somos un país sobrado de místicos, evidentemente de mayor nivel o universalidad, pese a que estos otros místicos tienen también un sabor especial. Así, Jakob Böhme, Angelus Silesius, el maestro Eckart, Seuse, Tauler (u otros como Ruysbroeck, o Blois), con obras hoy día fácilmente accesibles. Confieso también que leer este tipo de escritos produce un «deleite supremo». Quien tenga mayor vocación religiosa que la mía disfrutará más posiblemente (y de hecho las obras de estos autores reconocen que el placer es mayor cuando la persona tiene un grado especial de sensibilidad religiosa). Pero, cuando menos, recomiendo estos textos como pasajes poéticos de una enorme belleza; impresiona y conmueve esta lectura, en clave literaria, artística o poética; lo único que hoy día es sublime sin interrupción.
Oiremos hablar de conceptos que son imposibles en la realidad ordinaria, en especial en la sociedad del presente; conceptos como los de plenitud, pureza, totalidad, unidad, fusión, amor incondicional, pasiones eternas, verdad única. Confieso igualmente que estos anhelos los tengo y necesito y que me preocupa esta temática sobre la que he escrito recientemente, precisamente, en una obrita titulada «Estética total» (editorial Amarante) haciendo ver tanto la necesidad de este tipo de anhelos de totalidad como su incompatibilidad con la realidad (es decir, la imposibilidad de lo que sería la única solución posible). Por ejemplo, en «El peregrino querúbico» (de Silesius) se leen por ejemplo frases como éstas: «Es necesario ir incluso más allá de Dios...», la Supradeidad es mi Luz, el abismo invoca al abismo, hay que ser la esencia..., el cielo está en ti, me convierto en la pureza, puedo fundirme al fuego de Dios, yo bebo sangre y Dios, el amor superior..., en lo eterno todo llega a la vez, en el cielo todo es común, Dios es nada y todo. Dios es todo en todo, Dios lo hace todo en todo. Entre decenas de obras, a mí me ha interesado también «El consuelo divino», del maestro Eckhart, ya que en el mundo racional que vivimos pensamos que las condenas y desgracias (así, las legales impuestas por sentencias) tienen siempre una lógica y explicación, dejando sin respuesta, o consuelo necesario al ajusticiado. Sin embargo, cuanto más profundiza uno en lo racional, y en el derecho, más se da uno cuenta de sus limitaciones a la hora de explicar lo aleatorio del origen y desenlace de las causas judiciales. Y la necesidad, pues, de ese «complemento».
Pero la relación más interesante que encuentro entre la mística y mis propios libros es el «sensacionismo». En principio, los místicos, de cualquier tiempo y lugar, descartan las sensaciones mundanas o que no tengan que ver con el goce celestial, ya que, en comparación con las sensaciones que produce el contacto con lo divino, aquellas otras vienen a ser un obstáculo en el camino de la perfección y e incluso del placer real. Ahora bien, donde está el punto de conexión entre la mística y «el sensacionismo» (véase con este título mi libro en la editorial Trifaldi) es que este último aglutina las sensaciones puramente místicas, no de tipo religioso, pero haciendo ver igualmente que lo meritorio está en lo trascendente. El «sensacionismo» es en gran parte una mística, si bien llega a lo trascendente sobre todo mediante el arte elevado (principalmente musical) o la naturaleza, aun sin descartar otras formas. En todo caso, la mística religiosa católica es un ámbito esencial en la obtención y experimentación de sensaciones. Es un campo, incluso, admirable. El más logrado o perfecto. Al menos poéticamente lo es sin duda alguna.
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