Opinión

Lecciones de sangre

En este país somos especialistas en poner la venda después de la herida y de poco prevenir: arreglamos carreteras cuando el número de muertos las convierten en carne de titular; mandamos quitanieves cuando la nevada ya ha provocado el caos y limpiamos de maleza los bosques cuando el de enfrente se ha convertido en una gigantesca colilla. ¿Cuántas veces se hace caso a las luces de alarma? Prácticamente nunca. Y ¿cuántas veces hablamos del peligro de construir en antiguas torrenteras, de la necesidad de limpiar los ríos de maleza, de la importancia de que haya una normativa urbanística que se cumpla? Muy pocas. Solo cuando la probabilidad se ha convertido en certeza. Hay un caso representativo: Escuer.

Este municipio de Biescas se encuentra en el cono de deyección de un torrente. Exactamente igual que aquel camping en el que perdieron la vida 87 personas hace dos décadas. Treinta y tres personas siguen viviendo ahí. Y como Escuer tenemos decenas de urbanizaciones construidas en zonas de riesgo, casas y hoteles que siguen infringiendo la ley de costas, Ayuntamientos que prefieren utilizar el dinero del municipio en las fiestas que en mantener ríos, montes, caminos y desagües limpios. Es verdad que hay lugares en los que nunca pasa nada. Pero de repente pasa. Entonces se descubre que con la décima parte de lo que hay que invertir en la reconstrucción quizá se hubieran podido salvar unas cuantas vidas. Mala canalización del torrente Ses Planes; viviendas en el cauce del río... alguien tendrá que dar explicaciones sobre una tragedia que seguramente no se podía haber evitado, pero sí minimizado. Ya no tiene remedio, y lo peor es que seguiremos sin gastarnos el dinero, y sin ahorrarnos futuras lecciones de estas que no nos entran ni con sangre.